Crónica desde el Festival de Cine San Sebastián 2019 (26 de septiembre)
En este segunda crónica dispuse de todo el día para repescar películas que habían causado una buena impresión en pases anteriores (Pacificado, Light of my life y Las buenas intenciones) y otras que se estrenaban en las pantallas de esta 67 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián (Rocks y Diecisiete). En total, tres producciones de la sección oficial, una de Perlas y una última de Nuevos Directores.
Rocks (Sección Oficial)
Se puede llorar por haber nacido en la familia equivocada, por ser un peón en una partida de ajedrez condenada al fracaso y por muchos otros motivos, pero también se puede mantener la dignidad incluso en las peores circunstancias. En Rocks, la directora de Sufragistas cambia de contexto y se decanta por un cine social de corte realista. Miserias del primer mundo que en este caso afectan a una familia monoparental de origen africano, en la que una madre se desentiende de sus dos hijos por motivos que solo podemos sospechar. Con gran naturalismo, Sarah Gavron recurre a una estética muy próxima al documental para describir la vida de Rocks, una adolescente británica que, de la noche a la mañana, debe encargarse en solitario del cuidado de su hermano y de la manutención del hogar familiar. A pesar de las adversidades a las que se enfrenta la protagonista, la narración apuesta por un equilibrio entre el bien y el mal garantizando un cierto grado de optimismo entre tanta negatividad.
Light of my Life (Perlas)
Tras la inteligente gamberrada que supuso su debut en la dirección (I’m Still Here) como cómplice de la tomadura de pelo de Joaquin Phoenix al stablishment hollywoodiense en 2010, Casey Affleck regresa detrás de las cámaras para dirigir esta película intimista que aborda las relaciones paternofiliales e imagina un mundo en el que las mujeres han desaparecido a causa de un virus mortal. A lo largo de su metraje, varias pistas apuntan la posibilidad de que estemos ante un alegato de inocencia del actor americano frente a las acusaciones de misoginia que le han perseguido en los últimos años. Que cada cual decida la validez de su defensa. Desde el punto de vista cinematográfico, Affleck demuestra una buena mano en la dirección y una gran sensibilidad en la escritura de guion. La combinación de ambos aspectos nos regala una secuencia inicial que señala su enorme potencial como narrador. A pesar de las influencias evidentes en su argumento de La carretera e Hijos de los hombres, Light of my life brilla con luz propia y se erige en un título estimable dentro del subgénero de cine posapocalíptico.
Pacificado (Sección Oficial)
Imagínense una adaptación de Atrapado por su pasado (Carlito’s Way) en el contexto de las favelas de Río de Janeiro durante las últimas Olimpiadas en Brasil. En su segundo largometraje, Paxton Winters narra la vida de una familia cuyo cabeza de familia, mítico líder de una de las favelas más peligrosas de Río de Janeiro, es excarcelado tras trece años a la sombra. Todos esperan el regreso del gran jefe, pero Jaca (un impresionante Bukassa Kabengele) solo desea llevar una vida tranquila y dejar atrás su tormentoso pasado. Mediante un estilo visual vibrante e intenso, el cineasta tejano construye una atmósfera constantemente a punto de estallar y perfila un protagonista de carisma arrebatador que lucha por alejar a su familia del ambiente tóxico que la rodea y mantenerse al margen del mundo criminal que un día controló. Película intensa y valiente, sucia y naturalista, que denuncia la existencia de unos microuniversos perversos, consentidos por el poder establecido.
Diecisiete (Sección Oficial fuera de concurso)
Una vez más, Daniel Sánchez Arévalo demuestra su talento para escribir diálogos ingeniosos y situaciones de lo más inverosímiles, que acaban tomando forma a fuerza de convicción y de la cohesión de su propuesta. Sin embargo, Diecisiete peca de una falta de credibilidad en su planteamiento y ciertas fases de su desarrollo. En esta ocasión, el director de Gordos opta por la road-movie para reunificar una familia resquebrajada y sin apenas mimbres para sostenerse en pie. A pesar de sus defectos, la narración goza de una fluidez que conecta inesperadamente unas secuencias de carácter episódico. Un canto a la familia que entretiene, pero no profundiza en detalles de sumo interés sobre los que pasa de puntillas.
Las buenas intenciones (Nuevos Directores)
Otra película argentina que, como Los sonámbulos, advierte del buen estado de forma de una cinematografía experta en la representación y el análisis de las relaciones familiares. A través de los ojos de la directora, asistimos al retrato de una familia disfuncional compuesta por tres hijos pequeños, una madre responsable y formal que ha rehecho su vida con otro hombre y un padre inmaduro que cumple a duras penas con sus obligaciones parentales. A pesar de la impresión que pueda arrojar esta premisa, el guión hace gala de la suficiente elegancia y sutileza como para no cebarse en el personaje masculino e intentar humanizarlo, así como para comprender su punto de vista. No hay defensa que valga, pero a partir de ese perfil se construyen unas relaciones paternofiliales que van mucho más allá de señalar culpables e inocentes. El amor de un padre a un hijo no tiene porqué ser un valor absoluto, pero eso no interfiere en su belleza y en la pureza de sus sentimientos. En su debut detrás de las cámaras, Ana García Blaya se revela como una cineasta sensible y una gran observadora de los comportamientos humanos que, al igual que en la vida real, están compuestos por una amplia gama de grises. Destaca el interesante uso de dos formatos que sirven para comparar el tumultuoso presente con los recuerdos en super 8 de un pasado feliz.
Carlos Fernández Castro