Blog de Cine

Mister Arkadin (1955)

Nota: 7,5

Dirección: Orson Welles

Guión: Orson Welles

Reparto: Robert Arden, Orson Welles, Paola Mori, Akim Tamiroff, Michael Redgrave, Patricia Medina

Fotografía: Jean Bourgoin

Duración: 100 Min.

Dicen las malas lenguas que si Charles Foster Kane había construido un teatro de la ópera a mayor gloria de su amante, el propio Orson Welles compondría Mister Arkadin para el lucimiento de Paola Mori, con quien se había casado en el mismo año de estreno del filme. Por continuar con el paralelismo, si Charles Foster Kane aspiraba a subyugar los designios de la civilización a fuerza de dólares mientras que por el contrario se veía impotente para recuperar su infancia perdida, Gregory Arkadin (Welles, como en aquella) aparece por su parte como el dueño y señor del destino de sus semejantes al mismo tiempo que persigue con desesperación la única cosa que es incapaz de controlar: su incierto pasado, su identidad auténtica.

Autor mayestático que a lo largo de su carrera libraría una enconada lucha por su independencia artística y por la obtención de una financiación siempre humillantemente condicionada y nunca ajustada a su pasión como cineasta, no es de extrañar que Orson Welles descerrajase furibundas críticas contra el absurdo del poder y el solitario vacío que se esconde tras la insaciable ostentación monetaria y material. Años de desgaste y desencanto e interminables combates entre generosa ilusión y prosaica codicia otorgan la suficiente altura moral y filosófica como para deliberar con justificada crudeza a propósito de los zafios e insensibles mecanismos que rigen el mundo.

Aunque con matices diferenciales –la extracción étnica eslava, el empleo frío y sin edulcorantes del crimen y la maldad como herramientas con las que conseguir sus fines-, Míster Arkadin presenta como Ciudadano Kane un renovado estudio acerca de la corrompida sociedad capitalista a través del retrato de uno de sus prohombres; un triunfador que, a pesar de sus métodos odiosos e implacables, posee un innegable magnetismo personal –curiosamente, sucede lo contrario con el protagonista, Guy Van Stratten, un buscavidas de tres al cuarto encarnado en un vociferante e insoportable Robert Arden-.

“Es un producto de estos tiempos de disolución moral y crisis, un hombre que en otra época hubiera arrasado Roma o le hubieran colgado por pirata”, se dirá sobre el infame Arkadin, para quien “el dinero es su droga” y que sobresale de la mugre de los bajos fondos en los que se hunden sus raíces por la simple cuestión de que “aquellos que ganan dinero de verdad no son considerados criminales, ya que la criminalidad no es un problema ético, sino de clase social”.

Perlas descorazonadoramente vigentes que se atreve a desprender un guion denso, iracundo y vitriólico que, por supuesto, se firmaría fuera de unos Estados Unidos susceptibles en los años cincuenta hacia cualquier ataque contra el sistema socioeconómico occidental, con Welles amparado en este caso por un variado grupúsculo de productores europeos que, desconfiados frente a los plazos de entrega del realizador americano, la conclusión cierta del mismo filme y la rentabilidad de su inversión, procederían a secuestrar copias particulares del metraje, hecho que daría lugar a la aparición de siete versiones distintas del montaje e incluso un título alternativo para la película, Confidential Report. La que aquí se comenta es la denominada “Corinth version”, considerada por los expertos la más fiel a las intenciones iniciales del director hasta el estreno en 2006 de una última reedición de 106 minutos.

Sea como fuere, el libreto, confeccionado a partir de un par de seriales radiofónicos basados en el personaje de Harry Lime –el resbaladizo contrabandista de El tercer hombre-, propone un juego de engaños que gravita entorno a la monumental figura de Arkadin por medio de tres enigmas iniciales: la situación ‘in media res’ desde donde parte la trama, los dos nombres susurrados por un individuo acuchillado en el puerto de Nápoles y los turbios orígenes de la fortuna del magnate ruso, investigados por Van Stratten a petición del propio Arkadin con la excusa de un diagnóstico de amnesia y sus posibles consecuencias negativas para la obtención de un jugoso contrato que comporta la construcción de dos bases militares norteamericanas en Portugal.

Se trata, en definitiva, de constantes recurrentes del cine de Welles, como el conflicto entre identidad y verdad, apariencia y engaño –El extraño, La dama de Shanghai, Campanadas a medianoche, Una historia inmortal, Fraude-; entre poder e impotencia, entre la determinación de coronarse como centro rector del universo y la frustración como signo eterno e inapelable del hombre –Ciudadano Kane, El cuarto mandamiento, Macbeth, Otello, Sed de mal, Una historia inmortal-.

Se perciben en la obra algunas incoherencias argumentales -¿qué le importa a Arkadin que el ejército americano averigüe sus desmanes pasados cuando bien conocidas son sus tropelías presentes?- y una leve estridencia en los irónicos y desmitificadores insertos de humor, además de que, como referíamos en párrafos anteriores, las pírricas condiciones de rodaje terminaría por afectar a la estructura narrativa de la historia, que sufre cierto estancamiento en el desenlace. Sin embargo, la fuerza arrolladora de Welles desde la dirección, la escritura y la interpretación –otra intensa y grotesca máscara para su colección- es capaz de insuflar vida a su criatura.

Mister Arkadin es probablemente la película más frenética del genio de Wisconsin. Su acelerado montaje, repleto de cortes y planos de escuetísima duración, imprime un ritmo nervudo y vertiginoso al desarrollo del relato, dibujado a través de imágenes que coquetean con el delirio, el onirismo y la irrealidad. El errático y asfixiante homicidio en Nápoles bebe de las fuentes de un expresionismo alemán que Welles llevará a su éxtasis definitivo en Sed de mal. Composiciones oblicuas e inestables –la secuencia del camarote como punto álgido- que describen la retorcida moral de los personajes; imposibles contrapicados para transformar a Arkadin en una imponente mole humana, un ogro semejante en grandiosidad al regio castillo español que constituye el corazón de sus dominios –el alcázar de Segovia, expuesto en los fotogramas del mismo modo que el desopilante Xanadú de Kane-. Arriesgadas y certeras decisiones estilísticas que revelan el talento y la intuición visual de Welles, innegociable frente a los embates económicos que esclavizaban sus inagotables y fervorosos proyectos y quimeras.

Mister Arkadin es, de nuevo, una película que muestra un potencial abrumador y una modernidad arrolladora en su mensaje y en su forma. Mister Arkadin es, de nuevo, una obra no del todo satisfecha.

Víctor Manuel Rivero

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , ,

1 Comentario

Trackbacks

  1. Mister Arkadin | elcriticoabulico

Escribe un comentario