La Conspiración (The Conspirator) (2011)
Nota: 6
Dirección: Robert Redford
Guión: Gregory Bernstein, James D. Solomon
Reparto: James McAvoy, Robin Wright, Kevin Kline, Tom Wilkinson
Fotografía: Newton Thomas Sigel
EN POCAS PALABRAS (para los impacientes)
Después del relativo fracaso de «Leones por Corderos», Robert Redford intenta reverdecer viejos laureles con «La Conspiración», su octava película como director, con la que mantiene el tono político de su anterior trabajo. El cineasta californiano utiliza como gancho un acontecimiento histórico para dirigir un drama judicial que, a pesar de estar bien ejecutado e interpretado, aporta muy poco al género.
SI QUIEREN PROFUNDIZAR…
Argumento: en 1865, tras el asesinato de Abraham Lincoln, ocho personas son detenidas y acusadas de conspirar para matar al presidente, al vicepresidente y al Secretario de Estado. Entre ellas está Mary Surrat (Robin Wright), dueña de una pensión, donde Wilkes Booth (Toby Kebbell), el autor material del magnicidio, y sus cómplices se reunieron y planearon el atentado. Mientras el resentimiento contra el sur domina a las autoridades de Washington, el joven abogado Frederik Aiken (James McAvoy), héroe de guerra unionista, se ve obligado a defender a Surrat ante un Tribunal Militar. Sin embargo, muy pronto empieza a sospechar que su defendida podría estar siendo utilizada como señuelo y rehen para poder capturar a su hijo John (Johnny Simmons).
Más allá del juicio, que ocupa gran parte del metraje, la película pretende ahondar en los dilemas morales que atormentan a los protagonistas del film: un abogado yanqui que, en contra de su voluntad pero obedeciendo el código deontológico de su profesión, defiende a una mujer sureña cuando todavía son audibles los ecos de una devastadora Guerra de Secesión; y una madre que acepta ser juzgada por una conspiración de la que no es responsable, a cambio de salvar la vida de su hijo, todavía en paradero desconocido después de haber participado en el asesinato del Presidente Lincoln.
A pesar de plantear cuestiones realmente interesantes, «La Conspiración» no se atreve a profundizar en las mismas, limitándose a su simple exposición. Redford, obsesionado con sus pretensiones políticas, descuida el jugoso material que tiene entre manos para realizar un potente drama psicológico y se decanta por filmar las rutinarias secuencias judiciales que todos conocemos de memoria; aunque todo sea dicho, envueltas en un gran diseño de producción, que dan credibilidad al momento histórico en que sucedieron.
Y hablando de aspectos técnicos, la película tiene la dirección de fotografía mas extraña que yo haya visto en mucho tiempo; sería interesante saber si Thomas Newton Sigel sigue instrucciones de Redford a la hora de saturar todos los planos con una luz abrumadora, que no solo devora la silueta de los actores, sino que en muchos momentos los ciega. El juego de iluminación es evidente en la última secuencia del film, en la que hace todo lo opuesto por motivos que no procede comentar en estas líneas.
Desgraciadamente, el rubio protagonista de «Dos Hombres y un Destino» omite datos relevantes de la investigación, los cuales no comentaremos por respeto al lector que todavía no ha visto la película. Como gran parapsicólogo que es, Redford se adentra en la mente de su protagonista femenina y traslada sus pensamientos a la gran pantalla, empujando al espectador a una determinada conclusión, que posteriormente se encarga de poner tímidamente en duda (oh, ecuánime Redford) a través del personaje interpretado por James McAvoy.
En el apartado interpretativo, destaca el trabajo realizado por Robin Wright (La Princesa Prometida, El Protegido) -actriz que ha madurado como pocas en Hollywood-, transmitiendo una gran veracidad a su personaje. Tom Wilkinson, de nuevo secundario de lujo, vuelve a demostrar que es merecedor de empresas mayores en un Hollywood que sigue anteponiendo la edad al talento.
En definitiva, «La Conspiración» sería un elogiable alegato contra la utilización interesada de la Justicia por parte del poder, si no estuviéramos hablando de acontecimientos históricos manipulados para la ocasión. No obstante, el director americano muestra un buen pulso narrativo y consigue que una estructura argumental conocida hasta la saciedad, resulte interesante en todo momento ante la incertidumbre de lo que está por llegar. Eso sí, es más que recomendable no asistir al cine conociendo el desenlace del proceso judicial.
Carlos Fernández Castro