Phoenix (2014)
Nota: 8,5
Dirección: Christian Petzold
Guión: Christian Petzold, Harun Farocki (Novela: Hubert Monteilhet)
Reparto: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Uwe Preuss, Nina Kunzendorf, Michael Maertens, Imogen Kogge
Fotografía: Hans Fromm
Duración: 110 Min.
Ser alemán durante la Segunda Guerra Mundial tuvo que ser una experiencia difícil de superar. Apoyaras o no el régimen nazi. Pero ser alemán y judío era prácticamente sinónimo de perder la vida y la de tus seres queridos. Si además no eras creyente y considerabas tu condición religiosa como un mero accidente, es posible que jamás volvieras a «soportar las canciones alemanas», tal y como afirma la protagonista de la séptima película de Christian Petzold.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis arrasan la vivienda de Nelly y matan a toda su familia. Gracias a la ayuda de una amiga, logra escapar de un trágico final. Su cara es irreconocible por las heridas, pero ha heredado lo suficiente como para someterse a una operación de cirugía estética y mantener un rostro vagamente similar al que una vez tuvo. Cuando se recupera, le comunican que su marido aún vive. Pero también le aseguran que fue Johnny quién le traicionó y le entregó a los nazis. Nelly no quiere creer esta versión y confía en la reconstrucción de su matrimonio.
Christian Petzold recurre a la Alemania de posguerra para contar una historia de amor que escapa del déjà vu, y al mismo tiempo desprende un delicioso aroma a cine clásico. Haciendo gala de un exquisito gusto cinematográfico, el cineasta germano se basa en ‘Vértigo’, de Alfred Hitchcock, y ‘En Bandeja de Plata’, de Billy Wilder, para cimentar la base de su argumento. A priori, se trata de dos películas que nada tienen que ver con el particular contexto en el que se desarrolla ‘Phoenix’, pero cuyos leit motifs ofrecen un excelente marco dramático sobre el que construir una película tan fascinante como emocionalmente enfermiza.
Más allá del maravilloso ejercicio de cinefilia que representa ‘Phoenix’, estamos ante un extraordinario estudio del comportamiento humano ¿Y qué otro factor, sino el amor, convierte en imprevisibles nuestras decisiones? A lo largo de sus 110 minutos de duración, asistimos a una insoportable lección de suspense: Petzold alimenta la fe del espectador a través de la inquebrantable voluntad de Nelly, mientras que, al mismo tiempo, le mantiene alerta ante la incertidumbre de la posible traición de Johnny.
Fiel a las consignas de su admirado Hitchcock, Petzold mantiene la atención sin recurrir al engaño. Sin embargo, no le tiembla el pulso a la hora de utilizar un buen puñado de mentiras para tejer la tela de araña que envuelve a sus protagonistas: Johnny quiere heredar la fortuna de Nelly, pero se divorció de ella al saber de su muerte; por esa misma razón quiere que Ester (así se presenta la Nelly reconstruida) copie los movimientos, la escritura, e incluso el peinado de su exmujer y finja una reaparición «de entre los muertos»; ella quiere pensar que puede volver a conquistar a su marido, a pesar de que Johnny ni siquiera le reconoce. Pero la sombra de la traición se interpone entre el presente y el pasado.
Gran parte del éxito de ‘Phoenix’ reside en su magnífico guión, que adapta ‘Regreso de las Cenizas’, una de las novelas más conocidas del escritor francés Hubert Monteilhet. Habida cuenta de los escasos personajes y localizaciones que contiene su argumento, la profundidad psicológica de los protagonistas y la dosificación del suspense se erigen en los ingredientes fundamentales de esta sencilla receta. Petzold marca los tiempos de una manera magistral, de manera que cada secuencia es una sucesión lógica de la anterior, y avanza inexorablemente hacia un desenlace que, como Nelly, deseamos y tememos a partes iguales. Asimismo, Nina Hoss y Ronald Zehrfeld consiguen dar cuerpo a una cantante y un pianista
‘Phoenix’ marca la frontera entre el deseo y la incertidumbre propia del destino. Al igual que una Alemania derrotada, Nelly intenta resurgir de sus cenizas y recuperar el tiempo perdido, volver a cantar al son del piano de Johnny. Y es precisamente la música, presente a lo largo de todo el metraje, la que da pie a uno de los finales más conmovedores de los últimos tiempos. Christian Petzold cierra su narración con la elegancia de un virtuoso, mientras que el espectador contiene las lágrimas, aguanta la respiración, y se hace a la idea de que acaba de ser condenado a recordar esta película durante mucho tiempo.
Carlos Fernández Castro