Pride (2014) cuando los mineros salieron del armario
Nota: 7
Dirección: Matthew Warchus
Guión: Stephen Beresford
Reparto: Ben Schnetzer, Monica Dolan, George MacKay, Bill Nighy, ANdrew Scott, Imelda Staunton, Dominic West
Fotografía: Tat Radcliffe
Duración: 120 Min.
Una noticia de hace cinco minutos es inmediatamente historia, como el valor de un coche recién salido del concesionario. Vivimos la tiranía de la rabiosa actualidad. Algo que no vende, no existe. Y aunque parezca mentira, estas leyes de caducidad han hecho mella en acontecimientos tan relevantes como los relatados en ‘Pride‘: a principios de los años 80, una asociación londinense de gays y lesbianas deciden ofrecer su apoyo a los mineros galeses. Solidaridad, generosidad, tolerancia y comprensión son palabras preciosas que rara vez se materializan en hechos; y por esta misma razón, la segunda película de Matthew Warchus es tan valiosa.
Es posible que su calidad cinematográfica no sea especialmente significativa. Y no seré yo quién alabe su cuestionable tendencia a la lágrima fácil. Tampoco aplaudiré una segunda mitad, que pone en peligro la credibilidad de lo expuesto en la primera hora de metraje. Pero me niego a rechazar una película que transmite semejante vitalidad, y es capaz de hacerte soñar con un mundo mejor.
Porque ‘Pride’ tiene chispa y contagia entusiasmo desde sus primeros compases. Sus canciones apelan exitosamente a la nostalgia, mientras que su mensaje despierta el revolucionario que todo espectador lleva dentro. Pero por encima de todo, el secreto de su éxito radica en la habilidad de Matthew Warchus para gestionar una combinación aparentemente explosiva, ya que el colectivo de gays y lesbianas no parece el más apropiado para apoyar las reivindicaciones de los mineros galeses. ¿O tal vez sí? Si nadie protege tus derechos, ¿quién mejor para ayudarte que quién se encuentra en tu misma situación?
Y es que la película británica no solo saca el máximo provecho del clásico «a veces la realidad supera a la ficción», sino que también denuncia los malditos prejuicios que suelen cimentar las opiniones más injustificadas. Evidentemente, estamos ante una recreación dulcificada de lo que verdaderamente ocurrió allá por los 80 en un Reino Unido gobernado por la Dama de Hierro. Porque ‘Pride’ no es un documental. La narración de los hechos reales viene acompañada de numerosas maniobras para ensalzar las emociones del espectador: conflictos personales, salidas del armario, sentimientos reprimidos, hermanamientos insospechados, y muy buenas (demasiado, diría yo) intenciones.
Asimismo, el humor está presente a lo largo de todo el metraje, aliviando la tensión de situaciones comprometidas y de un momento histórico especialmente oscuro. Consciente de esta circunstancia, Matthew Warchus recurre al uso del color para impregnar sus planos de un optimismo arrollador. ‘Pride’ decide ignorar el lado oscuro del ser humano para mostrar su ilimitada capacidad para hacer el bien y empatizar con el prójimo. Todo un derroche de ingenuidad por parte de su director, que cumple al dedillo las normas no escritas para realizar una «feel good movie» ejemplar.
A estas alturas del S. XXI, resulta frustrante que necesitemos reivindicar los derechos de gays y lesbianas. En este sentido, ‘Pride’ cumple su objetivo sobradamente. Estamos ante una buena película social, una aceptable comedia, y un drama irregular que funciona admirablemente cuando no se desvive por conmover al espectador. Especial atención a un excepcional reparto, liderado por los enormes Bill Nighy, Imelda Staunton, Dominic West (impagable baile que se marca el McNulty de The Wire), y Paddy Considine.
Carlos Fernández Castro