Kiseki (Milagro) (2011)
Nota: 7
Dirección: Hirokazu Kore-eda
Guión: Hirokazu Kore-eda
Reparto: Ohshiro Maeda, Koki Maeda, Hiroshi Abe, Jo Odagiri
Fotografía: Yamazaki Yutaka
El japonés Hirokazu Kore-eda se ha ganado, poco a poco y a base de buenas películas, el respeto y la atención de la industria. Este relativo asentamiento y su nueva madurez personal y profesional le han llevado hasta el proyecto de “Kiseki”. Su octavo largometraje como director agrada por su afabilidad y expresividad, pero está más cerca de esquemas comerciales perezosos que sus anteriores trabajos. Esta vez Kore-eda, siete años después de la durísima y genial “Nadie Sabe”, vuelve a fijar su mirada en la infancia y la familia desde enfoques y perspectivas completamente distintas.
Esta película surge desde la propuesta -supongo que institucional- de realizar un film de ficción basado en la línea Kyushu, la nueva ruta de alta velocidad inaugurada el año pasado en Japón. Pese al aparentemente restrictivo punto de partida, Kore-eda, encargado de la dirección y el guión, ha conseguido dotar de su propio carácter y estilo a esta limitada idea, aunque haya sido de un modo más convencional.
El director de “Still Walking” y “Air Doll” sabía que para que una película de este tipo funcionase tenía que dedicarse con paciencia a la disposición y composición de los personajes, intentando evitar que la narración terminase por resultar estática. Kore-eda acierta en estos niveles, tanto en el infantil como en el adulto: los hermanos Maeda, y en general todos los niños de “Kiseki”, que debutan como actores y son los indiscutibles protagonistas; están sutilmente dirigidos para dar rienda suelta a su espontaneidad, sin reprimir en ningún momento sus reacciones y la evidente química que existe entre ellos. Esta dinámica beneficia muchísimo a la película. Los personajes adultos secundarios, viejos conocidos del cine de Koreéda, complementan de manera adecuada esta historia. Brillan, por encima del resto, los abuelos de los protagonistas; sin embargo, no se puede dejar de pensar que la interesante historia del abuelo, dejada de lado al final, es superflua en una película de dos horas como ésta.
Otro aspecto destacable de “Kiseki” es el dominio de los espacios del que hace gala. Una buena puesta en escena y un retrato alegre de los entornos en los que viven los dos hermanos, terminan de completar un cuadro que da con el tono adecuado, ayudado por una solvente y vivaz fotografía.
Si en “Nadie Sabe” la infancia era un camino desolador que impactaba por la distancia con la que se presentan las circustancias, en “Kiseki”, sin juzgar tampoco a los personajes y caer en un subtexto obvio, la búsqueda de la empatía, a través de estos pequeños personajes y situaciones, es más directa y rutinaria, quizás por su aspecto de comedia ligera. Apelar a los sueños y los deseos como un camino de aprendizaje en la vida no es algo novedoso en el arte; por eso, este “Milagro” no se siente tanto.
Kore-eda sigue demostrando con “Kiseki”, una película recomendable y muy disfrutable, su gran capacidad como director, guionista y contador de historias en general. Aún así, estoy convencido de que el director de Tokio puede ofrecernos algo mejor.
Arturo Tena