Las guardianas (Les Gardiennes, 2017)
Nota: 6,5
Dirección: Xavier Beauvois
Guidon: Xavier Beauvois, Frédérique Moreau, Ernest Pérochon
Reparto: Nathalie Baye, Iris Bry, Olivier Rabourdin, Laura Smet, Yann Bean, Cyril Descours, Ophélie-Marion Debiais
Fotografía: Caroline Champetier
Duración: 134 Min.
No cuesta mucho trabajo adivinar la materia novelesca detrás de este largometraje: aunque bien narrado, el espectador presumirá, con razón, que hay apuntes, subtramas y digresiones que necesitarían un mayor desarrollo, lo que la novela puede hacer sin problemas, pero que encuentra mayor dificultad en la película, ya de por sí con un metraje generoso de dos horas largas.
Beauvois tiene talento –la espléndida De dioses y hombres nunca pudo ser fruto del azar- y le saca partido al material narrativo, pero está lejos de fascinar al espectador, de implicarlo con determinación en los avatares de los personajes, como requiere el género melodramático en el que, a fin de cuentas, se ubica Las guardianas. Filme de mujeres, la sensibilidad actual sobre esta perspectiva puede beneficiar a un relato que –también- es la guerra contada desde las mujeres de la retaguardia que tuvieron que hacerse cargo de las granjas, asumir los trabajos físicos más duros de la cosecha o la atención al ganado, y mantener el tipo como madres o esposas esperando las malas noticias del familiar capturado por el enemigo, herido o muerto “por la patria”. No hay heroísmo en esa resistencia, más bien resignación y voluntad de sobrevivir.
El relato se toma su tiempo en decantarse por la intriga melodramática cuando la criada Francine se enamora del hijo (Georges) de la dueña de la explotación en contra de los intereses de ésta (Solange: una contenida y excelente Nathalie Baye); antes llegan algunos sucesos, como un hijo hecho prisionero por los alemanes y otro muerto. Y, sobre todo, el relato pormenoriza, con pausadas descripciones de diálogos escasos, sucesos en la granja con las labores del campo, la atención al ganado, la modernización con nuevas máquinas… en fin, toda la vida de una aldea donde las mujeres han tenido que sacar adelante el trabajo porque los hombres marcharon a la guerra.
Apenas hay juicio sobre el trasfondo bélico o sobre la sociedad del cuarto lustro del XX, con sus diferencias de clase –más marcadas en el ámbito rural- y el proceso de modernización que se está viviendo. Incluso la materia melodramática estricta queda un tanto enfriada (no se explican los sentimientos de George, por más que crea en una posible infidelidad de Francine) en una historia que, a la postre, deja poca huella en el espectador, aunque se vea a gusto y esté bien ambientada.
José Luis Sánchez Noriega