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Todos queremos algo (Everybody wants some!!) (2016)

Todos queremos algo posterNota: 8,5

Dirección: Richard Linklater

Guión: Richard Linklater

Reparto: Ryan Guzman, Zoey Deutsch, Tyler Hoechlin, Wyatt Russell, Blake Jenner, Jonathan Breck, Glenn Powell, Will Brittain, Taylor Murphy

Fotografía: Shane F. Kelly

Duración: 116 Min.

No siempre es fácil diferenciar entre la representación de la realidad y el discurso autoral que encierra una determinada película. En ocasiones, es menester repasar la filmografía del cineasta en cuestión para alcanzar una conclusión relativamente fiable. Y es que el último trabajo de Richard Linklater gira en torno a un grupo de adolescentes testosterónicos, que están a punto de iniciar una nueva etapa en sus vidas y solo piensan en el baseball, las mujeres, el alcohol y en alardear constantemente de su miembro viril. Instantáneamente surge un interrogante: ¿estamos ante una película machista y dirigida únicamente a un público masculino?

Y la mejor respuesta posible adquiere la forma de una nueva pregunta: ¿Acaso está La vida de Adele únicamente destinada a un público femenino y lésbico? Podríamos afirmar que Richard Linklater retrata un brevísimo lapso de tiempo en la convivencia de un equipo masculino de baseball, pero no exige el carnet de socio al espectador. Como ya había hecho en su trilogía de Antes de…, el director de Slacker desenfunda su microscopio para centrarse en los tres días previos al inicio del curso universitario. Al haber escogido los años 80, resulta inevitable pensar en los protagonistas de Todos queremos algo como sucesores naturales de los de Movida del 76 (Dazed and Confused), y no solo por el relevo evidente entre dos décadas consecutivas, sino por el acontecimiento que domina la tercera película del tejano: el último día de instituto, que enlaza directamente con la etapa definitiva en la vida de un estudiante.

Fotograma de Todos queremos algo

Y todo ello lo hace desde el punto de vista de las desmadradas hormonas de sus protagonistas, por lo que el resultado final desprende una coherencia indiscutible que podría ser confundida con la idealización de esa forma de vida y pensamiento. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. A pesar del enorme carisma de todos y cada uno de sus personajes, la imagen que proyectan hacia el patio de butacas alcanza el patetismo en más de uno de ellos (aquellos que han quedado varados en una época que ya no les corresponde) y exhibe la ausencia de una personalidad definida: durante diferentes fases del film, Jake y compañía asisten a garitos de todo tipo (country, electrónica, punk…) cambiando de indumentaria en cada uno de ellos, como el que aún no ha escogido su camino.

De alguna manera, Linklater realiza un estudio sobre el comportamiento del ser humano en un contexto relativamente hermético. Sin embargo, también insinúa que la suma de los individuos no da como resultado el grupo, como se deduce de aquellas secuencias guiadas únicamente por el punto de vista del personaje principal. Más allá de reflexiones sociológicas, Todos queremos algo es una celebración de la adolescencia, de ese momento en el que estamos autorizados a soñar los sueños más inalcanzables, de esa época en la que las espaldas no sienten el peso de la responsabilidad.

Atrás queda la trascendencia de Boyhood, cuyo protagonista no hubiera encajado en este equipo de baseball tan dado a beber alcohol incansablemente, jugar al destrozanudillos, y a dejar en casa el criterio al salir de marcha. En este trabajo, Linklater se decanta por un ritmo narrativo dinámico, en el que los planos largos ceden protagonismo a un montaje más fracturado y en el que una falsa espontaneidad parece apoderarse de la puesta en escena. En sus planos hay espacio para el desarrollo de todos los personajes, hasta el punto de que el espectador pueda prever sus reacciones en casi todo momento.

Todos queremos algo fotograma

Al igual que el de su hermana mayor (Movida del 76), el guión de Todos queremos algo no destaca en la complejidad de su estructura narrativa o en la variedad de acontecimientos dramáticos que aborda, sino en la construcción de unas situaciones que permiten profundizar en el perfil psicológico de los personajes, por muy básicos que puedan parecer, y en la recreación de una etapa vital muy concreta. Quizás sea la sensación que muchos denominan como el «realmente no pasa nada durante todo el metraje» la responsable de la autenticidad que desprende cada uno de sus planos y de que asistamos a un espectáculo tan corriente en el día a día como atípico en la gran pantalla: la vida de los personajes pasando ante nuestros ojos.

Pero no una vida como la que mostraban Porky’s, Desmadre a la americana u otras cintas similares de adolescentes hiperhormonados, sino uno de los puntos de inflexión en la existencia de un universitario cualquiera. Al dormirse en su primera clase, Jake fuerza el fundido a negro definitivo de Todos queremos algo, dejando la puerta abierta a una tercera entrega del díptico inaugurado por Movida del 76. Y teniendo en cuenta los antecedentes, como la ingenua Antes del amanecer, la agridulce Antes del atardecer y la desasosegante Antes de anochecer, ¿a quién podría extrañarle que esta nueva trilogía fuera completada por una versión bergmaniana y aterradora sobre la transición entre la vida universitaria y la edad adulta?

Carlos Fernández Castro

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