Confinamiento 02/04/2020: Grass (2018)
¿De donde procede la inspiración de un creador? Muchas veces, de lo construido por otro creador: libros leídos, películas vistas, canciones escuchadas… Pero la mayor parte del tiempo, de la vida misma, esa fuente inagotable de argumentos, situaciones, anécdotas y experiencias. Cuántas veces hemos escuchado eso de que un artista necesita vivir mucho para poder crear. Salir a la calle y experimentar todo lo que la vida puede ofrecerte. Pero no menos cierto es que también se puede vivir por delegación.
Una confidencia revelada, una miseria compartida, una mentira y una verdad que la rectifica, lágrimas y silencios, otra copa de soju para garantizar el fluir de las emociones. Cada cierto tiempo, un cigarro para tomar el aire y regresar con ánimos renovados. Basta con sentarse en la mesa de un café y esperar a que los clientes vayan ocupando las mesas de alrededor. Así es el cine de Hong Sang-so y así parece actuar Kim Min-he en Grass.
En esta ocasión, su actriz fetiche, y nuevamente una suerte de alter ego del director, interpreta a una escritora que toma prestadas historias reales para escribir sus propios textos. Según transcurren los minutos, fantasía y realidad parecen alternarse en las imágenes de la película: lo escuchado se transforma en ficción a golpe de tecla del ordenador e inmediatamente observamos los resultados, como si tuviéramos acceso a la mente de la protagonista.
Hong Sang-so ejecuta esas transiciones sin alardes ni señales. Más bien las camufla y exige la atención del espectador para reconstruir la estructura de su película. El director baraja los mismos naipes de siempre, logrando una nueva variable en ese truco que nunca decepciona y nos conquista una y otra vez. Suicidios, relaciones tormentosas, desamores, los misterios del arte, la inspiración… Los temas se repiten, las panorámicas y los zoom de avance y retroceso también. Pero también se repite la vida una y otra vez y no por ello deja de resultarnos igual de fascinante.
Carlos Fernández Castro