Crónica desde el Festival de Cine San Sebastián 2019 (28 de septiembre)
Como en todas las ediciones, el sábado es el día en el que los acreditados nos dedicamos a repescar películas de secciones periféricas a la oficial que no hemos podido ver a lo largo del festival. También es el día de la proyección sorpresa del festival, en esta ocasión protagonizada por El Joker, y en el que se da a conocer el palmarés. Yo aproveché para descubrir nuevos directores en horizontes latinos (Los tiburones), aproximarme a la ópera prima de Mati Diop (Atlantique) y garantizarme dos momentos placenteros con las Perlas de Ciro Guerra (Esperando a los bárbaros) y Robert Eggers (El faro). Aquí van mis impresiones de mi última jornada en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián:
Los tiburones (Horizontes Latinos)
Sorprendente debut de Lucía Garibaldi en la dirección que aborda temas tan escabroso como la venganza de una adolescente ante el interés no correspondido de su primer objeto de deseo. La sangre no llega al río, al tratarse de una joven de trece años, pero la intensidad de su frustración y despecho es tan humana que adquiere un alcance universal. Viniendo de una actriz no profesional, destaca la contención de la interpretación principal, claramente achacable a la mano de Garibaldi y, según declaró la directora en el coloquio posterior, a la labor en la mesa de montaje. Del mismo modo es reseñable la construcción del entorno familiar en el que habita Rosina, que proporciona numerosas posibilidades de profundizar en su personalidad y comprender sus reacciones. Rodada con naturalidad, sencillez y el tempo que requieren estas tentativas frustradas de iniciación sexual.
Atlantique (Zabaltegi)
Posiblemente, una de las películas más atrevidas del festival. Mati Diop abandona momentáneamente la actuación para debutar detrás de las cámaras con un híbrido que combina el cine social con el sobrenatural y el policiaco sin ningún atisbo de timidez o falta de convicción. Situado en Dakar, su argumento se centra en una joven cuyo matrimonio está ya pactado. Sin embargo, ella está enamorada de otro hombre que desaparece repentinamente tras haber partido en una patera en busca de un futuro mejor, a causa de su precaria situación económica. A partir de ese momento, seguimos los pasos de la protagonista y su futuro marido, de sus amigas, del policía que investiga un misterioso incendio del que se acusa al amante desaparecido y del empresario que no pagaba a los obreros naufragados y ahora es acosado por unos zombis que reclaman la deuda. Diop dosifica y entremezcla el misterio, la crítica social y el terror sin que el conjunto sufra los efectos de un cocktail mal mezclado. Sus imágenes son tan sensibles como sugestivas y logran transmitir su discurso con elegancia. Se le puede achacar cierta falta de cohesión a su guión pero nada como para empañar la valentía y solvencia de un debut que anuncia logros futuros.
Esperando a los bárbaros (Perlas)
Que el nombre de Johnny Depp no nos lleve a confusión: a pesar del reparto americano que protagoniza Esperando a los bárbaros, Ciro Guerra mantiene la fidelidad a su estilo y se blinda con el capital italiano de su financiación. No hay prisas ni concesiones a la espectacularidad en su primer trabajo anglófono. Su narración se desliza suavemente sobre la arena de un desierto tercermundista, que podría pertenecer a cualquier país colonizado por una gran potencia. Incluso Depp parece más contenido de lo habitual. Sin embargo, se perciben problemas en un guión que solo se conforma con dibujar buenos y malos de manual, para que el público pueda enfocar convenientemente sus filias y sus fobias. No obstante, no es suficiente para empañar la gran labor de Guerra en la dirección, marcando el ritmo narrativo como solo él sabe hacerlo, o el buen hacer de Mark Rylance como héroe moral y perdedor material de una película que denuncia con convicción la prepotencia del primer mundo a la hora de buscar nuevos enemigos y apropiarse de tierras ajenas.
El faro (Perlas)
Aquellos que esperen una nueva y exitosa inmersión en el género de terror por parte del director de The Witch, tendrán que esperar a su tercera película. En El faro, toda la capacidad de sugestión que guiaba su anterior trabajo desaparece en favor de un exhibicionismo que no solo afecta a la estética sino a la manera de diseñar la relación entre sus dos únicos personajes. Eggers se deja llevar por la fotogenia del contexto y se entrega a un expresionismo que parecer querer compensar su incapacidad para construir esa relación de dependencia y sumisión. Y es que hay mucha verborrea hueca en su guion. Robert Pattinson y Willem Dafoe hablan sin parar, pero no dicen nada. Algo que no sería grave si gran parte de la película no se basara en su interacción. Curiosamente cuando El faro sigue los pasos en solitario del primero es cuando verdaderamente logra mostrar la erosión de la soledad y representar su caída progresiva en las garras de la locura.
Carlos Fernández Castro