Hannah (2017)
Nota: 6
Dirección: Andrea Pallaoro
Guión: Andrea Pallaoro, Orlando Tirado
Reparto: Charlotte Rampling, André Wilms, Stéphanie Van Vyve, Simon Bisschop, Jean-Michel Balthazar, Fatou Traoré
Fotografía: Chayse Irvin
Duración: 95 Min.
A estas alturas, que un festival de primera, como Venecia, premie a Charlotte Rampling puede hasta resultar ingenuo y casi redundante. Rampling se lo merece todo desde hace años y hay que decir a su favor que el tiempo le sienta muy bien: el cuerpo de la ya anciana (72 años) gana en expresividad sin necesidad de deslumbrar, aunque sus ojos verdes conservan todo el misterio del mundo. En varios casos, como en esta Hannah del cuasidebutante trentino Andrea Pallaoro, la actriz está muy por encima de la película; o, dicho de otro modo, merece el premio al margen de la entidad del filme (y casi del personaje que compone en él).
Con escasos diálogos, un desarrollo dramático muy rico en elipsis y encuadres estáticos que tienden al plano secuencia, se adopta en todo momento el punto de vista de Hannah, una mujer que trabaja como limpiadora por horas y asiste a clases de teatro aficionado con valor de terapia psicológica. No sabemos por qué, su marido ingresa en la cárcel; también ignoramos el conflicto que ha tenido con su hijo, que rechaza que asista al cumpleaños de su nieto. El resto es dolor y soledad, atisbado en una sucesión de gestos y situaciones de vida cotidiana donde parece que no pasa nada.
La película es triste, minimalista y de limitada capacidad para comunicar. No sabemos casi nada del personaje, ni de su pasado que se adivina duro ni de sus actuales elucubraciones sobre el futuro, lo que resta empatía del espectador; con todo, es una cinta estilosa y cuidada. Aunque parezca anecdótico, considero un acierto la proliferación de la actividad de higiene personal y cuidado y orden doméstico que Hannah despliega más allá de la dramaturgia a lo largo de todo el metraje: esta mujer parece conjurar su dolor y el abismo que se abre a sus pies duchándose, limpiando cristales, ordenando los armarios, cambiándose de ropa… de manera que la higiene de su cuerpo y el orden de las cosas que la rodean se convierten en asidero para evitar el derrumbe existencial que la ausencia de sus seres queridos habría de provocar. Con estas y otras actividades en silencio el director eleva detalles de la vida cotidiana a la categoría de momentos decisivos sobre el destino, plasmando el dicho de que la vida es lo que sucede mientras te preguntas qué es la vida.
José Luis Sánchez Noriega