Horizontes Lejanos (Bend of The River) (1952)
Nota: 9
Dirección: Anthony Mann
Guión: Borden Chase (Novela: William Gulick)
Reparto: James Stewart, Arthur Kennedy, Rock Hudson, Julia Adams
Fotografía: Irving Glassberg
Soy un devoto socrático, de firme carácter autocrítico,y solemnemente torpe.
Sería un necio por tanto, y por añadidura, si no ampliara la posibilidad de acercarme a la verdad y al conocimiento a través de los consejos. Sobre todo si éstos proceden de aquellos que me quieren, o que sobre la materia a tratar mejor pueden ilustrarme.
Pues bien, una persona que cumple con ambas premisas, tras leer mi estudio sobre “Sin Perdón”, me sugirió que si caía en la tentación de analizar otra aventura cinematográfica cobijada en el oeste norteamericano, contemplara la posibilidad de que fuera una de las obras al respecto de Anthony Mann. En opinión de mi citado consigliere, “uno de los directores más minusvalorados del género”. Y aquí estoy, compartiendo impresiones sobre la estupenda “Bend of the River”, y cumpliendo a raja tabla su amistosa petición; y por ende, mis premisas vitales.
Y es que, si sobre la presencia en el cine de los largos tentáculos del pasado se quiere hablar, es menester mentar la filmografía western del que fuera marido de nuestra Saritísima Montiel, autor también del alabado peplum “La caída del imperio romano” y del biopic de nuestro héroe medieval por excelencia: “El Cid”.
Mann formando tándem con James Stewart, nos entrega a lo largo de los 50, cinco títulos imperecederos acerca del indeleble peso del pasado en la vida de los hombres, sobre las posibilidades de redención que maneja la especie humana, y sobre el menguar de las mismas, si el dilema existencial acontece en escenarios propios del western. Son historias huérfanas de héroes al uso; cintas plagadas de matices y lugares oscuros.
“Escoger una u otra muerte, ¿qué más da? Escoger una u otra vida; eso es lo difícil” Extracto de “Colorado Jim” (Anthony Mann, 1953).
Mann nos lega un currículo plagado de filmes sólidos, de secuencias vigorosas; donde en su confección echa mano tanto de recursos forjados en los clásicos que le precedieron, como de novedosos enfoques estético-formales. Todo ello con un objetivo claro: dotar a sus obras de un empaque narrativo intachable y de un atractivo resultado visual; sin que por ello asome en su contra ni el más mínimo indicio de egocentrismo caníbal. Mann siempre antepuso el correcto discurrir de sus historias a un posible lucimiento corrosivo de sus destrezas. Y no por ello su cine adolece de personalidad propia, ni mucho menos. Sino que discurre fluido, natural, sin interferencias.
En “Horizontes Lejanos”, acertado y poético título español para “Bend of the River”, Stewart interpreta magistralmente a un ex- pistolero, que encuentra en la noble tarea de guiar una caravana de labriegos, el modo de escapar de quien un día fue; y a quien jamás quiere volver a encontrarse. Alegóricamente la tierra que puede lograr tal fin, se esconde tras los bosques que dibujan el litoral pacífico estadounidense.
Pero, avatares del destino, la entrada en juego de otra oveja negra descarriada (Arthur Kennedy), puede poner en peligro dichas bondadosas -a la par que sabias- intenciones. Para complicar aún más el asunto, un joven jugador de póker, interpretado por el guapísimo Rock Hudson –entiéndaseme desde una perspectiva estrictamente heterosexual- se une a la homérica singladura de nuestros personajes, interviniendo activamente en el destino de los mismos.
Si se mueren de curiosidad por saber qué les ocurrirá a nuestros protagonistas, si les apasiona el cine de aventuras ambientado en el inhóspito far west; no duden en invertir hora y media de su tiempo en este hollywoodiano clásico del western. Si ya conocen la historia en toda su extensión, les ruego sigan leyendo.
Si han seguido mi consejo, se habrán encontrado con que quizá la característica esencial de “Horizontes Lejanos” sea lo escrupulosamente bien hilvanado que está su guión. Aunque esto mismo no debiera de extrañarnos, pues su autoría recae sobre Borden Chase, esto es, la misma pluma que diseña “Wichester 73” y “Tierras lejanas”, ambas filmadas por Mann, o “Río Rojo” de Hawks.
Pero no debemos menospreciar la ejemplar ejecución de su traslación a imágenes, donde Mann otorga al paisaje un gran peso específico. Pues un gran peso específico tuvo – y tiene – en la conformación del carácter propio de sus pobladores, allá y acullá; ya sean bosques frondosos o solemnes desiertos aquellos que nos atrapen en su seno. Para ello, Mann se sirve de una espléndida escenografía, tanto natural como impostada, y de su enorme habilidad para filmarla. Brillantez que se vería engalanada con la llegada del CinemaScope ( la maravillosa “El hombre de Laramie” fue una de las primeras piezas del género que se rodaron en dicho formato).
Spoilers a babor, quien avisa no es traidor:
Por su parte, el oro asume en “Horizontes Lejanos” el rol de irremediable corruptor de hombres y voluntades; de última frontera a franquear si se quiere obtener ( o recobrar ) una cierta paz consigo mismo. Así Portland aparece retratada de un modo sórdido tras descubrirse el vil metal en sus cercanías; así los desdentados mineros que excavan en su búsqueda, prefieren perecer antes que abandonar sus florecientes yacimientos. Así los hombres débiles confunden, y con cierta asiduidad, sus prioridades vitales so pena de terribles consecuencias.
Pero el binomio Mann-Chase no se detiene aquí, y en “Horizontes Lejanos”, donde se retrata el tan fílmico nacimiento de la nación estadounidense – con la conformación de los núcleos humanos que la constituyen, y de las indispensables reglas que los regirán – la posible reinserción de los pecadores arrepentidos queda
planteada como una de las problemáticas clave en dicha génesis. Mann-Chase toman partido, en esta ocasión, por el derecho a la segunda oportunidad, ¿y ustedes?
La pregunta tiene su miga. Porque, en contra de lo que con su infantiloide y retratador aforismo, cierta política de la esfera nacional nos quiso hacer ver, para Mann y para Chase (y para aquí un servidor) un hombre no es equiparable a una manzana (huelga recordar el escaso parecido entre mujeres y peras), esto es, un elemento orgánico que con su putrefacción arrastre al colectivo a semejante sino. Es, por contra, parafraseando (creo) a Kant: material altamente corruptible; y en nuestro deber como sociedad figura que no sea corruptivo. Tarea ardua, desde luego, a veces non grata, pero que ha de ser acometida desde un punto de vista sereno, maduro, consciente y humanista. Y sin prejuicios, negativos o positivos.
Época de grandes cambios: el fin de siglo en el Oeste. Época de grandes cambios: los albores del siglo XXI.
Nota: Esta última reflexión podrá integrarse mucho más sencillamente en el tema a tratar, si se ha gozado ya de “Bend of the river”, y si se ha soportado la botellil ( no confundir con beoda ) párabola del matrimonio inter-frutícola con anterioridad.
Espero tomen cartas en el asunto, y de inmediato, si no cumplen con el primer requisito.
Alberto G. Sánchez – Pelucabrasi
“Los western son epopeyas, la lucha del hombre con la naturaleza extrema”. Luis Bullich Sánchez de Rojas.
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