Y de repente Tú (Trainwreck) (2015)
Nota: 5,5
Dirección: Judd Apatow
Guión: Amy Schumer
Reparto: Amy Schumer, Bill Hader, Brie Larson, Tilda Swinton, Ezra Miller, Daniel Radcliffe, Marisa Tomei
Fotografía: Jody Lee Lipes
Duración: 122 Min.
Hay dos maneras de ver ‘Y de repente tú’: 1) conociendo la filmografía de su director, o 2) no habiendo disfrutado previamente de joyas como ‘Virgen a los 40’, ‘Lío Embarazoso’, o ‘Hazme Reír’. De acuerdo, no deberíamos enjuiciar ninguna película en función de los trabajos anteriores de su máximo responsable, pero cuando se trata de Judd Apatow, revitalizador oficial de la comedia americana del S. XXI, la comparación no sólo es inevitable sino totalmente justificada.
La primera pregunta que surge al concluir su visionado es: ¿estamos ante un producto de la famosa factoría Apatow, o se trata de un vehículo hecho a medida de Amy Schumer, protagonista femenina y autora en solitario de su guión? Y es que la personalidad de la creadora, y alma mater, de ‘Inside Amy Schumer’ se percibe en cada plano de ‘Y de repente tú’, circunstancia que puede ser considerada positiva o negativa según seas capaz de digerir su egocentrismo.
Para comprender las intenciones de este film, convendría prestar especial atención a la brillante secuencia inicial, en la que el padre de Amy y Kim (una encantadora Brie Larson, que exige insistentemente un papel a la altura de su enorme talento) comunica a sus hijas la separación del matrimonio. Disponiendo de esta información, podríamos interpretar el personaje de Amy, devoradora de hombres y sentimentalmente incapacitada para mantener una relación estable, como la consecuencia inevitable de un trauma infantil, y el amor que encuentra accidentalmente en Aaron (Bill Hader), como el único antídoto posible para hacerlo desaparecer.
Por lo tanto, la película transgresora a la que asistimos durante la primera mitad del metraje, se convierte en una muestra más del conservadurismo ‘made in Apatow’. A medida que transcurren los minutos, la figura de Schumer pierde peso en favor de Bill Hader, y el torpe discurso inicial sobre la liberación sexual de la mujer es anulado automáticamente por una serie de lecciones de moralidad que llaman la atención por su falta de sutileza. Pasamos de un extremo de la balanza al opuesto, sin apenas solución de continuidad y enarbolando desvergonzadamente la bandera del maniqueísmo más insultante.
Sibilinamente, el director alecciona al espectador sobre los objetivos que debería perseguir para ser considerado una persona «normal«. Por un lado, muestra el destino final: una familia con hijos, representada por la hermana de Amy, su marido, y un hijo del anterior matrimonio de éste (Apatow intenta disimular, pero se le ve el plumero). Al mismo tiempo, establece el itinerario ideal para alcanzar su concepto de la felicidad: encontrar una pareja estable, consolidar la relación, y plantearse un futuro juntos.
Una vez rebasada la primera media hora de metraje, el factor sorpresa hace mutis por el foro y vamos tropezando con el abc de la dramedia romántica. En ocasiones, la experiencia es acompañada por excelentes líneas de diálogo y situaciones relativamente originales. Sin embargo, durante la mayor parte del tiempo la rutina se apodera del desarrollo de los acontecimientos.
No estamos ante una mala película, simplemente ante un largometraje que aspiraba a ser diferente y se ha quedado anclado en el habitual conformismo hollywoodiense. A una película de Judd Apatow deberíamos pedirle mucho más que la confirmación de Bill Hader como una de los grandes figuras de la comedia americana moderna, la presencia de una hilarante Tilda Swinton, y la insospechada vis cómica de Lebron James. Quizás esta alianza con Amy Schumer (media película para ti, media película para mi) haya desviado parcialmente al director de su interesante trayectoria, pero siempre hay tiempo para rectificar.
Carlos Fernández Castro