La Juventud (Youth) (2015)
Nota: 6,5
Dirección: Paolo Sorrentino
Guión: Paolo Sorrentino
Reparto: Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano, Jane Fonda, Tom Lipinski
Fotografía: Luca Bigazzi
Duración: 118 Min.
‘Voy a hacer una película a lo Fellini’ debió pensar Paolo Sorrentino al acometer la arriesgadísima filmación de ‘La Gran Belleza’. Quizás no fueran las palabras exactas, pero el homenaje a su gran ídolo sobrevolaba cada uno de los planos de su anterior trabajo. Si en aquella ocasión resultaba admirable su actitud desafiante y victoriosa frente a un abismo en el que aguardaban las fauces del ridículo más espantoso, ‘La Juventud’ supone el paso en falso que le ha hecho perder no sólo el equilibrio sino también algo de su bien ganada credibilidad. El tropiezo ha sido importante, pero no lo suficientemente grave como para dar por muerto a un cineasta que sigue empeñado en buscar su propia personalidad, sin perder de vista la historia del cine italiano.
En esta ocasión, las referencias a ‘Ocho y Medio’ son evidentes, así como también se percibe la huella de la inimitable ‘Amarcord’. Mientras tanto, desfilan por la pantalla una serie de reflexiones que, aún siendo objeto de un buen planteamiento, carecen de la cohesión exigible a una película qué pretende construir un universo propio y encerrarlo entre las cuatro paredes de un lujoso balneario. Mediante esta limitación, el director se siente legitimado para explorar el mundo imaginario de sus personajes, una excusa perfecta para dar rienda suelta a sus ambiciones estéticas y justificar la alternancia narrativa entre fantasía y realidad.
A través de sus dos protagonistas, ‘La Juventud’ muestra dos formas diferentes de afrontar la vejez y mirar la vida por el espejo retrovisor. Fred (Michal Caine) es un prestigioso director de orquesta, que vive un retiro voluntario a pesar de seguir recibiendo jugosas ofertas para retomar su actividad, mientras que Mick (Harvey Keitel) es un director de cine que se resiste a colgar la cámara y está ultimando los detalles de su nueva película. Ambos navegan entre el pesimismo y la ilusión, la resignación y la constancia, el pasado y el presente, e intercambian sus papeles a medida las mujeres de su vida (la hija del primero y la actriz fetiche del segundo) alteran la relativa estabilidad de su pequeña burbuja vital.
Lástima que las ideas de Sorrentino se asemejen a esas pinceladas sueltas que prometen un retrato genial y acaban condenadas a formar parte de un lienzo inacabado. La melancolía, el sentimiento de culpabilidad, la nostalgia, la insatisfacción crónica, y la incapacidad para dejarse llevar por las pasiones, protagonizan secuencias que avanzan en paralelo y nunca terminan de converger, transmitiendo, de esta manera, una sensación de dispersión que parece apuntar a la debilidad de un guión demasiado parecido al que intentan rematar el personaje interpretado por Harvey Keitel y su ejército de ayudantes.
Sorrentino no parece haber digerido bien la ausencia de Umberto Contarello en la escritura de esta nueva aventura, del mismo modo que tampoco ha encajado bien el cambio de idioma y el estelar estatus de su reparto. Si nos remitimos a ‘Un Lugar donde quedarse’, protagonizada por un extravagante Sean Penn, la presencia de actores angloparlantes parece fomentar el desequilibrio en el cine del transalpino, aunque en aquella ocasión la tentativa fue bastante más auténtica y convincente. Tal vez el cine de Paolo solo esté preparado para hablar italiano, aunque no descarten que, con el tiempo y apoyado en su enorme talento, aprenda a hablar otros idiomas.
Carlos Fernández Castro