Sicario (2015)

Nota: 7

Dirección: Denis Villeneuve

Guión: Taylor Sheridan

Reparto: Emily Blunt, Benicio del Toro, Josh Brolin, Víctor Garber, Jon Bernthal, Jeffrey Donovan, Daniel Kaluuya

Fotografía: Roger Deakins

Duración: 121 Min.

Durante las últimas décadas, el tráfico de drogas ha sido uno de los principales focos de conflicto entre Estados Unidos y Méjico. Por alguna razón, el cine norteamericano siempre se ha mostrado sospechosamente prudente a la hora de abordarlo. ¿Acaso hay algo que ocultar al respecto? Entre las incursiones más interesantes en este escabroso asunto, destaca ‘Traffic’, la obra que confirmó a su responsable como uno de los cineastas más importantes de su generación.

Pero sería injusto comparar ‘Sicario’ con una película tan ambiciosa y compleja como la dirigida por Steven Soderbergh hace ya quince años. Fundamentalmente, porque difieren tanto en objetivos y estructura narrativa, como en puntos de vista. Más que disipar el oscurantismo en torno a los cárteles mejicanos, o arrojar luz sobre la actividad gubernamental destinada a erradicarlos, el último trabajo de Denis Villenueve hace hincapié en la nebulosa que rodea este particular universo de corrupción y ambigüedad legal.

Desde su primera secuencia, ‘Sicario’ adopta el punto de una agente del FBI que es seleccionada para unirse a una misión especial del gobierno norteamericano, tras haber demostrado su valía en numerosas ocasiones. Contrariamente a lo que suele suceder en este tipo de cine, la protagonista (Emily Blunt) desconoce el objetivo de su misión y la razón por la que ha sido reclutada. En este sentido, la premisa establecida por el guión, y su desarrollo argumental, nos condenan a compartir la absoluta confusión de Kate Macer.

Porque de eso trata ‘Sicario’, de caminar a ciegas queriendo sentir que estás siendo guiado por el camino adecuado pero percibiendo un ligero olor a podrido que te invita a pensar lo contrario. Teniendo en cuenta el resultado, la retorcida estrategia del director canadiense desprende coherencia por los cuatro costados y obtiene la absoluta complicidad del espectador, hasta que el guión retira la venda de los ojos de la protagonista y destierra su pasividad inicial para dar paso a la defensa de sus convicciones. Paradójicamente, a partir de ese momento el espectador es el único que camina entre tinieblas.

Aunque Denis Villeneuve alcance por momentos la intensidad que desprendían sus anteriores trabajos (Incendies, Enemy, Prisioneros) y exhiba su enorme destreza a la hora de modular la tensión argumental y los picos emocionales de sus personajes, no logra mantener la cohesión del conjunto. En ocasiones, debido a la frágil asociación entre sus líneas argumentales, y puntualmente, a causa de cierta confusión narrativa, como la que aflora en los momentos cruciales del último acto.

Aun así, la impetuosa dirección de Villenueve y las extraordinarias actuaciones de su elenco compensan los defectos de ‘Sicario’. Cuando parece que la narración desfallece y no puede seguir apoyándose en el personaje interpretado por Emily Blunt, Benicio del Toro da un paso adelante para asumir el control de una de las secuencias más arrolladoras de la película y erigirse en su auténtico protagonista. Precisamente, esa alternancia entre el personaje pasivo de Blunt y el secundario activo de del Toro que deviene en la estrella de la función, es uno de los ases que el director saca de su manga para ganar definitivamente la partida.

Podríamos considerarla como una película de acción más, e ignorar las denuncias y reflexiones que contienen sus imágenes. Pero ‘Sicario’ es una llamada de atención realmente potente al pueblo norteamericano en particular y al resto del mundo en general, y no solo sobre el problema del narcotráfico: ¿qué hacen nuestros gobiernos en nombre de sus ciudadanos, por qué, y cómo lo hacen? Exigirán nuestra confianza ciega, pero nunca responderán estas preguntas.

Carlos Fernández Castro