Placeres Inconfesables: La Invasión de los Ultracuerpos (The Invasion of the Body Snatchers) (1978)
«La Invasión de los Ultracuerpos» pertenece a ese tipo de películas que vi cuando era un niño y me dejaron marcado para siempre: «El Resplandor», «El Exorcista» o «La Semilla del Diablo»; sin embargo, mientras que las obras dirigidas por Stanley Kubrick, William Friedkin y Roman Polanski han resistido el paso del tiempo, volver a ver el film de Philip Kaufman 33 años después de su estreno resulta un tanto bochornoso por momentos.
El peinado de Donald Sutherland, sus coqueteos con Brooke Adams -inolvidable protagonista de «Dias del Cielo» e impensable pareja del actor americano por ausencia absoluta de química-, la nefasta utilización del zoom en muchas de sus secuencias, y la desastrosa interpretación de Leonard Nimoy, hacen de «La Invasión de los Ultracuerpos» una clara candidata a «típica película setentera destinada al mayor de los olvidos«.
A pesar de todo ello, se trata de una obra que ha dejado huella en mis recuerdos; resulta difícil olvidar a esas criaturas -exactamente iguales en apariencia a nuestros seres queridos, vecinos, compañeros de trabajo… pero desprovistas de sus almas-, levantando el brazo y señalando con el dedo -al mas puro estilo de la Caza de Brujas- a todos aquellos humanos que encontraran en su camino y no hubieran sido convertidos.
Los secretos de esta película -que maquillan sus bizarras interpretaciones, perpetradas por Donald Sutherland y Leonard Nimoy entre otros-, son su capacidad para generar incertidumbre -ya que el peligro no es identificable y puede ocultarse detrás de cualquier persona-, y la tensión que provoca tener que luchar contra el sueño, para no sucumbir a la conquista de los invasores -cerrar los ojos para descansar podría suponer tu último momento como ser humano-.
Las limitaciones técnicas de la época no restaron impacto a los acertados y sencillos efectos especiales de este film, que logran crear el impacto deseado en el espectador; los ultracuerpos, envueltos en una fina y viscosa capa de una sustancia indeterminada, son realmente terroríficos a pesar de su simpleza.
Indiscutiblemente, la versión anterior de este film -primera adaptación de la novela de Jack Finney, a cargo de Don Siegel– está mejor dirigida y hace gala de un envidiable ritmo narrativo, pero no consigue transmitir el suspense y la intensidad que alcanza el film de Kaufman; de hecho, siempre he pensado que la mezcla de ambos trabajos daría como resultado una de las mejores películas de terror de todos los tiempos. Si sois amantes del género y estáis dispuestos a obviar algunos de sus defectos, os recomiendo el visionado de esta entrañable e inolvidable película, que cuenta con uno de los desenlaces más terroríficos que yo recuerde.
Carlos Fernández Castro
Guión: W. D. Richter (Novela: Jack Finney)
Reparto: Donald Sutherland, Brooke Adams, Leonard Nimoy, Jeff Goldblum, Veronica Cartwright
Fotografía: Michael Chapman