Zombies Party (Shaun of the Dead) (2004)
Nota: 7
Dirección: Edgar Wright
Guión: Edgar Wright y Simon Pegg
Reparto: Simon Pegg, Kate Ashfield, Nick Frost, Dylan Moran, Lucy Davis
Fotografía: David M. Dunlap
Duración: 99 Min.
Llega un momento en la vida de todo hombre en el que ha de levantarse del sillón y matar unos cuantos zombies. Puede resultar agotador, fastidioso e incluso desagradable, pero la supervivencia nunca es fácil cuando un extraña epidemia que convierte a los seres humanos en muertos en vida se entrecruza con la no menos ardua tarea de reconquistar a una novia contrariada por el escaso o nulo romanticismo que demuestras en tu vida diaria. Y es que el bueno de Shaun, un anodino dependiente de una tienda de televisores, no es precisamente el prototipo de galán apasionado que tiende a protagonizar las sensibleras películas de Hollywood dejando en el más flagrante ridículo al resto de los mortales.
O al menos eso es lo que piensa Liz, su novia, cansada de pasar cada tarde en el pub The Winchester junto a la variopinta fauna local y, en especial, con su compañero de piso, un especímen particularmente proclive a inmiscuirse en los temas amorosos de su íntimo amigo y acaparar todo su tiempo libre. Por esta razón y algunas más, como la alergia esencial de Shaun a cualquier tipo de compromiso firme que ponga un rumbo determinado a su propia vida, Liz decide cortar su relación en el mismo momento en el que una plaga de zombies comienza a invadir las calles de la ciudad.
Unos zombies que, si bien con una apariencia similar a las miles de personas que cada día viajan en el metro, deambulan por las calles o se detienen anonadadas antes los escaparates de las tiendas con la mirada perdida y gestos cansados, se caracterizan por ser algo más violentos (concretamente les gusta la sangre de los vivos). De hecho, si no hubiese sido por este pequeño aunque nada banal detalle, la apatía de Shaun hacia todo lo que le rodea le habría permitido convivir sin ningún tipo de problemas con una manada de zombies al igual que lo hacía con Ed, más interesado, eso sí, en helados Cornetto que en carne fresca. Pero las cosas se complican y Shaun decide tomar las riendas de la situación (con palo de cricket includio) llevando a su novia y sus compañeros de piso, a su madre y su padrasto, y, como no, a Ed, al lugar que conjuga todas las características para ser plenamente seguro. Efectivamente; The Winchester.
Con todos estos ingredientes arranca la fiesta de los zombies más desternillante jamás vista en una pantalla de cine a partir de una imposible conjunción entre el flemático humor británico de manual y el festín gore propio del género de los muertos vivientes. Todo ello canalizado por el talento visual del joven director inglés Edgard Wright y el demencial guión escrito a cuatro manos con Simon Pegg, protagonista del filme y compañero creativo de excepción también en trabajos posteriores como Arma Fatal (Hot Fuzz) y The World’s End (que llegará a nuestras pantallas el próximo año).
El resultado es una película divertida, sostenida por un ritmo ágil y con un puñado de escenas memorables en las que es difícil no rendirse a la carcajada. Una película que van un poco más allá del mero entretenimiento banal para reirse de las claves de un subgénero cinematográfico (también televisivo) que goza actualmente de una salud envidiable a tenor de éxitos como el de la serie The Walking Dead. Sin embargo, en Zombies Party la tensión propia de una situación límite como la epidemia de los muertos vivientes desfallece en favor de una comicidad gamberra de la que tiene gran responsabilidad la compenetración en pantalla de Simon Pegg y Nick Frost (también vistos juntos en Paul, de Greg Mottola, y en las otras dos películas de Ed Wright), a los que acompañan Kate Ashfield, Dylan Moran o Bill Nighy en una tronchante aparición estelar.
Así pues, risas aseguradas en una vuelta de tuerca al cine de zombies a partir del siempre estimulante humor británico y del ingenio desbordante de sus responsables, que se erige ya como una referencia ineludible de la comedia absurda de los últimos años.
Jesus Benabat