Boyhood (2014)
Nota: 9,5
Dirección: Richard Linklater
Guión: Richard Linklater
Reparto: Ellar Coltrane, Patricia Arquette, Ethan Hawke, Jordan Howard, Lorelei Linklater, Tamara Jolaine
Fotografía: Lee Daniel, Shane Kelly
Duración: 166 Min.
Si ahora mismo te contara la historia de mi vida, probablemente te resultaría tediosa e irrelevante. Lo mismo ocurriría con las vidas de la mayor parte de la gente que te rodea. Un par de momentos que escapan a la rutina por aquí, otro par de experiencias intensas por allá, pero nada que pudiera formar parte de un guión mínimamente atractivo. Imagina por un momento que eres tú quien cuenta la historia de tu vida. Qué intensidad, qué dramatismo, cuánta emoción…seamos sinceros, ¡qué soporífero! Lo queramos o no, las únicas personas que escucharían atentamente nuestras experiencias vitales seríamos nosotros mismos y nadie más. A menos que delegáramos la narración en un director como Richard Linklater.
Está bien, los «momentos de una vida» narrados en «Boyhood» no son exactamente como los tuyos, pero los sientes tan cercanos y tan reales como si lo fueran. Y es que el director de «Antes del Anochecer» provoca una comunión prácticamente milagrosa entre sus personajes y el espectador. Porque «Boyhood» (niñez) podría haberse llamado «Parenthood» (paternidad/maternidad) y nadie hubiera puesto el grito en el cielo. Si bien es cierto que la película se centra en la transición entre la infancia y la adolescencia de su protagonista, también aborda de manera colateral, pero a través de pinceladas tremendamente certeras, todo lo que implica ser madre/padre.
Una vez más, Richard Linklater es capaz de concebir unos diálogos que expresan algunos de nuestros pensamientos más íntimos y revelan nuestras inquietudes más inconfesables. La vida en pareja, analizada portentosamente en «Antes del Amanecer», «Antes del Atardecer» y la reciente «Antes del Anochecer», cede su protagonismo al estadio anterior en la vida de todo ser humano, que resulta determinante a la hora de moldear su personalidad y perfilar su futuro. Según transcurren los minutos, confirmamos de primera mano que todo es auténtico en «Boyhood», al comprobar que los retazos que la componen encajarían sin ninguna dificultad en nuestros puzzles vitales.
En manos de Richard Linklater, lo ordinario adquiere la categoría de fascinante. Los 166 minutos de su plan maestro desfilan ante nuestras retinas como una recreación del subconsciente, ese lugar donde residen las vivencias que han caído involuntariamente en el olvido y las que no queremos recordar. Como no podía ser de otra manera, dicha evocación provoca sentimientos encontrados e invita irremediablemente a la nostalgia: el precio que se paga por mirar atrás. No obstante, el balance es positivo.
Analizar el contenido de «Boyhood» implicaría numerosos visionados, ya que nos encontramos ante una obra de una enorme complejidad. Afortunadamente, el material del que esta hecha la película procede en igual medida del corazón que del intelecto de Richard Linklater, por lo que su visionado es tan emocionante como intelectualmente desafiante. Entre las múltiples metáforas que salpican su metraje, una de ellas resulta especialmente esclarecedora respecto a la forma de ver la vida de su director. Al igual que el «Black Album» de los Beatles (disco que verdaderamente no existe, compuesto por canciones correspondientes a las carreras en solitario de los miembros del grupo), la vida está compuesta de pinceladas que por si mismas no son especialmente significativas, pero integradas en un mismo lienzo componen un cuadro de una belleza sobrecogedora.
La infancia, la adolescencia, la edad adulta, la responsabilidad, la disciplina, los primeros amores, la amistad, la incertidumbre ante un futuro incierto, los nuevos desafíos, la decepción, el horizonte de la vida… El principal mérito de Richard Linklater consiste en su capacidad para abarcar infinidad de temas sin transmitir la sensación de pasar de puntillas sobre cada uno de ellos. La cámara del director traza líneas de una precisión admirable, como las de un pintor que capta la esencia de su modelo en tan sólo un par de trazos.
En manos de otro cineasta, esta película se hubiese convertido en una sensacionalista montaña rusa de emociones, amparada en la riqueza de su planteamiento inicial. Sin embargo, la narración de «Boyhood» no recurre a sobresaltos y acontecimientos extraordinarios para captar la atención del espectador, sino a situaciones que le resultan especialmente familiares, bien por haberlas protagonizado, o bien por haberlas presenciado. Richard Linklater se revela como un magnífico director de orquesta especialmente dotado para las grandes sinfonías: unos personajes entran y otros salen, las situaciones se suceden con fluidez, los numerosos saltos en el tiempo son amortiguados por brillantes elipsis que se apoyan en un cambio físico o en el inicio de una conversación (sutilmente) reveladora…
Al igual que en sus anteriores trabajos, los diálogos de Linklater se caracterizan por su naturalidad y la excepcional precisión de su mensaje. Estamos ante la consecuencia lógica de un método de trabajo basado en la colaboración y en la extraordinaria facilidad del director para conectar con sus actores. Buen ejemplo de ello es la conversación entre padre e hijo durante un paseo por la naturaleza, un auto-homenaje rodado en plano secuencia al más puro estilo «Antes del Anochecer»: Ethan Hawke (padre), experto en estas lides, y el sorprendente Ellar Coltrane (Mason) caminan despreocupadamente y comparten inquietudes como si sus palabras fluyeran con espontaneidad. Del mismo modo, Patricia Arquette también participa de esta fidedigna imitación de la vida, realizando una actuación portentosa e interpretando al personaje más emocionalmente intenso de la película.
Aunque sea de manera tangencial, Linklater permanece fiel a sus preocupaciones recurrentes. El comportamiento de hombres y mujeres en el ámbito de la pareja aparece brillantemente perfilado a través de la relación entre los padres del protagonista. Linklater no juzga a sus personajes, simplemente muestra su particular punto de vista según el cual la mujer está más comprometida con todo lo referente a la educación de los hijos y la construcción de un núcleo familiar sólido y estable, mientras que el hombre tarda más en madurar y en asumir las responsabilidades de la vida.
Al terminar el visionado de «Boyhood», algunos experimentarán la engañosa sensación de haber asistido a un espectáculo sencillo. De repente, mirarán el reloj y creerán haber despertado de una regresión de 166 minutos. Pasarán los minutos, las horas, y los días, y los momentos de la vida de Mason permanecerán en sus pensamientos. Lentamente empezarán a tomar consciencia de la proeza lograda por Richard Linklater: hacer fácil lo difícil, renunciar a su ego para transformar «Boyhood» en una experiencia universal, recordar lo emocionante que es la vida tal y como la conocemos, exprimir las posibilidades del Séptimo Arte para proponer una reflexión vital sin precedentes… «Boyhood» es una calle de único sentido llamada niñez que desemboca en una adolescencia de múltiples direcciones.
Carlos Fernández Castro
Me gusto mucho y eso que la vi por casualidad, prácticamente me tope con ella!.
Una puesta arriesgada, ya que después de 12 años hubiese sido un desastre si le falla el personaje principal en algún momento. Es increíble ver como van cambiando los personajes durante el tiempo, sobretodo físicamente. Patricia Arquette no hace justicia con los años. En general muy recomendable!