Nota: 8,5

Dirección: William Dieterle

Guión: Paul Osborn, Peter Berneis (Novela de Robert Nathan)

Reparto: Jennifer Jones, Joseph Cotten, Ethel Barrymore, Lilian Gish

Fotografía: Joseph August

Como muchos otros directores alemanes, William Dieterle emigró a Estados Unidos en busca de la libertad creativa y ideológica que no encontraba en su país. Después de haber realizado varias obras de gran éxito e importancia (La Tragedia de Louis Pasteur, Esmeralda la Zíngara), se había hecho un nombre en la industria americana, lo que le permitía acceder a proyectos interesantes con estrellas de renombre.

Argumento: Eben Adams (Joseph Cotten) es un pintor que malvive de su trabajo en Manhattan; no consigue insuflar vida a sus obras y vender un cuadro se convierte día a día en un imposible. Un buen día, caminando por Central Park, conoce a una chiquilla llamada Jennie (Jennifer Jones), que parece pertenecer a otra época, y despierta en su interior sensaciones que no había experimentado antes. Ella es muy joven y le pide que espere a que crezca. A partir de ese encuentro y con la esperanza de que se vuelva a repetir, nace la inspiración en Eben. Dibuja un boceto de Jennie que consigue vender en una galería de arte, cuyos propietarios habían criticado anteriormente la falta de vida en sus cuadros….

«Jennie» es un romance entre dos personas que, aun perteneciendo a épocas distintas, sienten que está hechos el uno para el otro. Al principio puede parecer extraño que una persona como Eben (Cotten) pueda siquiera sentir algo por una niña de 10 años. Pero Dieterle consigue el equilibrio necesario para no transformar esta historia de amor en delito y solventa este obstáculo haciendo nacer en el personaje de Cotten una curiosidad sana a cerca de la misteriosa chica que acaba de conocer. El componente mágico es fundamental para seguir la evolución de esta relación hasta llegar al momento en que ambos se pueden tratar de tu a tu, ya que, con cada aparición, Jennie se acerca a una edad adecuada para poder tener un romance con Eben.

El guión esta cuidadosamente elaborado para mantener la tensión en la historia de amor. Las apariciones de Jennie no responden a ningún tipo de norma, son totalmente aleatorias, por lo que cada vez que se despiden un fuerte sentimiento de angustia se apodera de Eben y ,por extensión, en el espectador. Ésto ya lo adelanta brillantemente Dieterle mediante el plano en el que Jennie le canta a Eben una canción anticipándole con que se esta enfrentando. Otro aspecto que enriquece la trama es que Jennie no sabe que es un fantasma y Eben lo sospecha desde su primer encuentro. Va descubriendo poco a poco más cosas a cerca de ella, pero no quiere decirle nada porque, en el fondo, él siente que ella es real y que es el amor de su vida, al igual que le sucede a Jennie.

En varios momentos del film se da a entender que Jennie hace nacer la inspiración en Eben a modo de Musa. Al realizar sus apariciones de manera caótica, los guionistas parecen querer decir : «la inspiración no se puede forzar, surge cuando surge». En varios momentos del metraje Dieterle parece lanzar un mensaje a todos los artistas del mundo a través del personaje de Cotten: si lo que te gusta es pintar, pinta; que nada te lo impida; vive acorde con tus ilusiones, aunque ello implique esfuerzos ímprobos y no tengas talento.

William Dieterle, director injustamente olvidado, dirige la película brillantemente, manejando la puesta en escena con un talento pasmoso, tal y como podemos ver en el maravilloso e inolvidable encuentro de los dos protagonistas en la pista de hielo, rodado magistralmente. Joseph Cotten y Jennifer Jones realizan una trabajo asombroso con la confianza que da saber que están interpretando un clásico instantáneo.

Con cada nuevo visionado, «Jennie» gana fuerza y reclama su status de clásico. Para aquellas personas que amen los romances intemporales, esta es su película. Para todos aquellos que amen el cine, también. Una vez más, envidio a todos aquellos que vayáis a verla por primera vez.

«Where i come from, nobody knows

and where i am going, everything goes…»

Carlos Fernández Castro