Hace tiempo que HBO dejó de ser televisión
En el capítulo 3×09 de Silicon Valley, los entrañables y torpes informáticos de la ficticia compañía ‘Pied Piper’ descubrían que habían generado una herramienta “demasiado buena”. Su exitosa y valiosa aplicación para comprimir archivos no tenía impacto en la sociedad porque los usuarios no sabían cómo utilizarla. Difícil será encontrar una metáfora más acertada y ajustada para hablar de la cadena HBO que la que surge de esta serie, una de sus producciones más brillantes.
No se puede entender el actual momento televisivo sin citar a HBO: Oz, The Wire, Carnivale, Los sopranos, En terapia, A dos metros bajo tierra, Sexo en Nueva York … Con ellas la cadena de cable fijó unos estándares de calidad excelsos, modificó los métodos de producción en televisión acercando el lenguaje cinematográfico a la pantalla de televisión. Su legendario lema “It´s not tv. It´s HBO” definió su ontología artística y se convirtió en el axioma identitario de lo que es hoy.
Y digo lo que es hoy porque justo en este momento se empieza a cuestionar por un significativo sector de la crítica (¿televisiva?) la calidad de dicho canal. En los Emmy de 2015 los premios de Mejor Comedia en televisión (Veep), Mejor Miniserie (Olive Kiteridge) y Mejor Drama (Juego de Tronos) fueron a parar a tres producciones del mismo canal: HBO. En el momento de mayor volumen en producciones televisivas de la historia, de la incursión en el mercado de la ultra-comercial (y superficial) Netflix, la cadena acapara el reconocimiento de la industria en todas las categorías. Porque si colocáramos el foco en la innovación, el riesgo y la auténtica maestría encontraríamos también allí gemas artísticas.
Treme y True Detective han sido las dos últimas grandes obras maestras del canal, ambas se han enfrentado a valoraciones que han apuntado hacia su carácter exigente y “aburrido” (algunos periodistas especializados en España utilizan ese adjetivo como si fuera aplicable al producto artístico y no a ellos mismos). Boardwalk Empire, Girls, Iluminada y The Leftovers (la mejor serie de 2015, un derroche de riesgo y ambición narrativa), todas ellas series de los últimos tres años, han contado con bajos índices de audiencia y (lo que es peor) con la incomprensión de sus sobresalientes hallazgos. Quizás su pecado fue que no eran televisión, y que (como el Coronel de García Márquez) no contaban con “quien les escribiera”.
Y por supuesto, ni toda la televisión de calidad se factura en HBO, ni el canal es inmune a ofrecer obras fallidas. Pero cuestionar la valía, riesgo y compromiso actual de dicha productora sería a todas luces inmerecido. Basta con repasar (sin ir más lejos) las tres series que componen la parrilla de verano del canal para constatar su envidiable estado de salud creativa.
The Night Of (Miniserie. HBO, 2016)
Nota: 7
El género de las miniseries (narrativas que concluían con cada temporada, cuando no se diseñaban como temporadas únicas) ha sido especialmente tratado por HBO. Hermanos de Sangre, The Pacific, John Adams o The Generation Kill serían algunos ejemplos representativos. Lo de convertir guiones convencionales en experiencias audiovisuales emocionantes tampoco es nuevo para el canal. En las navidades de 2014 asistimos con emoción, catatonia (no era posible que fuera televisión) y entusiasmo a la irrupción de la miniserie True Detective, que le daba (para siempre) la vuelta al manido género policiaco.
La misma operación parece haberse confirmado con la (por el momento) notable e hipnótica The night of. Adaptando el argumento de la miniserie inglesa “Criminal Justice”, sobre el también muy concurrido tema de los caso judiciales con ¿falso culpable? En el brillante y majestuosamente elegante piloto se sientan las bases de la trama: Nasir Khan, musulmán nacido en EEUU e hijo de un taxista se despierta al lado del cuerpo desmembrado de la joven que acaba de conocer esa misma noche, y finalmente termina por ser el principal sospechoso del crimen.
En tres capítulos ya hemos asistido a un festival narrativo, que avanza vacunado de cliffhangers gracias a la solidez de la dirección de un sorprendente Steven Zaillian. Su cine siempre tuvo un interés (aunque superficial) por los temas sociales, pero la minuciosidad y atención por todas las líneas narrativas (importan hasta los amigos taxistas del padre), por el momento resultan brillantes. La entrada (1×01) del abogado (un John Turturro inmenso) en la estación de policía, y el traslado de Nasir (1×02) a prisión son dos secuencias que desprenden un inteligente lenguaje cinematográfico. Parece la serie del verano, tenemos cinco capítulos más para despejar la incógnita.
Ballers (2ª Temporada. HBO, 2015-16)
Nota: 6
Que el actor más taquillero de Hollywood haga televisión es uno de los datos que ilustra el creciente prestigio que despierta el medio televisivo en la industria cinematográfica. El verano pasado HBO estrenó la serie de “The Rock”. Dwayne Johnson interpreta en Ballers a una antigua estrella de la NFL (Liga de Fútbol Americano), reconvertido en representante de jugadores y procurador de su empleabilidad una vez finalizada su carrera deportiva.
La segunda temporada continúa ofreciendo una satisfactoria mirada al mundo de las estrellas del deporte, a pesar de que en estas latitudes el fútbol americano nos suene tanto como un dialecto de los Urales. El machista mundo (la serie no es machista, no. Lo son “algunos” de sus personajes) del deporte de élite, la dictadura de la excelencia competitiva, e incluso de la artificiosa vida de las celebrities están bien retratados. Destaca tanto Johnson, ya sabíamos que era un buen actor (Be cool), como la estrella deportiva John David Washington, que interpreta (y de paso se ríe de sí mismo) una versión muy reconocible del Cristiano Ronaldo de turno. No es necesario saber ni gustar del deporte, la serie sirve como termómetro actual de la fricción entre el negocio deportivo y la vida de sus deportistas.
Vice Principals (1ª Temporada. HBO, 2016)
Nota: 6
Acaba de iniciarse una de esas series que llamamos bizarras, una de esas comedias “marca HBO”. Es la típica producción en la que nada es lo que parece y resulta muy fácil que pase desapercibida.
En el primer fotograma Bill Murray iza una bandera americana en un Instituto. Como Director debe retirarse por motivos forzosos y deja en mano de dos de sus trabajadores la posibilidad de suplirle en tan importante cargo. La tensión instantánea que se genera entre los antagónicos Neel (Danny McBride) y Lee (Walton Googins) en su lucha por el poder es el auténtico eje de la serie. Googins ya había destacado en su trabajo para televisión en Justified y recientemente hemos vuelto a constatar su brillantez en la película de Tarantino Los odiosos 8. En la serie que nos ocupa demuestra una impagable capacidad cómica para pervertir y perturbar al patético personaje de Danny McBride, también creador de la serie.
¿Por qué es tan mala la educación pre-universitaria americana?, ¿No son al final los alumnos un producto del sistema en el que se encuentran reglados?, ¿Cómo son los directivos que deben regular esos institutos?, ¿Hay alguna relación entre los estudiantes y sus profesores? A lo mejor son demasiadas preguntas para una simple comedia, a lo mejor no es sólo una comedia. Los dardos de incorrección política no se han dejado esperar. En dos capítulos ya hemos escuchado chistes sobre las armas y atentados en la escuela en USA y hemos asistido a un pacto para expulsar a la Directora suplente; negra y mujer. “It´s not TV”.
Javier Rueda Ramírez