El Camino más largo para volver a Casa (El camí més llarg per tornar a casa) (2014)
Nota: 8
Dirección: Sergi Pérez
Guión: Sergi Pérez, Eric Navarro, Roger Padilla
Reparto: Borja Espinosa, Miki Esparbé, María Ribera, Pol López
Fotografía: Julián Elizalde
Duración: 85 Min.
Al emprender un viaje, no siempre tienes la certeza de cuando volverás a casa. En ocasiones te arrepientes de haber partido. Otras veces te dejas llevar por la inercia, con la única intención de no tener tiempo para pensar. Puede que el regreso ni siquiera forme parte de tus planes. Y en el caso de que quieras volver, si lo consigues, estarás deseando haber soltado lastre por el camino y haberte transformado en una nueva persona, o tal vez cruzarás los dedos con la esperanza de que todo siga igual que antes.
Pero la verdad es que no todo depende de ti. Una vez que abandonas tu base de operaciones, más te vale haber planificado todo minuciosamente, porque encontrarás en tu camino seres humanos, objetos, e incluso sentimientos propios, que no podrás controlar. Este es el contexto planteado por Sergi Pérez en su contundente ópera prima, que aborda la pérdida de un ser querido a través de la insinuación y apelando a la inteligencia del espectador.
Puede que el debutante no tenga la mejor mano, pero en ocasiones es más importante el jugador que las cartas. El órdago está servido: pocos diálogos, menos personajes, atmósfera sofocante, argumento poco definido, protagonista relativamente desagradable, y un desenlace abierto. En definitiva, todos los ingredientes para que nadie vuelva a financiarte una película. Pero cuando la pasión y el talento van de la mano, son capaces de sortear cualquier obstáculo, tal y como demuestra el hecho de que esta película se haya hecho un hueco entre los estrenos de nuestra apretada cartelera.
Porque no estamos hablando de una película cualquiera, sino de uno de los debut más impactantes del cine español reciente. Desde la secuencia inicial, Sergi Pérez carga su narración de una insoportable tensión emocional que se mantiene a lo largo de todo el metraje y anticipa el tono argumental que va a presidir cada uno de sus planos. La experiencia no sólo es extenuante, sino desconcertante, porque las imágenes de ‘El Camino Más Largo para Llegar a Casa’ no arrojan luz sobre las verdaderas motivaciones de su protagonista y nos invitan a formular todo tipo de hipótesis en nombre del poder de la imaginación. Caminamos entre tinieblas y alimentamos nuestro lado más morboso, el mismo que se desmadra con la ausencia de información.
Joel duerme sobre una cama. Lleva tanto tiempo sin salir de la habitación que su perro está a punto de morir de inanición. Las marcas en su cuello, que parecen heridas, llaman nuestra atención. Dos cascos sobre el taquillón, pero una sola persona en casa. El animal necesita un veterinario urgentemente. Nuestro protagonista no sabe dónde localizar el coche de su pareja y telefonea a una conocida para averiguarlo. Sale de casa con el perro en sus brazos y un bolso, aparentemente de mujer y repleto de objetos, al hombro. El estilo austero de Sergi Pérez complementa el contenido de sus planos, y termina por moldear una atmósfera opresiva y conceptualmente enigmática.
La sencillez en la puesta en escena viene dada por la precisión de la planificación. Todos los planos tienen su justificación y proporcionan la información necesaria para completar las partes esenciales de un puzzle que rechaza la reconstrucción total. El triunfo de esta maniobra tan compleja radica en la inteligencia del guión: cada uno de los personajes ilumina los rincones más oscuros de la personalidad del protagonista; cada secuencia incrementa la intensidad emocional de la narración; cada uno de los objetos que contiene el bolso se revela como un recurso esencial a la hora de ejecutar los giros de guión.
Puede que ‘El Camino más largo para volver a Casa’ no sea una experiencia agradable ni recomendable para los paladares más sensibles, pero es un deber ineludible para los cinéfilos más exigentes. Sergi Pérez demuestra la madurez de un veterano y se embarca en un propuesta sumamente compleja, que exige un pulso firme en la narración y un equilibrio milimétrico en la gestión de las emociones. El catalán se salta directamente la categoría de promesa, para convertirse en una de las realidades más estimulantes del cine patrio.
Carlos Fernández Castro