Nebraska (2013)
Nota: 9
Dirección: Alexander Payne
Guión: Bob Nelson
Reparto. Bruce Dern, Will Forte, Stacy Keach, June Squibb, Bob Odenkirk, Missy Dotty, Kevin Kunkel
Fotografía: Phedon Papamichael
Duración: 115 Min.
Después de los siete años que separaron «Entre Copas» y «Los Descendientes», todo indicaba que íbamos a necesitar mucha paciencia hasta poder disfrutar el nuevo trabajo de Alexander Payne. Afortunadamente, el director americano encontró, en un brevísimo espacio de tiempo para lo que en él es habitual, un nuevo guión afín a sus inquietudes artísticas. En «Nebraska», las señas de identidad de su cine vuelven a ser nítidamente identificables, y su famoso toque agridulce permanece intacto. Sin embargo, se aprecia una madurez en su estilo narrativo que convierte «Nebraska» en un trozo de realidad tan tierno como doloroso.
La última creación de Alexander Payne cumple algunos de los requisitos más infalibles para pasar desapercibida: su ritmo no es trepidante, los sucesos que en ella se narran no son extraordinarios, su protagonista no es famoso, joven, o atractivo, y su estructura no es convencional. Evidentemente, todo es cuestión de actitud y ausencia de prejuicios. En condiciones favorables, «Nebraska» es una de esas películas que entran en tu vida sin hacer mucho ruido, y se mete debajo de tu piel sin que puedas hacer nada para evitarlo.
El personaje interpretado por Bruce Dern no tiene un pasado del que sentirse orgulloso. En su día a día, carece de cualquier tipo de motivación. De repente, gana un premio de un millón de dólares, o eso es lo que cree, y decide ir a cobrarlos a Nebraska; con ellos, podrá comprar una nueva furgoneta y hacerse con un nuevo compresor. Alexander Payne muestra la vejez con inmensa elegancia, y exhibe un conmovedor respeto hacia su protagonista. A pesar de su aparente sencillez, «Nebraska» contiene un torrente de emociones que si no son apreciables en la superficie, sí pueden ser fácilmente percibidas al profundizar en las motivaciones de sus personajes.
El viaje en coche y el premio, que todos identificamos como un típico engaño publicitario para atraer la atención, no son más que excusas argumentales para articular la narración. Los temas que verdaderamente preocupan al director son el retorno a un mundo plagado de recuerdos, la cicatrización de viejas heridas, la recuperación de la dignidad, el renacimiento de una relación paterno filial, que había quedado reducida en los últimos años al vínculo sanguíneo… Como suele suceder en las grandes obras, el guión y la dirección huyen del exhibicionismo para reclamar un visionado activo por parte del espectador. Payne aprovecha el camino para ofrecer una serie de pinceladas críticas sobre la sociedad rural americana, y reflejar la codicia del ser humano cuando el dinero interfiere en las relaciones de amistad o familiares.
También hay sitio para los homenajes en este drama. El blanco y negro que domina la fotografía de Phedon Papamichael, podría interpretarse como un guiño al de «El Hombre que Mató a Liberty Valance», otra película en la que el pasado, subrayado por el empleo de este recurso, también detenta el protagonismo absoluto. La infinita gama de grises que aporta esta bicromía, hace juego con la ambigüedad de unos personajes alejados del maniqueísmo habitual que propone el cine americano, y con la dificultad a la hora de señalar el género de la película. Payne es capaz de combinar drama y comedia con la misma naturalidad con la que, en la vida real, los momentos de tristeza dan paso a situaciones cómicas.
Por último, destacar las interpretaciones de Bruce Dern y June Squibb: sencillamente magistrales. Ambos aportan una dignidad a sus personajes, que los hacen más creíbles y cercanos al espectador. Todo un despliegue de facultades, que merecería un reconocimiento más allá de la pertinente nominación al Oscar; aunque en este caso concreto, podríamos decir que lo importante no es el premio, sino el camino que han recorrido para aspirar al mismo.
«Nebraska» es ese tipo de películas que te habla al oído dulcemente, sin grandes alardes o sorprendentes confesiones. Cuando quieres darte cuenta, has caído en su hechizo, y no te queda más remedio que entrar en su juego. La última joya de Alexander Payne no es sólo una road movie al estilo clásico, sino también un viaje emocional al pasado, que ofrece a su protagonista la oportunidad de hacer las paces con el presente. Porque mirar atrás tiene muy mala prensa, pero a veces te permite mirar hacia delante con dignidad.
Carlos Fernández Castro
esta pelicula es una joya!!