Un Tipo Serio (A Serious Man) (2009)
Escrito por Carlos Fernández Castro el 28/4/10 • En la Categoría Cine moderno,Críticas de cine
Nota: 7,5
Dirección: Joel Coen, Ethan Coen
Guión: Ethan Coen, Joel Coen
Reparto: Michael Stuhlbarg, Richard Kind, Fred Melamed, Sari Lennick
Fotografía: Roger Deakins
Los hermanos Coen han sido y siguen siendo dos de los directores más interesantes del panorama cinematográfico americano de las tres últimas décadas .Desgraciadamente, durante los diez últimos años han mostrado un nivel bastante inferior al exhibido en sus portentosos años 90, en los que firmaron obras maestras del calibre de «Muerte entre las Flores» (Miller’s Crossing), «Fargo» o «El Gran Lebowski» (The Big Lewobski). A pesar de haber dirigido la notable «No es Pais para Viejos» (No Country for Old Man), sus películas mas recientes habían perdido la chispa que caracterizaba su filmografía anterior. Con «Un Tipo serio» los Coen han vuelto a un gran estado de forma.
La historia transcurre en 1967 y nos muestra un momento en la vida de un hombre judío, Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg), en un entorno judío. Larry es un marido comprometido, un eficiente profesor y hace alarde de un comportamiento moral intachable. A pesar de ello, su mujer le deja sin darle explicaciones y el amante de la misma le convence de que deje el domicilio conyugal por el bien de sus hijos. Por si fuera poco, empieza a recibir una serie de amenazas anónimas que ponen en peligro su futuro profesional. Sin saber exactamente que hacer para resolver sus problemas, Larry decide acudir a un rabino en busca de soluciones.
Estos dos cineastas, de ascendencia judia, siempre se han caracterizado por la construcción de personajes atípicos y esta película esta plagada de ellos. Es más, diría que hace mucho tiempo (quizás desde «El Gran Lebowski») que no nos ofrecían un repertorio tan amplio. Sospecho que, aprovechado la ocasión y para desmarcarse de su última y fallida obra «Quemar antes de leer» (Burn after reading), han ofrecido estos papeles a interpretes desconocidos para el gran público, pero en los que ellos depositan acertadamente toda su confianza. El caso más evidente es el del rol protagonista, ejecutado con gran solvencia por Michael Stuhlbarg, que interpreta a un personaje anodino y muy poco carismático. ¿Podriamos imaginarnos a George Clooney o Brad Pitt en los zapatos de Larry Gopnik? Sobra la respuesta, ya que, de haber sido así, los efectos no hubieran sido los mismos y se habría perdido gran parte de la credibilidad aportada por este desconocido actor.
Los directores de «Fargo» vuelven a componer secuencias que sólo podrían salir de sus mentes y nos regalan momentos memorables, como el intento de soborno del estudiante coreano a Larry o los encuentros indescriptibles entre el protagonista y el amante de su mujer. Eso si, esta vez las situaciones son mas realistas que en obras anteriores, sobre todo si nos centramos en sus comedias, por lo general mucho mas rocambolescas. Parece como que quisieran demostrar que pueden sacar petroleo de acontecimientos que podrían sucederle a cualquiera de nosotros en nuestro día a día. Y lo hacen, con la peculiaridad de enmarcarlos en una comunidad judía americana en los años 60. Los Coen aprovechan su ascendencia como justificación para burlarse de las costumbres ancestrales de dicho pueblo y, a su vez, mostrarlas a un público, en su mayoria, ajeno a las mismas.
«Un Tipo Serio» podría catalogarse como una tragedia vestida de comedia. Las diferentes penurias que acontecen a su protagonista, a pesar de ser realmente deprimentes, acaban sacando la sonrisa del espectador gracias a una dirección precisa y un guión muy elaborado. La dirección de actores es, de nuevo, fundamental en el resultado final y en eso los Coen son unos auténticos maestros. Facilitan el trabajo de sus interpretes mediante la escritura de diálogos imprevisibles e ingeniosos, marcando un llamativo ritmo pausado en su dicción, lo cual es clave para la eficacia de los mismos.
No estamos ante una de las obras maestras de la filmografía «coeniana», pero ayuda a recuperar la fé en estos irrepetibles cineastas.
Carlos Fernández Castro