Un lugar tranquilo (A Quiet Place, 2018)
Nota: 7,5
Dirección: John Krasinski
Guión: Scott Beck, Bryan Woods, John Krasinski (Historia: Bryan Woods, Scott Beck)
Reparto: John Krasinski, Emily Blunt, Millicent Simmons, Noah Jupe
Fotografía: Charlotte Bruus Christensen
Duración: 95 Min.
Durante la época del cine mudo, los directores necesitaban recurrir a todo su talento visual para suplir la ausencia del sonido. En lugar de escuchar a los personajes, el público observaba su lenguaje corporal y leía los intertítulos que sustituían sus palabras. Pero llegó el momento, a finales de los años 20, en que incluso los textos desaparecieron de las películas realizadas por esos puristas que creían en el poder ilimitado de la imagen. Entonces llegó The Jazz Singer y el cine cambió para siempre (Chaplin aparte).
De alguna manera, John Krasinski se encomienda a la cinematografía de aquellos tiempos y tiende un puente entre Erich von Stroheim, director de cine mudo que disponía la puesta en escena como si sus películas fueran sonoras, y el cine moderno a traves del empleo de dos constantes del cine silente: los intertítulos y el mutismo de los personajes. Bien cierto es que en el caso del americano las restricciones proceden del guión y no de las limitaciones técnicas, suponiendo, en cierto modo, la asunción de un reto que pone a prueba su talento visual.
En Un lugar tranquilo la tierra ha sido conquistada por unos monstruos que detectan la presencia de cualquier ser vivo a través del sonido. Los humanos no pueden hablar ni emitir ruidos que alerten a sus despiadados depredadores. Todavía no se ha encontrado una manera de combatirlos. Lejos de potenciar la denuncia contra los regímenes totalitarios (limitación de la libertad de expresión, empleo de la violencia) que podría extraerse de su planteamiento, Krasinski se inclina por el drama familiar y, fundamentalmente, por el empleo del suspense.
El impactante arranque del guión se ve refrendado por una dirección que encierra esa tensión inicial entre los cuatro márgenes del encuadre hasta la llegada del fotograma final. Krasinski se revela como un gran creador de atmósferas a partir de la puesta en peligro de un atractivo núcleo familiar que rebosa armonía y ganas de vivir, pero que también arrastra una tragedia pendiente de cicatrizar. Precisamente en estos detalles radica el éxito de un argumento que transcurre bajo la amenaza constante de unos alienígenas letales y guarda en sus entrañas unos conflictos permanentemente a punto de estallar.
No obstante, nos encontramos ante una propuesta que, debido a las fisuras de un guión que se toma ciertas licencias narrativas para lograr sus objetivos, exige un compromiso de credulidad por parte del espectador. En todo caso, estas peculiaridades no empañan el acertado desarrollo argumental de Krasinski, que acaba ramificado la relato inicial en varios afluentes narrativos de cara a potenciar el clímax de su tercio final. Una vez que se produce la diáspora familar, el peligro se multiplica exponencialmente y el film emite su canto a la unidad familiar y remata un discurso basado en el perdón, el sacrificio y la importancia de la comunicación (verbal o no verbal) como herramienta para fortalecer los vínculos afectivos.
Carlos Fernández Castro