American Beauty (1999)
Nota: 9
Dirección: Sam Mendes
Guión: Alan Ball
Reparto: Kevin Spacey, Annette Bening, Chris Cooper, Thora Birch, Wes Bentley, Mena Suvari
Fotografía: Conrad Hall
EN POCAS PALABRAS (para los impacientes)
El comportamiento de las clases medias ha sido tratado por el cine americano desde múltiples puntos de vista. Y es que, al contrario de lo que ha ocurrido en muchas naciones europeas, en América esta industria nunca ha sido subvencionada por el gobierno; esto hace que no solo no se condicionen los temas que se puedan tratar, sino también el modo en cómo puedan ser abordados. En Estados Unidos, los directores han gozado casi siempre de gran libertad para exponer puntos de vista que eran muy críticos con los gobiernos, los ejércitos, los sindicatos o la misma sociedad; y al contrario, han valorado todas aquellas cualidades que merecían ser exaltadas. American Beauty, como su nombre indica, aparentemente se refiere a la sociedad americana; sin embargo, no debemos ser tan ingenuos como para pensar que los mismos fenómenos que se exponen aquí, no se puedan producir en otras sociedades occidentales, política, social y económicamente desarrolladas. La sociedad americana es solamente el símbolo que mejor refleja la carga de ironía que envuelve el titulo de la película.
SI QUIEREN PROFUNDIZAR…
Sam Mendes nos presenta un argumento que trata sobre varias familias que viven en una zona residencial de clase media. Aparentemente deberían desarrollar una vida cómoda y placentera, pues pertenecen a un estrato social acomodado. Sin embargo, no es así. Lester Burnham (Kevin Spacey) ha perdido su trabajo y lo ha sustituido por otro de inferior calidad; esto le ha producido una fuerte tensión en su relación con su mujer Caroline (Annette Bening) y con su hija Jane (Thora Birch). Por otro lado, el Coronel Fitts (Chris Cooper), vecino de los Burnham, mantiene una dominación brutal sobre su mujer y su hijo Ricky (Wes Bentley). Jane y Ricky inician una relación amorosa en contra de los deseos de Angela (Mena Suvari), amiga de la primera, obsesionada con las apariencias. Por último, hay una tercera familia formada por una pareja de homosexuales que mantienen una relación normal y que apenas interviene en esta historia.
Probablemente la intención de Sam Mendes, director de la cinta, y Alan Ball, guionista, a la hora de contar estas historias era mostrar que las relaciones humanas constituyen el fundamento de una convivencia. Tenemos que sacar siempre lo mejor de nosotros mismos, en un proceso que comienza en nuestra infancia y debería terminar con el final de nuestras vidas. ¿Por qué si no, esa pregunta que se hace Lester con la foto de su hija en la mano?: “¿Cómo hemos llegado a esto Jane, tú que en la foto eras como un ángel y me querías con locura”. Y aquella otra que le hace a su mujer: “¿Dónde esta aquella Caroline tan alegre e ingenua, que se subía a los tejados y se desnudaba cuando pasaban los helicópteros, y era todo como una fiesta?”. Al final todo se ha roto porque ese equilibrio que tiene que reinar en toda relación humana, y que se basa en la confianza, cuando se traslada al interior de una familia tiene que tener una finura extraordinariamente delicada. No puede haber tiranía de una persona sobre las demás, como se percibe en la familia del coronel. El interés de cada uno de los miembros de la familia por los demás debe estar presidido por la comprensión; pero no una comprensión impuesta, sino surgida de la convicción íntima de cada uno de ellos. En el fondo, es el amor, día a día, el que tiene que crear esa ligazón que sea capaz de aunar voluntades. Y en esto no hay distinción entre heterosexuales y homosexuales, entre ricos y pobres; porque en todo caso, cada persona será siempre responsable de sus actos.
Sam Mendes maneja con mano maestra el ritmo del film y sabe introducir adecuadamente, dentro de la tensión general presente en la película, secuencias tragicómicas, como la de la hamburguesería, y otras que reflejan la hipocresía de la sociedad, lo que contribuye a mantener siempre alerta la atención del espectador. En cuanto al reparto, mencionar las sobresaliente interpretaciones de Kevin Spacey y Annette Bening, simplemente memorables. Thora Birch, Wes Bentley y Chris Cooper, en un segundo plano, realizan un trabajo mas que notable; por no decir el resto de secundarios, que cumplen sobradamente su cometido.
Estamos, por tanto, ante una gran película; con un guión profundo y brillantemente desarrollado, sazonado convenientemente con diálogos ingeniosos y sugerentes. Si a todo esto le añadimos una magnífica dirección, el resultado es una de las grandes películas del cine moderno.
Antonio Fernández Fernández
PELICULÓN !!! Recomiendo a los que les gustó Kevin Spacey que vean 2 de sus mejores interpretaciones, HURLYBURLY y SOSPECHOSOS HABITUALES. Uno de los grandes actores de las últimas decadas.