Paraíso: Amor (Paradies: Liebe) (2012)
Nota: 6’5
Título: Paraíso: Amor
Director: Ulrich Seidl
Reparto: Margarete Tiesel, Inge Maux, Peter Kazungu, Gabriel Mwarua, Carlos Mkutano
Fotografía: Edward Lachman, Wolfgang Thaler
Duración: 121 min.
Esta crítica no pretende hacer que vayas o no vayas a ver ‘Paraíso: Amor’. Solo avisarte de que acudas al cine con el estómago bien vacío. Y no por el tipo de asco de cintas como ‘The human centipede’, ‘Saw’ o ‘Closer’. Para nada. Esta es una grima tan humana que cuesta creérsela. Es un retrato interesante y veraz de lo puta que puede ser la vida a ciertas edades, pero no por ello menos pretencioso y embaucador.
Ulrich Seidl -guionista y director- no se corta un pelo a la hora de perfilar a una mujer cincuentona, obesa, sin pareja, ama de casa y con una hija tarada que solo piensa en su teléfono móvil. Está deprimida y más sola que la una, por lo que decide irse a la costa africana a encontrarse a ella misma en el paraíso que prometen sus playas. La libido se le dispara cuando ve a tanto moreno musculoso ofreciéndole compañía, tentación a la que pronto sucumbe animada por otras “solteronas” como ella. Señoras igual de abandonadas y con la misma necesidad de olvidarse de la desesperante rutina. El claro mensaje es que no hay nada de malo en echar una canita al aire, que una determinada estética no debe privarnos del placer.
Todo va como la seda hasta que el instinto salvaje se transforma en mera pornografía. Las imágenes simplemente no pueden ser más crudas. Pasan las escenas y ya no sabes si estás viendo una novedad cinematográfica o una improvisación constante de sexo näif repulsivo, provocativo e innecesario. Los planos secuencia se alargan hasta la arcada, el lenguaje del guión es más lento y sórdido por momentos, y el drama solo parece buscarse a costa de sudor y gatillazos. A estas alturas uno ya está curado de espanto con tanto cine low cost grotesco, por lo que no es ni mucho menos molestia lo que siento al ver en pantalla esa sinceridad de la carne. Es la sensación de que el austriaco no necesitaba rebuscar tanto en el fango para emocionar al espectador, pues la sola historia de la mujer abandonada (y engañada) sería capaz de hacer llorar a un pedrusco…
Abusa también del exceso de confianza que se genera al principio entre el público y la protagonista. Sería inhumano no identificarse con ella cuando huye del malestar de su hogar en la fría Austria, pero su obsesión acaba desbordando por completo al personaje. Básicamente si el director pretendía hacer de la parte un todo no lo ha conseguido. Muchas personas están solas en la vida, incluso sin familia ni amigos y no por ello se van a copular a toda costa a un safari. No me identifico con esa mente neurótica y viciosa. No te creo Ulrich Seidl.
Manu Sueiro