Las consecuencias (2021)
No siempre es evidente que haya que sacar a la luz los demonios familiares; no está nada claro que ello comporte un proceso de catarsis necesario para restañar heridas sin que, como se enuncia en el título de este relato, conlleve sus “consecuencias”. Esta viene a ser la tesis del interesante drama familiar Las consecuencias, segundo largometraje de la también escritora y productora hispano-venezolana Claudia Pinto Emperador.
La costa escarpada de una isla canaria, con una casa por reconstruir entre la playa de arena negra y los acantilados de roca volcánica, resulta un escenario a la vez fascinante y terrible, dualidad que bien puede aplicarse a los sentimientos con que los miembros de la familia se sitúan unos respecto a los otros. Allí llegan César, su nieta Gaby y la madre de ésta, Fabiola, una mujer traumada por un accidente submarino en que perdió la vida su marido. César está separado y abandonó a su hija tiempo atrás; Gaby es una chica que vive las contradicciones y pulsiones de la adolescencia; y Fabiola guarda recuerdos confusos de su infancia, cuando su abuelo jugaba con ella en la playa. A más distancia se encuentran dos mujeres, también heridas por el pasado: Teresa, esposa de César y madre de Fabiola que se siente traicionada por esta, y la hermana de César, que lleva tiempo sin hablar con él.
En la secuencia inicial se cuenta el accidente en una inmersión de buceo de Fabiola y su marido; el espectador pensará, en buena lógica, que la historia central será la recuperación de esta mujer, con secuelas psíquicas por ese suceso. Sin embargo, la historia va mucho más allá y en la estimable última media hora se desatan unos demonios familiares ante los que cada personaje trata de defenderse o de manejar como puede. (Perdone el lector por no ser más explícito para no arruinarle la intriga).
Se plantea, entonces, en qué medida hay que conocer el pasado y las interioridades de las personas queridas; sobre todo, cuando ese conocimiento abre nuevas heridas o lleva a la distancia insalvable. También plantea la película —y es un debate nada menor— cómo comportarse ante una persona inocente en los hechos (su conducta no supone ningún delito ni reproche moral) pero con pulsiones o deseos que nos llevan espontáneamente a su criminalización.
Con ser una obra estimable, a mi juicio hay en Las consecuencias un desequilibrio notable, pues tarda mucho en llegar al conflicto narrado y cuando éste se desvela no ofrece el desarrollo dramático que el espectador espera. Es decir, se maneja mal el tiempo, dedicándose sólo una tercera parte a lo que debería ocupar el grueso del relato. En todo caso, la dirección de actores, ambientación, localizaciones, música o fotografía se revelan con imaginación y consistencia, y en buena medida salvan el guion inmaduro.
José Luis Sánchez Noriega