Secuencias Inolvidables: “Érase una vez en América” (Once upon a Time in America)
Para muchos, obra cumbre de Sergio Leone; para mi, simplemente una gran película. Y es que no puedo evitar percibir un fuerte desequilibrio entre sus dos lineas argumentales: una de ellas, dedicada a la infancia de los protagonistas; la otra, a la edad adulta. Siempre he pensado que si Leone hubiera dedicado todos sus esfuerzos a retratar el crecimiento de esos chicos en las calles del Brooklyn de principios de siglo, «Érase una vez América» sería a día de hoy una obra única en su género.
No es mi intención vituperar los pasajes protagonizados por unos magníficos Robert de Niro, James Woods y compañía; pero he de reconocer que siempre he deseado saber más acerca de la adolescencia de los jóvenes Noodles, Max, Patsy y Cockeye, que de su época como respetables, poderosos y temidos gángsters. Porque son precisamente las imágenes de esos niños -envejecidos prematuramente desde el punto de vista de la ley, y detentores de una encantadora inocencia en muchos otros aspectos- las que verdaderamente quedan grabadas en la memoria de todo cinéfilo. Entre ellas, la que protagoniza esta nueva entrega de «Secuencias Inolvidables».
En pocas secuencias podemos encontrar un retrato más representativo y enternecedor de la inocencia de un niño. Un niño capaz de incendiar un kiosco por un puñado de dólares; que pretende comportarse como un adulto a pesar de no haber alcanzado la adolescencia; pero un niño al fin y al cabo. Patsy tiene curiosidad por el sexo; ha oído hablar de sus encantos, desea actuar como un adulto, y no quiere sentirse desplazado por no haber tenido relaciones aún con una chica. Sabe que Peggy, una joven muy golosa y poco recatada, ofrece sus servicios por un buen dulce de la pastelería del barrio. Patsy acude a la puerta de la casa de Peggy con el pastel en sus manos primorosamente envuelto, y pregunta a su madre por la joven. Mientras ella acaba de bañarse, él espera en el rellano de la escalera; abre el envoltorio, observa el dulce con devoción, y no puede evitar la tentación de rebañar los laterales con uno de sus dedos. Lentamente, la inocencia derrota al deseo sexual, todavía aletargado en una mente tan pueril e inexperta como la de Patsy; saborear un delicioso pastel es mucho mas interesante que perder la virginidad con la cariñosa Peggy.
Sergio Leone demuestra que no solo es un director de obras cinematográficas épicas y grandilocuentes, sino que es capaz de mostrar en la gran pantalla los momentos más íntimos con la mayor de las sensibilidades. Para quitarse el sombrero; juzguen ustedes:
Carlos Fernández Castro
Una de las cosas que más me gusta de este blog, es que se introduzcan análisis, observaciones, valoraciones, reflexiones, juicios…, y todos cumplan con la elegante función de ser un complemento de la obra, por no decir que se despegan del origen para ser una tesoro per se.
Me siento emocionada recuperando esta secuencia de ‘Érase una vez en América’, paladeándola con gusto como hace el personaje con el pastel.
Qué bonitos cambios de plano, cuánto dicen de la decisión del niño. Desde detrás de las barras de la escalera, sugiriendo que algo sucederá pero aún no lo sabemos, pasando por el zoom reflexivo, hasta acabar sentándonos en el suelo para meter el dedo en el pastel. El centro está en el chico, pero no olvidamos, en ningún momento, su ubicación en el rellano de la escalera.
Cómo acompaña la música, cómo se introduce la melodía principal cuando tira de la cuerdecita que envuelve el dulce.
No sé cuántas veces volveré a ver este fragmento, pero lo que estoy por aseverar, es que al verlo, recordaré como, en Bandeja de Plata, me hicieron notar esta transición de la niñez a la edad adulta, que por ser paulatina todavía se ven instantes cargados de ingenuidad.
Gracias por todos estos ratos de invariable disfrute.
Buenas tardes Lucía,
¿qué quieres que te diga? Me dejas sin palabras, simplemente mil gracias por tu comentario. Me alegra inmensamente que haya alguien ahí fuera que comparte estos sentimientos cinéfilos.
Un fuerte abrazo
Carlos
Buenas tardes Carlos,
Siempre, siempre, agradecerte a ti, esto no se paga con nada!!! Todo tu esfuerzo y dedicación (todo vuestro esfuerzo), más la brillantez de cada crítica… desbordantemente emocionante!
Es muy apasionante también como nos contestas con la misma dedicación y generosísimas dosis de atención y simpatía.
Abrazo de vuelta!! ENHORABUENA