The Big C (2010-__)
Una de las numerosas cosas positivas que han aportado las cadenas de pago a la televisión es el haberse atrevido a explorar temas que son incómodos, e incluso desagradables, y que cadenas generalistas o en abierto, nunca se habían atrevido a tocar. El acto de morir, sin embargo, es más complicado de tratar que un asesinato, el adulterio, la bigamia o el incesto. En la mítica serie de HBO «A seis metros bajo tierra» los protagonistas regentaban una funeraria pero la serie se centraba siempre en su trabajo y la muerte les afectaba en tanto que formaba parte del mismo. En “Breaking Bad” nuestro héroe favorito de la televisión, el profesor de química Walter White, tiene cáncer pero la trama trata tangencialmente su lucha con la enfermedad y se centra en como su vida y su relación con los demás se transforman radicalmente a raíz de decisiones que toma una vez conoce su grave enfermedad. En cambio, en “The Big C” nos hablan de cómo una mujer tiene que enfrentarse con un melanoma en fase 4, tema que, evidentemente, no es de los más sugerentes atractivos para el público.
Pese a lo que pudiera parecer, “The Big C” es una comedia o, por lo menos, una de esas comedias-dramas: Cathy, protagonista de la serie, es repentinamente condenada a muerte (le dan un año de vida al detectarle un cáncer en fase avanzada) y esa trágica noticia desata el lado más atrevido y libre de ella. El cáncer es un catalizador que la impulsa a dejar de ver pasar la vida. Hasta ese momento su vida de maestra de escuela de Minneapolis con esposo e hijo ha sido aburrida pero cómoda, o eso intuimos. La enfermedad no es lo que hace interesante a Cathy, sino que es lo que ha permitido que la parte interesante de Cathy salga a la luz. La encargada de interpretar este personaje es la portentosa actriz Laura Linney, sin duda una de las mujeres más dotadas para la interpretación que, quizás harta de lo que el cine ofrece para una mujer de su edad y tras la experiencia en «John Adams», decidió ser productora ejecutiva y protagonista de «The Big C».
Linney está rodeada de actores igualmente competentes.La serie cuenta con uno de los más potentes elencos en la televisión de hoy en día. El nivel interpretativo brilla conforme van transcurriendo los episodios. Oliver Platt, John Benjamin Hickey, Cynthia Nixon, Gabourey Sidibe, Gabriel Basso … cada uno puede, por momentos, ser divertido y profundamente conmovedor y, a veces, ambas cosas al mismo tiempo. Y cuando ocurre esto último, nunca se debe al histrionismo emocional sino más bien a un cuidadísimo guión. El espectador perspicaz notará el dolor al acecho tras las risas, el drama escondido tras un comportamiento que parece querer ocultar la realidad. Es verdad que la serie no siempre tiene éxito a la hora de abordar esa delgada línea que separa lo creíble de lo edulcorado y facilón. Por otro lado, el cambio de actitud de Cathy con respecto a la enfermedad y todo lo que esto conlleva es por momentos poco creíble. En especial me llama mucho la atención su relación con el dinero; me explico: durante muchos capítulos de la primera temporada Cathy gasta y gasta dinero sin preocuparse lo más mínimo por ello. Más tarde, y por circunstancias un tanto inverosímiles, el dinero se convierte durante algunos capítulos en un elemento primordial de la serie, para poco después volver a ser derrochado. Desde luego este aspecto de la trama causa perplejidad. Algo parecido pasa con el hermano de Cathy, personaje peculiar y, en ocasiones, carismático que navega zarandeado por unos guionistas que hacen que pase de ser un antisistema radical, asocial y enfermo mental a querer casarse, tener un hijo y vivir en su propia casa. Transformación que ni la de Hulk.
Aun con estos «peros» la serie, en lineas generales, mantiene un nivel más que aceptable y consigue enganchar al espectador con la vida de Cathy. Sólo por la interpretación de Laura Linney merece la pena ver «The Big C».
David Rubio Lucas