True Detective (Primera Temporada) (2014)
Dicen que para que te toque la lotería, hay que haber comprado previamente un boleto, o simplemente una participación. No sé exactamente qué méritos hemos hecho como espectadores, pero con True Detective nos ha tocado “el gordo”. Y es que a día de hoy, es muy difícil encontrar un producto tan satisfactorio, estimulante y renovador como esta obra de la HBO.
El contenido o “tema” al que adscribir esta serie puede resultar engañoso. Dos detectives, Marty y Rust, deben enfrentarse a la investigación de las circunstancias que provocaron la muerte de una joven. El asesinato contiene detalles de simbólica crueldad, así como tintes de ritual religioso y macabro. Sería bastante comprensible pensar, que ante dicha sinopsis, nos fuéramos a encontrar ante una serie convencional y repetitiva, una de tantas sobre “polis con caso de asesinato morboso»; de las que juegan con las expectativas del televidente, hasta llegar a un final impactante y efectista”. Pero no es así.
True detective es sin duda un “cambio de paradigma” en las propuestas narrativas para televisión. Explico en estas líneas los factores que me hacer pensar de esta manera:
– Hay un único autor, Cary Fukunaga, que filma los ocho capítulos de esta temporada. Las series suelen adolecer de la diversidad de directores que intervienen en su desarrollo, factor que repercute en su homogeneidad. La implicación de un único director en todos los capítulos, otorga cohesión y uniformidad a la realización. Y Fukunaga, que ya disponía experiencia cinematógrafica, consigue aquí su mejor trabajo. Sus dos películas anteriores eran realmente apreciables, y ambas resuenan en los fotogramas de cada capítulo. La sordidez efectista y algo superficial de Sin nombre (2009), se transforma en belleza hipnótica, y las violentas tensiones intimistas de Jane Eyre (2011), laten aquí en los profundos dramas personales de ambos detectives. Sirva el (ya histórico) final del cuarto capítulo para atestiguar la calidad de su director.
– La escritura de Nic Pizzolatto se atreve a elevar la intensidad del relato, haciendo avanzar la historia en todas las direcciones. Resulta difícil reconocer en esta obra al responsable de uno de los capítulos más polémicos de una de las series más tramposas de la historia de la televisión. Nada encontramos de aquel indignante, efectista y gratuito final de la primera temporada de The Killing, en esta minuciosa y prolija reconstrucción de un caso policial. En esta historia, es tan importante la horizontalidad de la vida de sus protagonistas, como la verticalidad de unas pesquisas que evolucionan con inteligencia y sin aceleraciones. Incluso resulta más apasionante el duelo de antónimos entre la pareja de Tenientes, que la resolución “del caso”.
– Dos actores en estado de gracia. Los reciclados Matthew McConaughey y Woody Harrelson dan una doble lección interpretativa. Ambos encuentran un texto que les permite retratar la ambigua complejidad de sus dos personajes y se entregan con generosidad para componer al nihilista, psicótico y superdotado Rustin Cohle, y al humano, mezquino y tramposo Martin Hart. Los diez minutos finales del sexto capítulo se sienten con incontenible taquicardia.
– Capacidad para asumir y superar múltiples y heterogéneas referencias. Desde el primer minuto de la serie, se pueden apreciar semejanzas con la incomprendida e infravalorada Hannibal (2013). La obsesiva y rica presentación de la investigación, recuerda aquella maravilla llamada Zodiac (2007). Los más cinéfilos descubrirán ecos de la enfermiza Take Shelter (2011) al contemplar a ese hombre ensimismado, mirando al cielo y observando el extraño movimiento de unos pájaros. Al estar protagonizada por una pareja de policías antagónicos, el abanico de referencias podría transitar entre la inocua Broadchurch (2013) o la imprescindible Brön/ Broen (2011). Sin embargo, True Detective está resultando de una riqueza tal, que nos devuelve en todo momento la sensación de estar presenciando algo completamente novedoso. Sin pirotecnia, ni volantazos, el viaje está colmando las expectativas más exigentes.
Por estas razones, y muchas más (como esos supremos “títulos de crédito”), estamos ante una de las citas obligadas del momento. True Detective requiere paciencia para aceptar su alta intensidad y densidad, pero recompensa con unos niveles de fascinación difícilmente superables. Para su último capítulo, ando buscando a alguien que conozca a Malcom McDowell, por si me presta aquel artilugio que en “La naranja mecánica” empleaban para mantenerle los ojos bien abiertos. Prohibido pestañear.
Fco. Javier Rueda Ramírez