John Carter (2012)
Nota: 4,5
Dirección: Andrew Stanton
Reparto: Taylor Kitsch, Lynn Collins, Willem Dafoe, Mark Strong, Samantha Morton, Dominic West, James Purefoy, Bryan Cranston, Thomas Haden Church, Ciarán Hinds
Guión: Michael Chabon, Andrew Stanton, Mark Andrews (Novelas Gráficas E. Rice Burroughs)
Fotografía: Daniel Mindel
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He de reconocer que, a pesar de las apariencias, y lo que es más sangrante, a pesar de lo que dicta mi horóscopo, soy un tipo bastante conservador. Me costó abrirme a la verdura de niño, a la electrónica una vez mozo, o al 11 sin 9 en los albores de la era pre-Guardiola. Ahora me toca padecer y adaptarme al 3D, formato fílmico que como adivinan, no abrazo con enfático entusiasmo.
Y es que la industria cinematográfica de nuestros días, arrinconada por la piratería, la puñetera crisis y el auge del videojuego, una vez suficientemente amilanada, creo, se está decantando por el 3D como régimen prioritario para sus más ambiciosas producciones -siempre hablando en términos de envergadura presupuestaria-. Ésto, que en principio no debiera acobardarme -pues no es mi habitual campo de recolecta cinematográfica-, me indica por contra, y por la vía de la intuición fundada, el posible (y lamentable) secuestro de talentos consagrados o despuntantes para llevar a cabo tan mesiánica tarea.
Como cohartada necesaria para justificar mi colérico lloriqueo, me viene niquelado citar la última superproducción que arriba a nuestras carteleras, “John Carter” -la peli que, como se imaginan, hoy nos ataña-.
La cinta, que se nos presenta en dicho incipiente formato, viene firmada por Andrew Stanton, ideólogo y máximo responsable de “Wall-E” y “Buscando a Nemo”, ergo, dos de las mejores pelis infantiles jamás realizadas; dos hitos de esa despampanante hidra de creatividad conocida como PIXAR. Pero, y pese a su lustroso pasado, Stanton nos entrega en esta particular ocasión, una no más que mediocre cinta de ciencia ficción, que si bien no es hiriente, es del todo punto indolente e insuficiente a la hora de sobrevivir en nuestra memoria.
“John Carter”, integrada dentro del grupo de cintas que vislumbran el 3D como único subterfugio a su viabilidad, supone una apuesta tan digerible como manida, tan cuidada en las formas como descuidada en su guión. Una película que, si me permiten conjeturar, parece manufacturada con la mínima expresión de la convicción y pasión necesarias para la labor. “John Carter” son algo más de dos horas de esparcimiento, orientadas prioritariamente a la cosecha de lucrativos dígitos en taquilla y condenadas al otrora temido descrédito del olvido. Eso sí, no se darán codazos de estupefacción -para mal-, ni jurarán en arameo, por aquello de haber empeñado su pasta en tan noble tarea. La peli es entretenida, rítmica y, por momentos, un espectáculo visualmente meritorio -no les quepa la menor duda-.
Sin embargo, la palabra clave para definir «John Carter» es decepción. Decepción, por las expectativas que PIXAR siempre genera con sus propuestas; decepción, al encontarnos en este caso, con un compendio de fórmulas no ya experimentadas sino exprimidas por múltiples obras precedentes. Su historia, sus personajes, sus diatribas existenciales (y cruciales en su devenir), o su escenografía, nos rememoran experiencias cinematográficas ya vividas, desde la referencial en el formato “Avatar” hasta las piezas de la mítica dinastía “Star Wars”.
Pero ojo, ¿qué fue antes el huevo o la gallina? En este particular caso, y sin que sirva de precedente,sí se intuye una más que nítida solución a la eterna diatriba. Y es que los títulos citados con anterioridad, beben en su mayoría y en lo fundamental, de la imaginación de Edgar Rice Burroughts -autor de la novela gráfica sustento de la criatura-. Lo meritorio, singular y reseñable es que Rice Burroughs comienza a perpetrar sus comics hace nada menos que cien años. Por tanto, no me queda otra que afirmar que esta peli llega tarde. Tarde porque la historia hubiera merecido una película con anterioridad. Y tarde, porque bastante de lo que ésta contiene, como comentaba, ya se nos ha ofrecido fílmicamente.
Para dar vívida imagen a los personajes, la PIXAR se ha decantado –de nuevo en un innegable alarde de efectismo-, por pescar en el furor actual por las series. De tal manera que Dominic West (“The Wire”), James Purefoy y Ciaran Hinds (Marco Antonio y Julio César en “Roma”) o Brian Craston (el carismático prota de “Breaking Bad”) ocupan roles que van desde los secundarios de cierta entidad hasta el cameo más escandalosamente prolongado.
Mención aparte merece la selección de los protagonistas. Taylor Kitsch, supone la versión empeorada de Casper Van Dien -qué tiene bemoles-, y Lynn Collins, que hará las delicias de espectadores púberes y post-púberes con su recreación de la princesa Dejah Thoris (una versión ultrabronceada y leñera de la Hipatia amebariana), son al mundo de la interpretación lo que Serafín Zubiri a la danza moderna.
Concretando:
Ideal para: quienes entiendan el cine como mera distracción, quienes reciten de memoria fragmentos de “300”, aquellos que no se encolerizan si el vecino de butaca engulle palomitas a expuertas.
Evitable para: quienes no siendo amantes del género en cuestión, no presenten carteras especialmente atiborradas de billetes.
Alberto G. Sánchez – pelucabrasi
Buena crítica, y más bueno aún el comienzo (que me ha gustado especialmente). De todas formas, no hace falta ser conservador; el 3D es la nueva innovación para engrosar las taquillas, pero en estos tiempos, con un sonido y un tamaño de pantalla bastante óptimo, a la mayoría que disfrutamos yendo al cine nos sobra. Yo lo veo ciertamente inútil, y soy de las que opinan que con el tiempo acabarán desechándolo si no le dan un par de vueltas más.
En cuanto a John Carter… No la he visto, pero tampoco me llamaba mucho la atención. Después de las críticas que estoy leyendo, incluida la tuya, el interés va decreciendo por momentos! De todas formas, como tú has escrito, para la gente que quiera llenarse los ojos y entretenerse no es mala opción.
Un saludo 🙂
Gracias por los parabienes Brempa. De todo corazón.
Creo que, lamentablemente, nuestro gozo, irá a parar a un lúgubre pozo con el 3D. Leí el otro día que ya hay cines que tienen la base de su negocio en la venta de palomitas. Ergo, el cine degradado a la categoría de excusa o señuelo comercial.
Me temo que el formato 3D es por ello la dictadura inevitable. A mí, como a vos, no me supone un plus especialmente significativo, pero a la gente le chifla. Las historias al garete, palomitas a granel se ha dicho… Más ingenuas reflexiones sobre el 3D en la próxima crítica que así lo admita.
Un caluroso saludo. Gracias por tu fidelidad, participación y apoyo.
Estoy contigo,….decepcionante. Por los precedentes citados me planté en el cine y casi me largo antes de que finalizara el film. Todo flaquea, desde los personajes hasta la trama. En mi opinión hasta los FX son mediocres, los lementos carecen de «peso»y los movimientos a veces son bruscos, como lo son algunas texturas.