Baby Driver (2017)
Nota: 7,5
Dirección: Edgar Wright
Guión: Edgar Wright
Reparto: Ansel Elgort, Kevin Spacey, Jon Hamm, Jamie Foxx, Jon Bernthal, Eiza González, Lily James
Fotografía: Bill Pope
Duración: 115 Min.
A lo largo de la historia de la crítica, se ha discutido sobre la mayor o menor relevancia de la dirección y el guión en el resultado final de un largometraje. ¿Se puede filmar una buena película partiendo de un mal guión? ¿Y si invirtiéramos los factores? Las opiniones varían según a quien se pregunte y dependiendo del film en cuestión. En el caso de Baby Driver, sus creadores parecen haber relegado el guión a un segundo plano, volcando sus esfuerzos en los aspectos técnicos de la produccion e invirtiendo toda su creatividad en un evidente ejercicio de género que funciona como una inyección de adrenalina.
Sin embargo, no deberíamos menospreciar la funcionalidad del libreto de Edgar Wright. Lejos de considerarla insuficiente, su escritura está al servicio de una dirección rabiosamente dinámica que alterna deslumbrantes planos secuencia con baterías de imágenes ingeniosamente coordinadas en la mesa de edición, de unas transiciones rebosantes de imaginación en la tradición de sus anteriores largometrajes y de un excepcional diseño de sonido que armoniza todas las virtudes del film.
Asi que al Cesar lo que es del Cesar: los diálogos mantienen la chispa de la casa, los personajes son carismaticos y el conflicto interior del protagonista sigue sirviendo como detonante dramático de la narración, a pesar de su escasa profundidad. That’s entertainment, que diría Bob Fosse, y además del bueno. Salta a la vista la escasa relevancia de los personajes femeninos, muy alejados de la senda recientemente marcada por la Furiosa de Mad Max: furia en la carretera (por citar otro film de gasolina y violencia), así como la reiteración de secuencias de acción en el acto final, que distancian a Baby Driver de la excelencia. Pero en todo caso hablamos de lastres que herirían de muerte a una película de Ingmar Bergman. Y no es el caso.
Lo que convierte a Baby Driver en un diamante (en bruto, lo admito) cinematografico es la puesta en escena de un cineasta en estado de gracia. A medida que se suceden los planos, tenemos la certeza de que Wright dirige con la mesa de edición en mente y la música concreta para cada fotograma sonando en sus oídos. La imagen no solo se mueve al ritmo de cada canción sino que cada balazo, cada puñetazo e incluso cada gesto de los actores tienen su correspondencia en las diversas partituras que dominan la narración, dando como resultado una película de acción parcialmente poseída por un musical sui generis en el que baila la imagen y no los personajes.
Podríamos afirmar que Wright ha elevado a obra de arte una producción que el escaso talento de otros hubiera relegado a formar parte del pack de una franquicia de éxito. Y aunque Baby Driver apueste claramente por la acción, también plantea reflexiones interesantes sobre la edad del talento (¿Confiarías la huida de un atraco a un adolescente imberbe? ¿Y tu salud a un médico recien graduado?) y el peso del pasado. Al mismo tiempo, Wright ha encendido la mecha de un aspirante a estrella (Ansel Elgort) cuya luz no iluminaba más que una vela y que en Baby Driver ni siquiera es eclipsada por la siempre estimulante presencia de Kevin Spacey o Jamie Foxx.
Carlos Fernández Castro