War Horse (Caballo de Batalla) (2011)
Nota: 6,5
Dirección: Steven Spielberg
Guión: Lee Hall, Richard Curtis (Novela: Michael Morpugo)
Reparto: Jeremy Irvine, Emily Watson y Peter Mullan
Fotografía: Janusz Kaminski
Música: John Williams
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Cada vez que Steven Spielberg estrena película, me pregunto con qué versión del cineasta judío me voy a encontrar: el niño que quiere probar sus juguetes nuevos después del día de Reyes (Tintín: el Secreto del Unicornio, Parque Jurásico); el coleccionista de lágrimas en busca del reconocimiento de la Academia (El Color Púrpura, Amistad, La Terminal); el gran narrador capaz de poner de acuerdo a público y crítica rozando la unanimidad (la trilogía de Indiana Jones -permitidme ignorar la cuarta-, Atrápame si Puedes, La Lista de Schindler), o el atrevido director que más de una vez nos ha dejado con la boca abierta, asumiendo con éxito riesgos que jamás hubiésemos imaginado (Inteligencia Artificial, Minority Report, Munich).
Desgraciadamente, «Caballo de Batalla» es una mezcla descompensada entre la segunda (lágrima) y la tercera (aventura) versión del director americano, en la que la balanza se decanta a favor de una escandalosa y molesta sensiblería durante la mayor parte del film.
Esto no quiere decir que Spielberg haya perdido su inmenso talento para la narración cinematográfica, o que su sentido del espectáculo haya menguado; tan sólo significa que ha vuelto a escoger un mal guión, algo que parece suceder recurrentemente desde que George Lucas contaminara su gran olfato -muy mejorado en el S. XXI- proponiéndole la nefasta cuarta entrega de Indiana Jones.
Sería injusto ignorar el riesgo que asumen Richard Curtis (director y guionista de «Notting Hill» y «Love Actually») y Lee Hall (guionista de «Billy Elliott») al intentar construir un calculado guión de estructura circular, y al utilizar a Joey, un pura sangre, como hilo argumental y absoluto protagonista del film; loable cuando menos, pero a todas luces fallido. Joey pasa de mano en mano según se desarrollan los acontecimientos en una Europa azotada por la Primera Guerra Mundial; cada uno de los personajes con los que comparte los diferentes capítulos en que esta estructurada la película, son desarrollados de una manera precipitada y sin la profundidad que requerirían sus interesantes circunstancias. Asimismo, la técnica empleada para alcanzar el desenlace deseado es tan forzada que el espectador se siente manipulado.
«Caballo de Batalla» contiene grandes momentos épicos, que el director de «E.T.» rueda con la fuerza y espectacularidad que siempre han caracterizado su cine -en especial las escenas bélicas-; sin embargo, también encontramos en ella secuencias que persiguen el llanto fácil de una manera descarada, aunque intente legitimarlas mediante la exaltación de valores incuestionables. Spielberg se toma demasiado en serio una historia excesivamente fantasiosa como para resultar creíble, sin darse cuenta que cuando verdaderamente triunfa en su empeño es en secuencias mas desenfadadas -pero no por ello de menos profundidad-, como en la que un soldado inglés y otro alemán firman una tregua parcial para liberar a Joey de una alambrada que aprisiona su cuerpo.
Con todo ello, la última producción del Rey Midas de Hollywood es entretenida y hace gala de un buen plantel de actores -entre los que destacan unos impecables Peter Mullan y Emily Watson-, así como de varios homenajes a la historia del cine -muy en la línea de los guiños realizados por «The Artist» este mismo año-: esa melodía extrañamente parecida a la música que da comienzo a «La Legión Invencible» de John Ford (perteneciente a su trilogía de la caballería); la secuencia en la que Albert Narracot (Jeremy Irvine) intenta arar una tierra dura y llena de pedruscos, al mas puro estilo de Alvin York (Gary Cooper) en «El Sargento York» de Howard Hawks; o ese desenlace en el que Janusz Kaminski (director de fotografía, tan brillante como siempre) recurre al contraluz y al tono rojizo de alguno de los planos mas memorables de «Lo que el Viento se Llevó». ¿Por qué será que los grandes directores siempre miran atrás? En algunos casos, tan solo tendrían que retroceder 7 años, justo cuando se estrenó Munich.
Carlos Fernández Castro.