Artículos Suicida: “Mad Max 2: el Guerrero de la Carretera” (1981): la Trampa que hundió a Kevin Costner
Kevin Costner ha sido siempre un director al que he admirado por su forma de contar historias y un actor al que he aplaudido por su arriesgada elección de papeles. Ver de nuevo «Mad Max 2» con la perspectiva que otorga el paso del tiempo, me ha ayudado a comprender qué pretendía este icono del cine de los 90 cuando apostó todas sus cartas a «Waterworld», una superproducción suicida justo en el momento mas importante de su carrera. Probablemente «el que baila con lobos», al igual que otra mucha gente que creció admirando las aventuras del bueno de Max, tenía en mente esos imborrables recuerdos que deja la cinta de George Miller y quiso homenajearla: un mundo post-apocalíptico cuyo objeto más valioso es un bien necesario y escaso; un grupo de gente encerrada en un fuerte (al más puro estilo «Rio Bravo»), que intenta defender su gasolina de los continuos ataques de un grupo de degenerados; y Max, un hombre solitario, esclavo de su instinto de supervivencia y de los dolorosos recuerdos de un tiempo pasado.
Algo que no tuvo en cuenta Costner a al hora de abordar su más ambicioso proyecto fue la escasez de medios con que contó el director australiano al realizar la película en que este se inspiró, circunstancia que obligaba a todos los departamentos implicados en la producción a exprimirse las neuronas con el fin de resultar creíbles. El extraño resultado, obtenido por una mezcla explosiva entre ingenio y un diseño de producción escandalosamente deudor de la estética ochentera, convirtió la película en un producto inimitable y extrañamente carismático.
El director de «Open Range» debería haber identificado las señales que vaticinaban su más que probable batacazo. Me explicaré; después del descomunal éxito que supuso «Mad Max 2» y habiendo fallecido el productor de las dos primeras entregas, George Miller, director de las mismas, decidió compaginar ambos roles y tiró la casa por la ventana. Teniendo en cuenta los precedentes y contando con un Mel Gibson en su nuevo estatus de super-estrella, el fracaso no entraba en sus planes.
Lamentablemente se equivocó y «Mad Max 3: más allá de la Cúpula del Trueno» (1985) fue un fracaso absoluto, tanto comercial como artísticamente. En mi opinión, este fiasco podría haberse evitado porque: 1) un sleeper (película de inesperado éxito y bajo presupuesto, que fue la segunda parte, no la primera) no funciona cuando carece del factor sorpresa, 2) es prácticamente imposible que una película de gran presupuesto y protagonizada por una estrella, triunfe con un argumento tan oscuro y pesimista, y 3) el efecto abrillantador del dinero echa siempre a perder el encanto que proporciona el aspecto descuidado y sucio, propio de las dos primeras entregas.
Lamentablemente, Kevin se ausentó ese día de clase, razón por la que con «Waterworld» (1995) no solo perdió casi toda su fortuna, sino también casi todo el crédito que había acumulado durante una década de obras tan importantes como «Los Intocables de Elliott Ness» (1987), «Bailando con Lobos» (1991) o «Un Mundo Perfecto» (1993).
En definitiva, «Mad Max 2: el Guerrero de la Carretera» es una película que triunfó por su descaro, por su mensaje transgresor, por su estética vanguardista, y por un sinfín de secretos que nunca conoceremos. Por un lado, un hombre solitario cuyo único objetivo es la supervivencia; desprecia la vida en sociedad y no necesita a nadie a su lado. Por el otro, un grupo de personas, cuya unión es la clave para seguir con vida. Finalmente, unos salvajes que solo piensan en arrebatar a los demás aquello que necesitan para mantener una vida placentera y decadente.
Es imposible ver la película y no recordar el personaje de Max, un tipo que no siente simpatía por los malos (peligrosamente ataviados de una estética gay ochentera), pero que tampoco aspira a vivir con ni como los buenos; no olvidemos que les ayuda interesadamente, aunque Miller se medioarrepienta en algún momento, intentando mostrar en él atisbos de humanidad. En definitiva, una película de blancos, negros y afortunadamente, muchos grises; pero el gris no estaba y nunca ha estado de moda Kevin.
Nota: 7
Dirección: George Miller
Guión: Terry Hayes, George Miller, Brian Hannant
Reparto: Mel Gibson, Bruce Spence, Vernon Wells, Mike Preston
Fotografía: Dean Semler
¿Por qué nos fascina tanto este subgénero, que lo convertimos en una de las fantasías cinematográficas más recurrentes de los últimos años? Esperamos que el Armagedon destruya la sociedad que conocemos y surja una especie de Edén bíblico, pero en cambio, se nos plantea un futuro dwarviniano, en donde la barbarie y la desolación son las señas de identidad. La violencia, la formación de bandas paramilitares, la obsesión por reunir los recursos naturales y la idea de la soledad, eran los referentes temáticos de un subgénero a medio camino entre la ciencia-ficción y el western. Existe un referente de este filme, Un chico y su perro, de los años setenta, que nos presentaba una sociedad destrozada por la guerra y a un solitario (Don Johnson) que hurga entre la basura. Pero sería Max Rotanosky, o si se prefiere, Mad Max, el personaje referencial en este sentido.
La segunda entrega es la mejor de las tres con ese villano, el personaje del helicóptero o el niño del boomerang. Una película, por cierto, que ha inspirado a decenas de argumentos, más allá de Waterworld, por ejemplo a Resident Evil.
Un buen blog.