Hombres Tranquilos (2002)
Según termino mi segundo visionado de «Hombres Tranquilos«, una preocupación se apodera de mis pensamientos: ¿cómo es posible que esta película no haya caído antes en mis manos? Quizás porque vivimos sobresaturados por la ingente cantidad de estrenos semanales y no prestamos atención a cualquier producto que se escape del circuito comercial o tenga una antigüedad superior a una semana. Quizás. Pero lo que más me preocupa es que una persona como servidor, interesada en todo tipo de cine, no haya tenido constancia de la existencia de esta maravillosa película hasta el día en que conoce a su director en un programa de radio (compartíamos mesa con el novelista Jorge Magano y el gran Antonio Peláez, director de Radiocine, para desguazar la carrera de Mel Gibson).
Os aviso; no encontraréis «Hombres Tranquilos» en vuestro videoclub más cercano. Tampoco en las habituales plataformas de visionado on line. Lo más sorprendente de todo es que «Hombres Tranquilos» está en Vimeo, plataforma escogida por su creador, Ángel Loza (ganador en 2008 al Mejor Cortometraje Documental por «Héroes«), para que todos podáis verla cuantas veces queráis por el módico precio de dedicarle media hora de vuestras vidas y le contarle qué os ha parecido. La inversión merece la pena.
Debido a lo atípico de esta publicación en Bandeja de Plata, me gustaría confirmar que esta crítica ha sido realizada por iniciativa propia y con la única intención de compartir con vosotros una obra que ha despertado mi interés y ha suscitado en mi interior varias reflexiones: ¿prestamos la suficiente atención al cine independiente de nuestro país? ¿apreciamos en su justa medida un formato con tantas posibilidades como el cortometraje? ¿por qué un director como Ángel Loza no tiene las mismas oportunidades que los (i)responsables del 90% de las óperas primas que se estrenan anualmente en nuestro país?
Hay varias razones por las que me gustaría que disfrutarais de «Hombres Tranquilos». A lo largo de su escasa media hora de metraje no solo encontraréis un buen número de reveladoras e interesantes referencias cinéfilas (desde Woddy Allen hasta Jean-Luc Godard, pasando por Martin Scorsese y El Padrino de Francis Ford Coppola), sino que también os enfrentaréis a una magnífica representación del peor defecto de nuestra sociedad, el egoísmo.
Ángel Loza no recurre al típico protagonista con el que nos gustaría sentirnos identificados. Porque seamos sinceros, todos despreciamos al personaje interpretado por Joaquim de Almeida. Su forma de actuar es similar a la de muchas personas con las que interactuamos a diario. Incluso algunos se verán reflejados en este despreciable productor de cine, si realizan un leve ejercicio de autocrítica.
La cámara nos convierte en testigos de excepción de todos los movimeitnos de este carismático villano, desde que suena la alarma del despertador hasta que alcanzamos el inevitable desenlace al que es condenado por su inercia vital. Asistimos en primera fila a sus pensamientos más íntimos. Observamos cómo trata a su familia, a sus empleados, a su camello… Conocemos su odioso y pervertido concepto del cine. Pero no solo nos encontramos ante una afilada crítica social, sino también ante una furibunda denuncia contra una determinada concepción de la industria cinematográfica basada en la tiranía del dinero, y ajena a la calidad artística.
El director demuestra un excelente pulso narrativo, imprimiendo intensidad en cada secuencia a través de su imaginativo estilo visual y el ejemplar manejo de un sinfín de recursos narrativos. El empleo de la música y la cuidada fotografía contribuyen a la solidez del conjunto, mientras que las interpretaciones, salvo algunas excepciones y destacando el trabajo de Almeida, hacen justicia a un excelente guión repleto de frases memorables y situaciones que se incrustán en la memoria.
Si una imagen vale más que mil palabras, 24 fotogramas por segundo valen potencialmente mucho más. Os dejo con esta película de una calidad extraordinaria y repleta de un gran saber cinematográfico. Si os gusta, la mejor manera de demostrarlo será compartiéndola con vuestros amigos. Para algo estará internet en nuestras vidas aparte de para pasearnos por Facebook y demás redes sociales.
Carlos Fernández Castro