El odio (La Haine, 1995)
Nota: 8
Dirección: Mathieu Kassovitz
Guión: Mathieu Kassovitz
Reparto: Vincent Cassel, Hubert Koundé, Saïd Taghmaoui, Abdel Ahmed Chili, Solo, Joseph Momo,Héloïse Rauth
Fotografía: Pierre Aïm
Duración: 95 Min.
Con tan solo veintinueve años, Mathieu Kassovitz dirigió una de las películas europeas más aclamadas de los años noventa. Sus imágenes podrían haber sido rodadas ayer para reflejar y denunciar la realidad actual de Francia, pero en realidad corresponden a 1995 y sospecho que seguirán siendo vigentes durante las próximas décadas. Es aterrador, lo sé, porque esto confirma que llevamos durante los últimos veinte años con la misma venda sobre los ojos.
Unos ojos tan solo sensibles al brillo irresistible de la prosperidad y acostumbrados a manipular su campo de visión. ¿Para qué preocuparse de problemas relativos a la inmigración (la nueva y la ya existente), de la sangre que no nos salpica, del sufrimiento ajeno, del verdadero origen de un odio que margina a los más débiles y alimenta a los más poderosos, de la engañosa eficiencia de la violencia para canalizar la frustración?
En su segunda película, Mathieu Kassowitz se revela como un gran lector de la realidad actual y un portavoz ideal de la angustia existencial de los más jóvenes. En este caso, tres adolescentes, cada uno perteneciente a un sector diferente de las clases más desfavorecidas del extrarradio parisino, que viven una constante batalla campal desde el momento en que la policía mata a un chaval en medio de una revuelta social. Drogas, discriminación, desempleo, pobreza e inadaptación inundan una gran variedad de no lugares transitados por jóvenes que viven el aquí y ahora sin contemplar la posibilidad de un futuro mejor.
Para ello, Kassowitz recurre a un blanco y negro (originariamente en color) que destaca los contrastes de una sociedad resquebrajada y en constante estado de histeria. Mediante un ritmo ágil y una puesta en escena que propicia el realismo y proporciona información en diferentes planos de la imagen, El odio apuesta por la crítica social pero también por un cine artísticamente ambicioso y rebosante de un espíritu aventurero. Todo ello facilita la digestión de su contenido: estimulante desde el punto de vista visual, pero duro y desesperanzador.
Carlos Fernandez Castro