El Bueno, el Feo y el Malo: cuando Sergio Leone perfeccionó el Spaghetti Western
Para entender mejor el concepto de «Spaghetti Western», género al que pertenece «El Bueno, el Feo y el Malo», la mejor forma sería recurrir a una de sus definiciones, en este caso la recogida en la Wikipedia: «El spaghetti western es un particular subgénero del western que estuvo de moda en las décadas de los 60 y 70, aunque en ésta última década ya se encontraba en decadencia. Puesto que la mayoría de estas películas fueron financiadas por compañías italianas o españolas, el género adquirió rápidamente el nombre de spaghetti western».
Cuando Sergio Leone decidió hacer cine, John Ford y Howard Hawks ya habían realizado sus mejores western; establecieron las bases del género y dejaron el listón a la altura de las enormes rocas que componían los paisajes de Monument Valley, lugar donde transcurrían la mayor parte de las historias filmadas por el primero. Pero no estaba todo inventado. Las películas del oeste seguían siendo una apuesta segura, aunque no gozaban de la inmensa popularidad que habían disfrutado en décadas anteriores. A pesar de ello, muchos eran los cineastas europeos que estaban fascinados por un género tan genuinamente americano; pero pocos o ninguno se atrevían a abordarlo. Leone fue uno de ellos.
Tras rodar dos películas irrelevantes, el cineasta italiano se dedicó a lo que realmente amaba y destapó su tarro de las esencias. Cambió los paisajes típicamente americanos por el desierto de Almería, sacó de sus entrañas unos personajes que pasarían a la historia por sus peculiaridades e imprimió a sus western un ritmo completamente diferente al acostumbrado, convirtiéndose así en el máximo exponente de lo que se denominaría vulgarmente como Spaghetti Western.
«El Bueno, el Feo y el Malo» fue la película que cerró la trilogía del dólar, habiendo sido precedida ésta por «Por un Puñado de Dólares» y «La Muerte tenía un Precio». En ella, el director italiano perfeccionó su estilo y consiguió acercarse a su mayor anhelo: realizar una película «redonda», algo que definitivamente alcanzó con una maravilla llamada «Hasta que llegó su Hora», cumbre del cine «Leoniano» y cinta incluida en nuestro artículo sobre el western: «Mis 10 Western Imprescindibles, 1ª y 2ª parte», en el que ocupa el séptimo lugar.
Su complejo argumento comienza contando la historia de tres personajes cuyos caminos tardan en encontrarse; cuando lo hacen, adoptan la actitud de las trenzas de una cuerda que siguen su camino entralazándose de una manera fluida y natural hacia un destino ineludible. De nuevo, como en sus películas anteriores, el objetivo de los protagonistas es hacerse con un jugoso botín que no les pertenece, a cualquier precio y sin importar a quien haya que matar o engañar para ello. Y es que los personajes en las películas de Leone se caracterizan por su bajeza moral; son crueles y despiadados. En su léxico no hay lugar para conceptos como el honor o la piedad, ya que este espacio es ocupado sin ningún tipo de vergüenza por el egoísmo y la avaricia.
Sin embargo, las películas del director italiano están rociadas por un sentido del humor muy particular, basado precisamente en los defectos de sus personajes; las mentiras descaradas y los actos totalmente interesados de «el Feo» (Eli Wallach), así como la chulería de «El Bueno» (Clint Eastwood), son utilizados brillantemente por Leone para rebajar la gravedad de las situaciones que plantea en su película. Ambos contrarrestan la dureza y seriedad de «El Malo», un escalofriante Lee van Cliff, que desde luego hace justicia a su apodo. Los tres actores realizan un trabajo muy sólido, siempre guiados por la mano maestra de Sergio Leone y amparados en su gran carisma.
Pero lo que verdaderamente destaca en los western de Leone en general y en «El Bueno, el Feo y el Malo» en particular es la utilización de las miradas y la filmación de secuencias repletas de una tensión verdaderamente admirable. Éstas últimas desembocan habitualmente en tragedia y vienen acompañadas por una estética muy personal, en la que prima la utilización de primeros planos y planos detalle, y una magnífica utilización del sonido. Precisamente en esos planos detalle es donde el maestro italiano utiliza las miradas de sus actores; de ahí proviene esa forma de entornar los ojos que tan famoso hizo al gran Clint Eastwood y de la que tanto le costó deshacerse.
Leone sabía lo que quería e insinuaba al espectador qué iba a encontrarse al final de estas escenas. Para conseguir esa intensidad anteriormente mencionada, las filmaba a un ritmo deliberadamente lento, pero a través de unos planos muy cuidados, que compensaban la espera a la que el espectador era sometido. Cuando la situación se tornaba insostenible, remataba la faena con un estallido de fuerza, semejante a cuando un niño está inflando un globo de aire y llega el momento en que sabe que puede explotar inminentemente, pero no deja de soplar…al final explota.
El maestro Leone dejó su impronta en todo lo que hizo y, a pesar de legarnos una filmografía escasa, ha pasado a la historia como uno de los grandes…¿por qué será? La respuesta, en vuestros reproductores de DVD.
Guión: Sergio Leone, Age, Furio Scarpelli, Luciano Vincezoni
Reparto: Clint Eastwood, Eli Wallach, Lee van Cleef
Fotografía: Tonino delli Colli
Música: Ennio Morricone
Carlos Fernández Castro