Como nuestros padres (Como Nossos Pais, 2017)
Nota: 7
Dirección: Laís Bodanzky
Guión: Laís Bodanzky, Luiz Bolognesi
Reparto: Maria Ribeiro, Paulho Vilhena, Clarisse Abujamra, Felipe Rocha, Sophia Valverde, Jorge Mautner, Annalara Prates
Fotografía: Pedro J. Márquez
Duración: 102 Min.
De Brasil nos llegan contadas películas, menos de los dedos de una mano cada año, a pesar de ser una de las cinematografías más potentes de América Latina junto a México y Argentina; por ello no es de extrañar que las pocas cintas que llegan sean consistentes, pues vienen filtradas por festivales con prestigio, como Berlín y Valladolid, en el caso que nos ocupa. Hace falta la sabiduría cinematográfica y la sensibilidad de mujer y de persona madura de Laís Bodanzky para poner en pie un drama tan sólido y tan capaz de invitar al espectador a varias reflexiones.
El título centra una de las cuestiones que aborda este drama, no la única, pero sí la que ha generado la escritura del guion, pues la directora se ha movido por “el deseo personal de retratar a las personas de mi generación, que se encuentran divididas entre dos roles: padres de nuestros hijos e hijos de nuestros padres, actuando a veces como padres de nuestros padres e hijos de nuestros hijos”. El argumento focaliza su atención en Rosa –magnífica María Ribeiro-, una mujer próxima a los cuarenta, casada y madre de dos niñas preadolescentes. Su vida queda trastocada a raíz de un encontronazo con su madre de tal calibre que se promete no volverla a ver en su vida; a ello se suma el problema que supone perder su trabajo, la necesidad de dinero de su padre, a quien tiene que pagar un hospedaje, la sospecha de que su marido la engaña con otra mujer en sus largas ausencias de casa, por su trabajo a favor de la conservación de la Amazonia, la presencia de su hermanastra en la casa, la curiosidad por el padre de un compañero del colegio de sus hijas… y la enfermedad que le surge a su madre. Todas estas situaciones se suceden y alternan en un desarrollo dramático admirable, con un guion sin truculencias, ritmo fluido y un aliento humano que hace que participemos activamente del devenir de Rosa.
Como imaginará el lector, todos estos componentes configuran una “tormenta perfecta” existencial y emocional que puede lleva a Rosa en cualquier dirección. El riesgo de este material narrativo es una decantación hacia el exceso melodramático; afortunadamente, la directora lo evita mediante el distanciamiento con encuadres amplios, planos generales y el uso del fuera de campo que nos permite una observación más reflexiva sobre situaciones de fuerte carga emocional. La vida de Rosa en la mitad cronológica de su existencia, con esa responsabilidad de cuidar simultáneamente de sus hijos y de sus padres, no puede sino condensar la experiencia humana de los mayores problemas: la identidad, la adopción de roles contrapuestos (madre e hija), la lealtad de los seres queridos y las siempre complejas y hasta conflictivas relaciones con ellos, los valores de la educación, las respuestas ante los retos radicales, el dolor de enfermedad y el aún mayor dolor de la infidelidad, la tentación de la aventura y la huida de tanta responsabilidad… en fin, prácticamente, todo aquello que constituye para los seres humanos pruebas iniciáticas que hay que superar para sobrevivir y hacerlo con la suficiente dosis de esperanza como para no maldecir esa supervivencia.
Me perdonará el lector porque, para no arruinarle la función, he de omitir datos de la historia y algunas de las reflexiones que suscita esta admirable Como nuestros padres, título que subraya la repetición en cada generación de los mismos problemas familiares y de relaciones de pareja, las mismas infidelidades y mentiras piadosas con que disimularlas. La muy pertinente escritura cinematográfica evita el exceso melodramático, además de hacer plausible una historia densa que interpela especialmente al espectador que haya pasado por esa situación de compatibilizar el rol de madre/padre y de hija/o.
José Luis Sánchez Noriega