Ötzi, el hombre de hielo (Der Mann aus dem Eis, 2017)
Nota: 6
Dirección: Felix Randau
Guión: Felix Randau
Reparto: Jürgen Vogel, Susanne Wuest, Andre Hennicke, Sabin Tambrea, Martin Schneider
Fotografía: Jakub Bejnarowicz
Duración: 97 Min.
En 1991 dos alpinistas alemanes descubrieron en los Alpes de Ötzal, en la frontera austriaco-italiana, a 3.200 metros de altitud, la momia de un hombre que los expertos han considerado con una antigüedad de unos 5.300 años. La sorpresa ha sido lo bien conservado que estaba el cadáver y se ha difundido mucho el hallazgo, aunque realmente no suponga una aportación relevante para la ciencia.
A partir de este suceso, el guionista y director Felix Randau fabula con una historia donde busca recrear el vestido, la vivienda, los útiles de pesca y caza… hasta el supuesto idioma de los contemporáneos de la momia bautizada como Ötzi. El guion prácticamente se limita a contar una historia de venganza: con su bebé superviviente a cuestas, Ötzi emprende la búsqueda de los asesinos que mataron a su mujer y a dos hijos e incendiaron sus cabañas, además de robar una enigmática pero preciada caja. El espacio de alta montaña adquiere protagonismo como lugar inhóspito y desapacible para una lucha por la vida y por la supervivencia que no resulta fácil. El espectador queda sobrecogido por ese espacio, mucho más que por la decepcionante propuesta de Randau.
Y es que el abajofirmante se pregunta qué película podía hacerse a partir de la noticia del periódico del hallazago de la momia alpina. Se ha optado por una especie de nueva versión de En busca del fuego (1981) que muestra a unos humanos más evolucionados, tanto en el uso de la violencia y la agresividad sangrientas como en la capacidad de empatizar con los semejantes. Pero que no añade nada y nos deja bastante fríos a la hora de recurrir a un esquema tan manido como la historia de venganza. Uno esperaría un tipo de docudrama que recrease con mayor detalle el modo de vida, relaciones familiares y sociales, creencias… de los humanos de la Edad del Cobre. O, en otro sentido, algún modo de ensayo antropológico —quizá con el formato de falso documental— que abundara en elementos comunes de la condición humana que nos igualan a Ötzi.
Al final, el espectador sale convencido de que, sin que sirva de precedente, un buen making off de esta película, dando cuenta de las investigaciones de preproducción, la documentación sobre el vestido o la comida, el rodaje en la alta montaña, los trabajos de ambientación y caracterización, etc. habrían de ser mucho más interesantes que la propia película, que se ha quedado en un terreno de nadie que nos deja bastante insatisfechos.
José Luis Sánchez Noriega