Secuencias Inolvidables: “Terciopelo Azul” (Blue Velvet)

El significado de cualquier fotograma concebido por David Lynch puede oscilar entre el sencillo capricho estético y un ramillete de intenciones ocultas difíciles de comprender; de este modo, al interpretar uno como éste, corremos el riesgo de perdernos en el laberinto indescifrable que parece ser la mente de este singular director.

“Terciopelo Azul” es una película de sensaciones; en ella, la importancia del argumento cede protagonismo a lo que el cineasta americano pretende transmitir a través de sus imágenes; esto no significa que cada secuencia, plano o fotograma funcionen como unidades independientes, sino que todas por si mismas tienen su propia identidad y al mismo tiempo están orientadas a moldear la intencionalidad del film.

El protagonista de este fotograma no son Dennis Hopper ni Isabella Rosellini, sino el poder. El personaje interpretado por el icónico actor americano es el jefe de una banda de delincuentes (o lo que quiera que sea) que ejerce su liderazgo a través de la violencia y la intimidación, no mediante el respeto. Cuando quiere algo, lo toma. Pero hay algo que escapa a su voluntad y que le impide consumar uno de sus más ardientes deseos; está acomplejado por su impotencia sexual, que le impide sentirse un macho dominante y poseer, sexualmente hablando, a la enigmática Isabella Rosellini; solo hay una persona a la que no puede obligar a hacer lo que él verdaderamente quiere, razón por la que ni siquiera le permite mirarle a los ojos. Hopper parece pensar: «No hay nada peor que tener algo y no poder hacer con ello lo que uno desea«; la ansiedad se apodera de él, le falta el aire, necesita una mascarilla de oxígeno para poder sofocar sus arrebatos de ira. Prácticamente sin quererlo ni saberlo, ella domina la situación porque es la única que puede humillar a este diabólico personaje.

Si hay alguien en la industria cinematográfica capaz de rodar secuencias inquietantes, ese es el señor David Lynch; magistral, a la vez que enfermizo. Vean la secuencia y opinen, por favor:

Carlos Fernández Castro