Border (Gräns, 2018)
Nota: 8,5
Dirección: Ali Abbasi
Guión: Ali Abbasi, Isabella Eklöf (Novela: John Ajvide Lindqvist )
Reparto: Eva Melander, Eero Milonoff, Viktor Åkerblom, Joakim Olsson
Fotografía: Nadim Carlsen
Duración: 101 Min.
Hace tan solo unos meses, Lazzaro feliz nos recordaba que el hombre, hoy como ayer, sigue siendo un lobo para el hombre. Pero no contentos con ser nuestro principal enemigo, también causamos estragos en nuestra Madre Tierra, así como en todos los seres que la habitan. Y como es lógico, toda acción provoca una reacción. Sin embargo, somos tan egocéntricos que ni siquiera barajamos las consecuencias de nuestros actos negligentes e irresponsables, y mucho menos la posibilidad de una venganza o un ajuste de cuentas. Esto nos lleva a una pregunta: ¿se ha de combatir el mal con el mal? La moral nos dice que no, pero en la naturaleza no hay lugar para el raciocinio.
Como su propio título indica, Border es una película de fronteras: desde las geográficas, hasta las que separan al ser humano del animal, la soledad de la compañía, el bien del mal… Tina es una mujer de mediana edad que exhibe un físico un tanto primitivo: su rostro no es agraciado y provoca un cierto rechazo, su forma de moverse carece de armonía y su capacidad para olfatear en los demás el rastro de la vergüenza, el miedo, el amor, el odio o la excitación, además de garantizarle un puesto en la policía de aduanas, la acerca más al reino animal que al de los humanos.
En consonancia con esta última idea, el director muestra la perfecta comunión que existe entre la protagonista y los boscosos paisajes que rodean su entorno. Se aprecia en una puesta en escena que encorseta al personaje en los contextos civilizados y la libera en los espacios naturales, carentes de prejuicios y dispuestos a aceptar a cualquier criatura tal y como es. En todo momento, la cámara de Ali Abbasi alterna los planos generales, que muestran esta simbiosis, con planos cortos, que parecen penetrar en los pensamientos de Tina y la siguen muy de cerca hasta colocar al espectador en una posición privilegiada. De esta manera, respiramos el mismo aire que ella, compartimos sus sensaciones y sentimos las emociones de un animal en cautiverio que asume erróneamente su condición humana e ignora la prisión existencial en la que vive.
Llama la atención el diseño de los dos personajes principales, tan compatibles desde diferentes puntos de vista y, sin embargo, situados a ambos margenes de la frontera entre el reino humano y el animal. Asimismo, sorprende el atrevimiento de otorgarles la condición de trolls, aun tratándose de la acepción más suave del término: «taimados salvajes parecidos a los hombres que viven bajo tierra en colinas o montículos, inclinados al robo y el rapto de humanos que, en el caso de los infantes, eran sustituidos por niños cambiados». Y a pesar de todas estas excentricidades, prevalece el tono realista y social en la narración, como si Abbasi hubiera encontrado el secreto para extraer verdad de la fantasía.
Estamos ante una obra que retrata una crisis de identidad, tanto personal como social y sexual. Sus diferentes etapas marcan los tiempos de la narración: desconocimiento, descubrimiento y resolución. Y para ello, el director se sirve de diversos elementos que contribuyen a la progresión dramática del film: la introducción de personajes catalizadores, el empleo del componente fantástico y la trama criminal. Elementos tan dispares que, por momentos, hacen peligrar el equilibrio de la narración. Sin embargo, el cineasta sueco y sus coguionistas tejen una magnífica tela de araña en la que todos los hilos argumentales confluyen en el desenlace de una manera natural, logrando un conjunto repleto de coherencia y resolviendo exitosamente todos los conflictos planteados a lo largo de su metraje: encuentra tu identidad y cuando la aceptes, serás libre.
Carlos Fernández Castro