12 Años de Esclavitud (12 Years a Slave) (2013)
Nota: 8,5
Dirección: Steve McQueen
Guión: Steve McQueen, John Ridley
Reparto: Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender, Lupita Nyong’o, Benedict Cumberbatch, Sarah Paulson, Paul Dano, Brad Pitt, Garret Dillahunt
Fotografía: Sean Bobbitt
Música: Hans Zimmer
En el año 2013, la trata de blancas movió en España más dinero negro que cualquier otra actividad clandestina. Miles de personas fueron secuestradas, estafadas o coaccionadas, y obligadas posteriormente a ejercer la prostitución. Cautivas tras barrotes de neón o escabrosos pisos camuflados, estas mujeres representan una de las más cercanas y truculentas muestras de esclavitud contemporánea. Lamentablemente, no es la única de la que tengamos cruel noticia.
Por ello la recientemente estrenada “12 Años de Esclavitud”, más que como un mero drama histórico, ha de valorarse como un lúcido y atemporal tratado fílmico sobre la injusticia; sobre la dignidad humana, la privación de la libertad y la impunidad con la que algunos se lucran mediante tamaña atrocidad.
Dirigida por el polifacético Steve McQueen, “12 Años de Esclavitud” narra el autobiográfico relato de Solomon Northup, protagonista de una historia de frustrante barbarie en los Estados Unidos pre Guerra Civil. El director londinense, de raíces afro-caribeñas, tenía en mente desde hacía tiempo rodar una película sobre la esclavitud. Estancado creativamente, el otrora videoartista terminaría recurriendo a la más boyante fuente de inspiración de la que el hombre pueda servirse: la realidad.
A pesar de distanciarse levemente de sus inmejorables precedentes, el mensaje de esta obra vuelve a quedar encerrado (que no supeditado) en una plasticidad fílmica asfixiante, abrasiva. Y es que el cine de McQueen quema cuan nitrógeno líquido, como el hielo cuando cauteriza la piel desnuda.
El cuerpo central de su relato sigue siendo la libertad, la conciencia social, y como bien me apuntaba en una ocasión el incipiente artista Andrés Pachón, el propio cuerpo. Cuerpo como medio de expresión y protesta (“Hunger”), como cárcel lacerante e inasumible (“Shame”), como elemento diferenciador entre semejantes (“12 Años de Esclavitud”). Cuerpos anegados de vergüenza, rabia o desesperación. Cuerpos doloridos, cautivos, frustrados, cuerpos al borde mismo de la extinción.
El cine de McQueen, asimismo, exige un compromiso extenuante para todo aquel intérprete que recoja el guante de aceptar su invitación. Desde aquellos actores desconocidos hasta las estrellas que aquí ejercen casi de figurantes (inmenso, como habitúa, un impagable Paul Giamatti), el cast de «12 Years a Slave» desborda dramática excelencia en su trabajo. Capítulo aparte merecen sus excelsos protagonistas: Chiwetel Ejiofor, como el sufrido Solomon Northup, y su perturbado antagonista, el terrateniente negrero Edwin Epps (colosal, una vez más, Michael Fassbender).
Todas y cada una de las facetas técnicas que componen “12 Años de Esclavitud” resultan brillantes (como poco). Desde su exquisita escenografía, pasando por su formidable diseño de vestuario, su notable fotografía, o su prodigioso trabajo de maquillaje. Es por ello natural que la película se vaya abriendo hueco entre los reconocimientos cinematográficos más importantes y, por supuesto, entre los compungidos corazones de sus espectadores.
“12 Años de Esclavitud” es un exquisito viaje por las pútridas entrañas del racismo, la crueldad y la opresión. Un homenaje a quien no se somete a su inmerecida desgracia. Un descorazonador retrato de la siempre decadente condición humana. Una cinta dura, explícita, constructiva, necesaria; absolutamente imprescindible.
Queda dicho, quedan avisados.
Alberto G. Sánchez – @Pelucabrassi
Alberto, después de ver la peli me ha gustado más aún tu crítica. Todos los dilemas morales que me han asaltado al salir del cine los reflejas tú con tus palabras… Y mientras la gente rebusca en la basura para poder comer y otros trabajan 12 horas sin descanso ni días libres por cuatro perras, nosotros miramos para otro lado… Just like 1845.
Efectivamente Mar, es la contemporaneidad de los conflictos expuestos lo que más me gustó y conmocionó de la película.
La odisea nauseabunda que a de sufrir Northup es, si eres una persona mínimamente empática, un dramón en toda regla. Una historia universalmente conmovedora. Pero lo que de verdad me heló la sangre – a mí, que la actualidad política ha hecho que la tenga a temperatura permanentemente volcánica- es concluir que la esclavitud no es agua pasada. Es agua estancada, podrida, una vergonzosa lacra que nos define como colectivo.
y como colectivo que estamos haciendo?
muy buena critica por cierto.
Como colectivo hacemos lo habitual por estas latitudes: mirar para otro lado. Generalmente hacia el lado donde se ubican los escaparates.
Muchas gracias Marina por el parabién.