Kon-Tiki (2012)
Nota: 6
Director: Joachim Ronning, Espen Sandberg
Guión: Petter Skavlan, Allan Scott
Reparto: Pál Sverre Valheim Hagen, Anders Baasmo Christiansen, Gustaf Skarsgard, Odd Magnus Williamson, Tobias Santelmann, Jakob Oftebro
Fotografía: Geir Hartly Andreassen
Duración: 118 min.
A mediados del siglo XX un explorador escandinavo decidió desafiar a la naturaleza de una forma suicida. A Thor Heyerdahl le atormentaba una leyenda según la cual los primeros habitantes de su tierra llegaron desde el Este, y no desde el Oeste como rezaban sus libros de Historia. No le importaba que el cuento hubiera sido exagerado por la tradición oral, y por supuesto negó que fuera falso como muchos de sus conocidos le hicieron pensar. Su obsesión llegó a tal punto que quiso comprobar con sus propias manos si esos primitivos indígenas pudieron atravesar el Pacífico con la simple ayuda de una balsa de madera. Y se lanzó al mar. Cuatro aventureros más le acompañaron desde Perú a la Polinesia sabedores de que cualquier problema a bordo podría convertir su viaje en fracaso. Pero lo lograron. Cuando llegaron a la costa tahitiana el adjetivo ‘héroe’ se les grabó a fuego de inmediato y les valió para dejar su huella en el océano junto a la de su compatriota Amundsen. Para dejar constancia de su epopeya Heyerdahl rodó un hermoso documental que le valió un Oscar en 1950, además de escribir un libro que a día de hoy se ha traducido a 66 idiomas.
La intención de rodar una película a partir del documental y a la altura de los estándares del cine actual es toda una odisea para dos directores con su escasa trayectoria (‘Bandidas’, 2006; ‘Max Manus’, 2008). Joachim Ronning y Espen Sandberg han firmado el filme más caro del país nórdico pero no ha sido en vano, pues le valió una importante nominación a los Oscar en la pasada edición y un contrato con Disney para rodar la quinta de ‘Piratas del Caribe’. ¿Tan buena es?
‘Kon-Tiki’ describe a Thor como el hombre inquieto que fue, de una manera arrogante y algo egocéntrica. Un pensador al que no le importa lo más mínimo el rechazo de los inversores que se ríen de su proyecto. Una zancadilla en toda regla al emprendedor, a la iniciativa. Un símil a través del tiempo que no hace más que plantearnos que las ideas más locas son a veces las más acertadas. La aventura comienza con un prólogo con muchas prisas por arrojar a los personajes al agua, sin apenas dejar tiempo a la reflexión sobre la “imposible” gesta que se nos plantea. La banda sonora no esconde sus pretendidas reminiscencias del clásico cine de piratas (aparece hasta un pata de palo), pero tampoco lo exagera. Pelillos a la mar, una pequeña cámara en el equipaje de la balsa sirve de perfecta excusa para mostrarnos las imágenes ficticiamente rodadas en 1947. Este es un ingrediente hipertextual que en ocasiones pone al espectador en primera persona, lo que unido a las hermosas escenas marinas acaban por definir un resultado visualmente impactante.
Todo va como la seda hasta que aparece un desconcertante y plomizo diálogo. Las repetitivas escenas llegan a hundir la intriga por momentos, a pesar de que la nave se tambalee y que los protagonistas estén rodeados de tiburones hambrientos. Hasta rozar el final parece que hayan querido centrarse más en el tono documental de la cinta -dando por hecho que conocemos el final- en vez de hacernos temer por la vida de los rubios a bordo. Y no me refiero a la necesidad de que predomine el morbo, sino a saber mantener el conflicto que toda historia de supervivencia debería poseer de antemano. Recuerdo leer ‘Relato de un náufrago’ del tirón y mordiéndome las uñas solo por conocer el destino de aquel tripulante colombiano a la deriva. Obviamente que fuera Gabriel García Márquez el autor del texto ayudó a que la narración fuera exquisita. Pero aún con una historia similar y cien días más de naufragio llego a cerrar los ojos en ‘Kon-Tiki’. Por no mencionar que en ningún momento se quedan faltos de reservas ni se muestra la destrucción física que conlleva estar perdido en mitad de un océano durante meses. O estos vikingos se cayeron a la marmita de pequeños o aquí hay algo que no cuadra.
Pero aun notándose a kilómetros los decorados (y las barbas) de pega, el filme es una muestra de que los noruegos también pueden ascender de división y competir con los equipos de élite. Desde luego saben aprovechar muy bien el croma. Les va a venir bien para rodar a Johnny Depp.
Manuel Sueiro