Un condenado a muerte se ha escapado (Un condamné à mort s’est échappé) (1956)
Nota: 9
Dirección: Robert Bresson
Guión: Robert Bresson
Reparto: Françoise Leterrier, Roland Monod, Maurice Beerblock, Charles Le Chaince
Fotografía: Leónce-Henri Burel
Duración: 95 Min.
El 15 de mayo de 1956, seis años después de su «Diario de un cura rural», el espiritual Robert Bresson empezaba a rodar el que sería su cuarto largometraje como director: «Un condenado a muerte se ha escapado». Si no conocéis a Bresson o vuestro encuentro no ha sido demasiado afortunado, esta es la película perfecta para darle esa – nueva- oportunidad.
“Un condenado a muerte se ha escapado” cuenta la historia de Fontaine, un soldado de la Resistencia que es detenido por los alemanes en 1943. Tras un intento de fuga, Fontaine es trasladado a una cárcel de Lyon, donde esperará su fatídica sentencia. Como bien explica -de su puño y letra- Bresson en el primer plano de la película, lo que pasó en esa prisión sucedió realmente durante la 2ª Guerra mundial: fueron las memorias del insigne teniente Devingy las que inspiraron al director de “El Dinero”, también encarcelado durante un año en un campo de concentración, para realizar la película.
En este primer plano firmado, el cineasta aclara además que contará la historia “tal como es, sin ornamentos”. Al estilo Bresson. Y es que la sobriedad de la puesta en escena, los planos cortos, los decorados naturales o la mesura de los movimientos de cámara hacen de “Un condenado…” uno de los ejemplos formales más representativos y acertados de la filmografía del francés. Da la impresión de que, con poquísimos elementos, crea espacios de una atmósfera comprimida que solo pueden existir cinematográficamente, creando curiosos vínculos con la austera realidad que está mostrando.
Pese a la importancia que tiene el aspecto estilístico, para Bresson también es fundamental la parte dramática para construir su particular lenguaje cinematográfico; por eso, el contenido va en la misma dirección que la forma: en “Un condenado…” comprobamos que es posible conectar emocionalmente con el espectador sin necesidad de caer en el sentimentalismo, si no simplemente, como afirma Bresson en su “Notas sobre el cinematógrafo”, respetando “la naturaleza del hombre sin querer hacerla más palpable de lo que ella es”. La parquedad en sus palabras o la falta de expresividad de nuestro protagonista no impiden que nos identifiquemos con la dignidad y coherencia con la que actúa. Poder alcanzar esta naturaleza no evidente en sus personajes necesitaba, según Bresson, de actores no profesionales, personas elegidas únicamente para ese papel determinado. Viendo la película da la impresión de que el personaje se impone con autoridad sobre el actor, pero también de que el distanciado trabajo de Françoise Leterrier como Fontaine no lo podría haber hecho nadie más.
La gran presencia de la voz en off de Fontaine es el recurso narrativo clave para alimentar este proceso dramático. De esta manera, el relato, lo que vemos y oímos, pasa casi exclusivamente a través de su filtro. Al igual que en “Pickpocket”, gracias a la voz en off sabemos qué piensa el personaje, lo que ayuda a reafirmar su particular código moral y darle sentido a cada palabra omitida, a cada detalle. El relato en off también evidencia algo que el noticioso título de la película ya adelanta: Fontaine habla como si todo lo que contase ya hubiese pasado; ya sabemos que, ocurra lo que ocurra, logrará escapar de la cárcel. Esta circunstancia es importante porque es la manera que tiene Bresson de decirnos que lo importante de la narración no es el qué pasa si no el cómo pasa.
Esta voz en off es otro ejemplo más del gran dominio del sonido que exhibe la película. El director estaba convencido de la necesaria interacción de la imagen y el sonido en el cine; el diálogo entre ellos y las fórmulas para sustituir uno por otro era una de las obsesiones de Bresson. Si nos fijamos, por ejemplo, en el sonido fuera de campo de “Un condenado…” –los pasos, los golpes, el tren…- podemos comprobar que se utiliza para evocar imágenes mentales y aumentar así la atención y reacción del espectador. La fuga es una clase sobre cómo utilizar esta técnica para crear suspense. Otros sonidos parece que son distinguidos de la forma en la que los escucha Fontaine: algunos más altos, otros más bajos, según la manera en la que afectan al personaje o a lo que está haciendo. Si ponemos la oreja, “Un condenado…”es un continuo viaje perceptivo.
Como muchos otros dramas carcelarios, “Un condenado a muerte se ha escapado” es una película sobre la solidaridad, la dignidad humana y el afán de libertad. La película de Bresson quizás no puede compararse en ritmo o fuerza con otras reputadas obras del género, sin embargo, posee unas cualidades de valor cinematográfico realmente especiales en su aparente sencillez. La gran capacidad artística y técnica de un director en estado de gracia, la convierten en todo un clásico del cine europeo.
Arturo Tena