Palmarés del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria 2015
Tras el anuncio del palmarés y la protocolaria entrega de premios, el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria dio por clausurada su decimoquinta edición el pasado sábado. Llega, pues, el momento de hacer balance a lo que han dado de sí estos diez días de cine ininterrumpido, empezando por la lista de galardonados. Pero antes de iniciar nuestro repaso, queremos llamar la atención sobre un asunto que a nadie se nos ha pasado por alto: el cada vez más anecdótico (por no decir prácticamente nulo) apoyo por parte de las autoridades locales a un evento sometido a continuos recortes y amenazas de desaparición desde el comienzo de la crisis. Así lo reconocía el director de “El séptimo vicio” de RNE, Javier Tolentino, quien se hacía eco en su blog hace unos días de esta lamentable dejadez institucional.
Pasado ya el tiempo de los oropeles, los grandes desfiles y las alfombras rojas, el festival (como el resto de actividades culturales de este país) está obligado a superar un período de transición hacia la búsqueda de una nueva identidad. Un nuevo espíritu marcado, quizá, por la experiencia de nuevos formatos y la consolidación de nuevos y mejores espacios de exhibición. A Luis Miranda y el resto de organizadores les queda por delante un largo y, por lo que parece, también solitario camino por recorrer. De momento, el público ya ha respondido: en sólo cinco días el festival logró superar el número total de espectadores registrados el pasado año. Ojalá este dato sea la señal de que se avecinan tiempos mejores para un festival que resulta cada vez más necesario en los tiempos que corren.
Dicho esto, pasemos ahora a hacer recuento de las películas premiadas. Como viene siendo habitual en los últimos años, el jurado se erigió en protagonista inesperado de la jornada, fallando en contra de todos los pronósticos. La coproducción italo-canadiense La creazione di significato de Simone Rapisarda, se alzó con la Lady Harimaguada de Oro a la mejor película en detrimento de la gran favorita, The postman’s White Nights. La excelente película de Andréi Konchalovski que tuvimos oportunidad de analizar en nuestra última crónica, tuvo que conformarse con un honroso segundo premio que, francamente, sabe a poco. Y gracias, porque, una vez más, el Premio del Público que otorga el Jurado Popular recayó en la propuesta más convencional de cuantas se presentaban en la Sección Oficial: la anglo-árabe Theeb. Ambientada en el desierto de Arabia durante la Primera Guerra Mundial, el debut en la dirección del británico Naji Abu Nowar parecía predestinado a conseguir un galardón que, como su propio nombre indica, sirve de refugio a los apetitos más “populares”. Por nuestra parte, nada que objetar en este punto.
Tampoco quedaron exentos de polémica la Mención Especial del Jurado, que este año fue a parar a manos de Evan Johnson y Guy Maddin por la lisérgica The forbidden room, así como los premios a la mejor interpretación. Vanina Montes se llevó el galardón a la mejor actriz por su papel en Mar, de Dominga Sotomayor, mientras que Huang Xuan hizo lo propio en el apartado masculino gracias a su intensa aparición en la producción china Blind Massage. Como ya adelantamos hace unos días, la mediocre película de Lou Ye resultaba golosa en este apartado, por cuanto aportaba un buen número de escenas especialmente diseñadas para el lucimiento de su protagonista. Así pues, ninguna sorpresa. Lástima que el jurado no haya sabido valorar el sencillo (y por ende, mucho más estimulante) trabajo de Aleksey Tryapitsyn. Actor no profesional que, al igual que el resto de componentes de The Postman’s White Nights, logra hacer suyas todas las escenas en las que interviene sin necesidad de imponer su presencia por medio de tics o gestos amanerados.
Quedan fuera del palmarés algunos títulos interesantes como Songs from the North de la surcoreana Soon-mi Yoo, quien, por cierto, se dejó ver durante toda la semana en muchas de las proyecciones, tanto de la Sección Oficial como del resto de actividades paralelas. Todo un ejemplo de cinefilia que, por raro que parezca, no suele abundar demasiado entre la profesión. Pero volviendo al caso que nos ocupa, no es descabellado pensar que el supuesto mensaje político que destila su retrato de la sociedad norcoreana, haya podido ir en demérito de una película donde, paradójicamente, la denuncia política es lo de menos (véase el comentario que, a este respecto, publicábamos en nuestra primera crónica). Todo lo contrario puede decirse, en cambio, de La creazione di significato. Esta sí, un comentario crítico sobre la Europa actual en boca de un pastor de los Alpes Apuanos, que rememora las secuelas de la invasión nazi del norte Italia.
En su afán por premiar a una película de carga social, de esas que sirven en cierto modo para “lavar conciencias”, los premios otorgados a Konchalovski y Maddin se nos presentan bajo la forma de un mero trámite. Algo así como la cuota de rigor al género “de autor” y el “cine experimental”, que todo jurado complaciente debe pagar para imponer su criterio sin dejar insatisfecho a nadie. Como suele decirse, “más de lo mismo”.
Dejando a un lado el tema de los premios, no queremos acabar este repaso sin hacer mención a dos de los acontecimientos más señalados de cuantos nos ha dejado la semana. En primer lugar, la retrospectiva dedicada al cineasta neoyorkino Alex Ross Perry. Todo un privilegio si tenemos en cuenta que se trataba de la primera vez que sus películas se proyectaban en España. Pese a contar con tan alto grado de motivación previa, puede decirse que la experiencia resultó gratificante sólo a medias. A la proyección de la espléndida The Color Wheel, una comedia irreverente “a lo Kevin Smith”, pero rodada al más puro estilo New American Cinema de Cassavetes, se uniría más tarde la más decepcionante Listen up Philip. Un drama sobre el mundo literario de Nueva York y las ególatras relaciones personales que éste alimenta, cuyo imaginario recuerda menos al universo de Woody Allen (con el que se le ha comparado, no sin cierta justificación) que al del peor Paul Auster.
El segundo, y no menos importante, fue el estreno de la esperadísima Still the Water, la última película de la japonesa Naomi Kawase, a la que el certamen dedicó también una retrospectiva hace algunos años. Su ubicación dentro de la sección Panorama, con la que el festival ofrece un repaso a las últimas novedades del cine contemporáneo, le impedía participar en la Sección Oficial a concurso. Una verdadera lástima. Tras dos pases en los que la película registró un lleno absoluto en sala, nos queda la sensación de haber visto no sólo la mejor película de la semana, sino también una de las mejores de los últimos años. En espera de poder comentarla de forma más amplia, y a la vista de todo lo que hemos podido ver en estos días, una cosa sí parece clara: la señora Kawase juega en otra liga.
Aythami Ramos
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