Western (2017): europeos de primera en el oeste americano
Nota: 9
Dirección: Valeska Grisebach
Guión: Valeska Grisebach
Reparto:Meinhard Neumann, Reinhardt Wetrek, Waldemar Zang, Detlef Schaich
Fotografía: Bernhard Keller
Duración: 119 Min.
En el antiguo oeste, cuando un forastero del avanzado este se dejaba caer por un lugar que no había pisado antes tenía que hacer frente a miradas desconfiadas y bienvenidas un tanto frías. Con un poco de mala suerte, incluso una bala llevaba su nombre antes de los buenos días. Como consecuencia de semejante recibimiento cabía la posibilidad de reaccionar con aires de superioridad hacia los lugareños y responder con orgullo a sus desafíos, o tomar la siempre prudente actitud del «oir, ver y callar» y el «donde fueres haz lo que vieres». En más de una ocasión y para sorpresa de muchos, la segunda posibilidad derrumbaba muchos de los prejuicios que uno pudiera haber albergado a primera vista.
A veces olvidamos que el miedo a lo desconocido es una carretera de doble sentido: para el que tiende a sentirse superior a quien vive de forma diferente a la suya, goza de una peor economía o simplemente no alcanza su grado de (supuesta) civilización y para el que recibe esa mirada despectiva y teme perder lo poco que tiene a manos del poderoso. El miedo no tiene fronteras ni se adscribe a una época concreta: en el salvaje oeste los blancos arrasaban todo lo que tuviera que ver con los indigenas (poblados, tradiciones, idiomas…); en Europa sigue habiendo estados de primera que esperan una actitud servil y pasiva de los llamados «países de segunda categoría».
Podríamos considerar Western como un vehículo para expresar todas estas ideas mediante la relación entre unos trabajadores alemanes, contratados por una multinacional germana para construir infraestructuras en una zona rural de la Bulgaria fronteriza, y los habitantes de un pueblo anclado en un pasado no tan lejano. De alguna manera, Valeska Grisebach invita a que el espectador adopte el punto de vista de uno de esos trabajadores que, ante la inactividad propiciada por la falta de medios y la espera de nuevos suministros, decide involucrarse en la vida de un poblado con el que nada (o puede que sí) tiene en comun: lengua, cultura, estilo de vida…
Es en este choque donde la directora alemana fundamenta un discurso que aboga por la diversidad, el respeto y la humildad de quien muestra interés en lugar de desprecio y basa sus afinidades en la bondad, no en la nacionalidad. En el apartado formal, el efecto hipnótico del film está basado en el pausado ritmo narrativo de Grisebach y en la progresiva integración del protagonista en un lugar que jamás imaginó y, sin embargo, siempre soñó, como quien busca su lugar en el mundo. Amparada en el extraño carisma de Meinhard Neumann, cuyas miradas y silencios dominan la narración, y en un reparto no profesional que añade un valioso tono documental al conjunto, Western recuerda a esas películas fronterizas del oeste americano en las que el agua era un bien codiciado y el tiempo transcurría tan lentamente que podías sentarte en una silla a ver la vida pasar con una cerveza en la mano izquierda y un revólver en la derecha.
Western es de esas películas que crecen lentamente en la pupila del espectador, que actuan como una olla a presión al borde de la explosión, que alcanzan ese punto en el que la serenidad y la tensión se confunden en un mismo plano y conducen a territorios desconocidos en el cine impaciente y morboso de la actualidad. Una vez llegados al tramo final, podríamos esperar un clímax demoledor y desasosegante, pero en ese preciso momento la directora rebasa la línea que separa un buen artista de una artista que oposita a convertirse en leyenda.
Carlos Fernández Castro