Babadook (2014): de nuestros monstruos internos
Nota: 8
Dirección: Jennifer Kent
Guión: Jennifer Kent
Reparto: Essie Davis, Noah Wiseman, Daniel Henshall, Hayley McElhinney, Barbara West
Fotografía: Radek Ladzcuk
Duración: 95 Min.
A priori podría parecer que Babadook dispone de todos los elementos básicos del cine del género al que se adhiere: el terror. Y en cierto modo, no se estaría mintiendo. La película australiana recupera e incluso refresca muchos de los postulados que elevaron el terror décadas atrás. Desde esa orilla el filme de Jennifer Kent supone una evidente demostración del enorme poder que reside bajo la afirmación «menos es más».
La cineasta se adscribe al terreno propio de los cuentos a través de una fábula en la que los monstruos, el miedo y la imaginación se erigen como grandes protagonistas. Para ello utiliza un entorno cerrado: dos personajes y una casa. El pasado traumático, en forma de marido (y padre) fallecido en accidente, proporciona, por su parte, la aureola ciertamente fantasmal que ayuda al desarrollo psicológico de los vacíos. Porque Babadook es fundamentalmente un ejercicio psicológico.
Toda la puesta en escena de Kent (leves movimientos de cámara hacia sus personajes, estridencias del sonido, los claroscuros que proporcionan un acertado trabajo fotográfico, o los planos fijos de las estancias vacías) remite a esa sensación de desconfianza e inseguridad mediante la que avanza la cinta. Por su parte, el magnífico trabajo musical contribuye a esta creación del universo de terror, además de establecer una clara resonancia con el mundo mágico y de los sueños (no hay que olvidar la importancia del libro en la historia central, así como el acercamiento narrativo de la misma hacia la fábula y la magia propia de los cuentos).
Jennifer Kent sustenta toda su propuesta y su universo ficcional en los hombros de Essie Davis. El rostro de la actriz, en absoluto estado de gracia, soporta los giros y requiebros de una inteligente obra que guarda mucho de El resplandor de Kubrick. Bajo su piel Babadook recupera un terror primario y sin aspavientos que nos hace querer taparnos con la sábana de la misma forma que hace la protagonista.
Babadook entrelaza, además, su línea narrativa central con un acercamiento a la problemática social que asola a sus personajes (el duelo, vivir en la diferencia, la soledad o la convivencia con el hijo cuando este se convierte en lo mejor y a la vez lo peor de una vida). Pero, sin duda, si existe un tema que predomina sobre el resto es el de los miedos personales y el contrato latente que nos obliga a convivir con ellos cada día. E incluso a alimentar a ese monstruo, algo que la directora muestra con suma elegancia en una de las escenas finales del filme (en el simbólico sótano de la casa), que sintetiza toda la esencia del mismo.
Jesús Villaverde Sánchez