Primera Victoria (In Harm’s Way) (1965)
NOTA: 8,5
Dirección: Otto Preminger
Guión: Wendell Mayes (basado en el libro de James Bassett)
Reparto: John Wayne, Kirk Douglas, Patricia Neal, Tom Tryon, Dana Andrews, Henry Fonda
Fotografía: Loyal Griggs
Eran las 18:30 de una tarde cualquiera del mes de mayo cuando me disponia a comprar una entrada para ver la pelicula «Canino» de un director griego cuyo nombre no me atrevo a escribir. A mi peticion, la taquillera respondio con cara de quien repite una frase constantemente y voz un tanto repelente: «El horario del periodico esta equivocado, la pelicula ha comenzado hace 10 minutos». Por supuesto me retire de la taquilla indignado, con el mal humor propio de quien ve sus planes trastocados y tome la direccion a casa, no sin antes pasar por la filmoteca; era la ultima opcion para no volver con las manos vacias. La suerte me sonrio o por lo menos me mostro una cara mas amable, ya que en 5 minutos pasaban una pelicula de Otto Preminger llamada «Primera Defensa» de la cual habia oido hablar, pero no habia visto.
Se trataba de Otto Preminger, director de genialidades como «Laura», «Anatomía de un Asesinato», «Tempestad sobre Washington» o «Cara de Ángel» y en el reparto figuraban estrellas de la talla de John Wayne y Kirk Douglas. Con esta información, a pesar de no ser gran amante del cine bélico, me hice con una entrada y entré a la sala con cierta desconfianza.
150 minutos mas tarde mi conclusión fue la siguiente:
Enmarcar «Primera Defensa» en el apartado de cine bélico sería injusto e inexacto a partes iguales, ya que es una película en la que los personajes tienen bastante mayor importancia que la acción. Evidentemente hay secuencias de guerra, muy logradas por cierto, pero que no ocupan el grueso del metraje. Preminger, como en ocasiones anteriores en su reconocida filmografía, se centra en las relaciones interpersonales y moldea unos personajes de una gran complejidad con éxito rotundo.
Se suponía que tan abultada inversión estaba destinada a la realización de una obra que ensalzara los valores patrióticos, pero éstos quedan en un clarísimo segundo plano en favor de una historia de amor, una amistad en la cuerda floja y una relación paterno filial conflictiva. Sospecho que debido a la gran calidad del producto resultante, los productores de turno no pusieron el grito en el cielo. Hubiese estado justificado, ya que, al fin y al cabo, la película marcaba el fin de una era, siendo la última cinta de gran presupuesto rodada en blanco y negro y Panavisión.
Y hablando de Panavisión, mención especial a la gran utilización que realiza el director austriaco del formato panorámico, aprovechando cada milímetro de cada plano para aportar información útil al espectador.
Preminger cuenta una preciosa y elaborada historia de amor con una sensibilidad propia de un genio, huyendo de la inmediatez propia de la época en esas materias. Por supuesto el mérito también es atribuible al magnífico trabajo de John Wayne y Patricia Neal. El primero realiza una de sus mejores interpretaciones. Su naturalidad traspasa la pantalla; parece que no estuviera interpretando, sino dejándose llevar simplemente. Rebosa carisma, transmite emociones como nunca en su carrera y dice sus líneas de diálogo con una convicción aplastante. Respecto a la segunda, ya había dejado constancia de su talento en películas como «El Manantial» (The Fountainhead) o «Hud» y aquí vuelve a hacer lo propio, aportando una especial ternura y calidez a su relación con el Capitan Torrey.
En definitiva, la película se pasa volando, gracias al magnífico ritmo que logra imponer el director austriaco. Su gran interés radica en los temas que aborda, tales como los límites de la amistad, la culpabilidad y la redención de un padre que se ha despreocupado de su hijo durante gran parte de su vida. Tampoco hay que dejar de lado el interesantísimo confflicto bélico en que esta integrado el argumento; nada mas y nada menos que el contra-ataque del ejército americano frente a la ofensiva nipona en Pearl Harbour en la II Guerra Mundial. Preminger, como observador externo, da pinceladas muy acertadas sobre el estado anímico de la sociedad americana en aquel momento tan crítico.
Gran dirección, grandes interpretaciones y gran guión:
Capitan Torrey : «Las guerras son siempre libradas por militares asustados»
Comandante Powell: ¿eres tú uno de ellos?
Capitan Torrey: Sí
Carlos Fernández Castro