La ciudad de las estrellas (La La Land) (2016)
Nota: 7
Dirección: Damien Chazelle
Guión: Damien Chazelle
Reparto: Ryan Gosling, Emma Stone, Rosemarie Dewitt, J. K. Simmons, John Legend, Finn Wittrock
Fotografía: Linus Sandgren
Duración: 127 Min.
El estreno de La La Land ha demostrado que, en estos tiempos oscuros, necesitábamos un nuevo musical que iluminara nuestras vidas, que nos hiciera soñar en la posibilidad de resumir nuestro día en una emotiva canción y un par de pasos de claquet. Por esta misma razón, la irrupción de esta película en la cartelera nos invitaría a elevarla inmediatamente a un altar si, por un momento, nuestra memoria cinematográfica olvidara la existencia de Francis Ford Coppola, Vincente Minelli y Jacques Demy y nos dejáramos llevar por un lujoso diseño de producción y un sensacional tramo final que barre bajo la alfombra un desarrollo tan previsible como el parte del tiempo en California.
Al margen de su escasa originalidad, La La Land puede ser una experiencia sumamente gozosa que se beneficia de la gran cultura cinéfila de su director. En cierto modo, podemos contemplarla como un homenaje a la época dorada (especialmente los años 50) de un Hollywood en el que todo parecía posible. De hecho, a lo largo de sus imágenes identificamos un buen número de influencias de aquellos tiempos. Los colores de Minelli inundan todo el metraje, así como la abstracción y la ensoñación de ciertos pasajes de Un americano en París (Vincente Minelli, 1951) contaminan cada fotograma de su desenlace. Asimismo, las transiciones entre la realidad y los números musicales recuerdan a las imaginativas técnicas de iluminación que hicieron de Corazonada (Francis Ford Coppola, 1982) una de las películas las innovadoras y caras de los ochenta. Por no hablar de los ecos de Los paraguas de Cherburgo (Jacques Demy, 1964).
Nada que objetar a estas referencias nostálgicas que Chazelle digiere con muy buen gusto. El director de Whiplash nos deleita con un plano secuencia inicial que se ha incorporado instantáneamente a la historia del género y con un último tercio que desborda creatividad y una deslumbrante capacidad de síntesis no exenta de trampas emocionales. Sin embargo, se echa en falta un mayor atrevimiento y alguna que otra dosis de originalidad en el cuerpo central de una narración que frecuenta los lugares comunes de la comedia romántica, se ampara en la escasa cinefilia del espectador actual y se resguarda bajo la innegable química de dos actores entregados a la causa.
A pesar de una cierta rigidez, Ryan Gosling acomete dignamente sus pasos de baile y ejercita, no sin cierta timidez, sus cuerdas vocales. Pero cuando Emma Stone entra en escena, las preciosas canciones y las trabajadas coreografías (especial atención a las corales) de La La Land ascienden a un nivel superior. Sin embargo, el conservadurismo de la propuesta nubla parcialmente sus apreciables destellos de lucidez. Protegidos por un deslumbrante diseño de producción y por la armoniosa integración de los números musicales en su narración, los personajes no se desmarcan de unos arquetipos sobradamente familiares así como el guión se mantiene fiel a su ruta preestablecida como un autobús de linea.
Como ya hiciera en Whiplash, el director nos sorprende con un desenlace agridulce que vuelve a cuestionar el precio del sueño americano, tras haber reflexionado previamente sobre la fidelidad a unos ideales y la importancia de la autoestima en la persecución de la felicidad. Y todo ello al excelente ritmo de las baquetas de un Chazelle que combina elementos narrativos de El trompetista (Michael Curtiz, 1950) y de Ha nacido una estrella (George Cukor, 1954) para resucitar un género que, posiblemente, necesitaba este ataque de nostalgia. Quedamos a la espera de que el espíritu de Ernst Lubitsch (sus musicales con Maurice Chevalier rompieron moldes) o Rouben Mamoulian (la innovadora Ámame esta noche asombró en su estreno) se apodere de algún director actual que, como ya hicieron Stanley Donen o Robert Wise, reinvente el musical una vez más.
Carlos Fernández Castro
