Interpretación Libre de los Goya 2014 en 4 Movimientos
La Academia no aprende. Es una de las numerosas conclusiones que podemos extraer después de ver la gala de los Goya 2014. Los responsables de la misma siguen apostando por una fórmula excesivamente larga, carente de ritmo, y bochornosa en algunos de sus pasajes. Es evidente, al menos para servidor, que si queremos proyectar una buena imagen del cine español, los primeros que debemos creérnoslo somos nosotros; y a tenor del espectáculo ofrecido, seguimos sintiéndonos unos amateur sin aspiraciones y cargados de complejos.
No reclamo una gala al estilo de los Tony americanos, siempre espectaculares por cierto; simplemente exijo que tomemos conciencia de los medios con los que contamos, e intentemos hacerlo lo mejor posible. Seamos sensatos; de nada vale hacer un número musical si no has ensayado lo suficiente, no cuentas con los profesionales adecuados, o no tienes el presupuesto necesario para no hacer el ridículo. Sin ir más lejos, Fernando Franco no ha intentado hacer una película de época recreando la Inglaterra victoriana, sino que ha realizado un magnífico drama de bajo presupuesto, ajustándose a los recursos disponibles para la ocasión ¿Acaso se ha resentido «La Herida» de ello?
Sin embargo, invito a que relativicemos los aspectos negativos señalados en párrafos anteriores; tampoco es que la ceremonia en la que se otorgan los Oscar de la Academia de Hollywood sea un paradigma de entretenimiento. Pero se lo pueden permitir; son más glamourosos y tienen mucha más repercusión. En este sentido, no somos más que el típico chaval que intenta emular el comportamiento de su hermano mayor; nuestros actos son tan torpes e infructuosos que despiertan cierta ternura. Muy a nuestro pesar, seguimos siendo el hermano menor, pero suficientemente adultos para que, ya hace tiempo, la ternura haya cedido lugar al patetismo.
Evidentemente, no soy ajeno a los pequeños placeres que nos ha deparado esta 28ª edición de los premios Goya. Aplaudo la coherencia en el discurso de Enrique González Macho. Me conmueve la emoción de Terele Pavez al recibir su premio a la Mejor Actriz de Reparto. Me llena de esperanza el reconocimiento a Fernando Franco y su herida de bajó coste y alto rendimiento. Caigo rendido ante la naturalidad de Marian Álvarez, incluso en un momento tan proclive a la impostura como la recepción de un galardón. Me llena de alegría comprobar que Joaquín Reyes, Carlos Areces, Ernesto Sevilla, y Julián Díaz siguen tan en forma que son capaces de resucitar una gala instalada en el tedio.
No obstante, me inclino a pensar que hemos perdido la oportunidad de reivindicar un nuevo cine español. Desechando esta opción, la gran mayoría de los miembros de la academia han optado por apelar a la nostalgia, salvaguardar el status quo, y saldar cuentas pendientes. En esta España del amiguismo y el compadreo, no hay lugar para outsiders como Manuel Martín Cuenca; seguimos siendo demasiado hipócritas para premiar personajes canallas o moralmente ambiguos, los que tratamos en nuestro día a día o vemos en los telediarios; rechazamos la imagen que devuelve el espejo cuando lo miramos cara a cara, tal y como demuestra la ausencia de «Gente en Sitios» entre las películas nominadas.
Muchos académicos y profesionales de nuestro sector audiovisual siguen amodorrados, pensando en lo buenos que son y en lo poco que se les reconoce. Siguen engañándose a sí mismos, pensando que todo se arregla con un par de chistes malos contra el ministro de turno. Es más fácil vivir con los ojos cerrados, eliminar la autocrítica de nuestro diccionario, considerar enemigo a todo el que piensa diferente, tachar de facha al que no se sube al carro de tus rígidas y sectarias reivindicaciones. Sin embargo, nadie reivindica un sistema educativo en el que el cine sea enseñanza obligatoria, al igual que lo es historia del arte. Sólo reivindicamos el recorte de las subvenciones, que curiosamente siempre se llevan quienes no las necesitan o no las merecen; es decir, los mismos de siempre.
Como dijo Einstein, «si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo«; y créanme, deberíamos buscar desesperadamente resultados distintos. Quizás deberíamos recordárselo a los responsables de ese cine español que goza de tanta visibilidad, pero que siempre cosecha resultados mediocres. Apuesten por otro cine. Consigan que el espectador considere más oportuno gastarse 10 euros en una película de cine español que en una extranjera o en un gin-tonic adulterado. Porque me niego a creer que todos los cinéfilos de este país, nos hayamos acomodado al coma intelectual inducido, en el que vivimos desde hace ya demasiado tiempo. Abre los ojos.
Carlos Fernández Castro
Hola. Una puntualización, Historia del Arte NO es obligatoria. De hecho a veces ni se la imparten a quien la pide. Saludos.
Completamente de acuerdo en el fondo y en la argumentación. Discrepo en cuanto al discurso de González-Macho (sería coherente, pero me sonó a rancio, caduco, decimonónico… y no me gustó nada esa velada crítica hacia las palabras de su antecesor en el cargo) y que la peli de «La herida» no me gustó absolutamente nada (pero eso va en cuestión de gustos, no por ello voy a demonizarla)…
Pero creo que has acertado de plano en el quid de la cuestión: debemos ser mejores, enganchar al espectador y no limitarnos a las lamentaciones y a las quejas, aunque razones haya para ello.
No sólo debemos hacer buen cine, sino saber promocionarlo.
Sí señor.
Totalmente de acuerdo, sobre todo con lo de ‘Gente en sitios’… además de ‘Los ilusos’ o ‘La lapidación de Saint Étienne’… lo de ‘La soledad’ de Jaime Rosales debió de ser un error o un intento de contentar por una década a los márgenes de la industria.
Hola:
Una matización. La fecha de estreno de «Gente es Sitios» (19 de diciembre de 2013) la imposibilitaba para optar a los premios, salvo que hayan hecho un estreno técnico, que en este caso no me consta (tampoco optaba a los Forqué, donde yo al ser socio he podido tener el listado y votar). Asi que igual la presentan para la edición del año que viene. Ya veremos con qué resultado.
Por lo demás, estoy de acuerdo con el artículo y cada vez es más difícil defender públicamente los Premios y la Gala, dando esta imagen. Por otro lado, menos mal que los Goya no son los únicos premios (aunque signa siemdo los de más visibilidad) para precisamente eso: que haya otros baremos y criterios a la hora de «ver» y votar y no estemos unicamente a merced los rancios y sabidos «lobbys» y grupitos de amigos que se forman en la Academia durante el periodo de votaciones.